Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de Santiago Sylvester

Santiago Sylvester (Salta 1942) es un ensayista, poeta y escritor argentino. Cursó sus estudios secundarios en el Bachillerato Humanista Moderno, institución de formación humanista clásica dependiente de la Arquidiócesis de Salta. Estudió abogacía en la Universidad Nacional de Buenos Aires. Fue redactor del diario La Prensa, en Buenos Aires. Previo a su partida hacia Madrid, publica sus primeras obras, permanece por veinte años en España, donde dirigió la revista Estaciones. A su regreso a Argentina da comienzo a una nueva etapa de producción literaria. Sylvester reconoce la influencia que han tenido sobre su producción Montaigne y Novalis.

Su obra se destaca en el escenario de la poesía en castellano de fines del siglo XX y principios del XXI. El conjunto de sus poemas pueden ser analizados como una forma de tratado filosófico sobre los diversos sentidos y facetas de la memoria.2​ Sylvester construye una gran metáfora a partir de trozos de recuerdos, contrastes del pasado y del presente, un tiempo indefinible, un tono de incerteza sobre lo que creemos que sucedió, y evocación de paisajes que muchas veces no resisten la validez de la prueba.

Es miembro de la Academia Argentina de Letras.

Palabras

Vista desde aquí, la infancia cabe en la palabra
chirimoya.
La palabra Arminda también sirve: además de un nombre
es el resumen de una celebración.
La palabra juventud es demasiado eufórica,
pero sigue por ahí, arrebatada y pomposa, a salvo de
cualquier caducidad.

También mi tío Santiago estaba a salvo de la caducidad:
juiciosamente la ignoraba
cuando a sus setenta años hacía proyectos que le
hubieran llevado otros setenta
y agregaba, como quien enseña,
soy eterno, eso es todo.

No se trata entonces de juntar palabras sino significados:
la persistencia de alguien que acaso sea yo.
Porque, ¿quién hará el trabajo, sino yo,
sabiendo que consiste, hasta el hartazgo,
en buscar otra vez lo ya buscado?

Otra vez
no es repetición:
lo que cuenta es el goteo,
el precio del aprendizaje;
entonces aparece la palabra inconclusa: reclama su mitad,
se encrespa y no entra sola.

De ahí todo este ruido:
este exceso de palabras
para explicar palabras.

la zona de peligro

El que llega no es necesariamente el que ha salido:
el que triunfa no es siempre el que ha peleado:
el que pierde ya no es nunca el mismo:
el que habla va cambiando mientras habla, y así
el que termina su discurso ya no es el del comienzo:
nunca está claro si se dice lo que se quiso decir:
en el camino hay pérdida y ganancia: es inevitable:
el que habla y el que oye no entienden necesariamente lo
mismo:
el que calla y el que calla oyen cada uno un silencio
distinto:
este mundo transitivo está interferido por nosotros,
entrecruzado, confundido, vuelto a empezar: siempre
estamos yendo hacia otra parte
para poder tomar este vaso de vino en paz.

un desconocimiento contiene muchas cosas

No sé demasiadas cosas
y a demasiadas preguntas tengo que contestar no sé: esto
no es jactancia ni falsa humildad: ¿es limitación?: no sé;
no sé a qué hora sale el próximo tren;
no sé a qué hora llega el vuelo de Madrid;
no sé cómo se llamaba el cuarto hijo de María de Médici ni
el primero de María Estuardo;
no sé quién ganó el campeonato de patinaje sobre hielo;
no sé cuántos dientes tenía un tiranosaurio;
no sé regatear;
no sé cuánto cuesta un automóvil de cualquier marca;
no sé cómo es la liturgia de la Iglesia Católica
y no sí si recuerdo la anterior;
no sé qué hora es en Pekín, cuánta gente nace y muere por
día en el planeta, cuántos kilómetros recorre el Paraná,
por qué no hice lo que podría haber hecho,
y no sé si debiera saber estas cosas o seguir ignorándolas
como si no fueran necesarias:

son
las nueve de la noche del 3 de Diciembre: ha empezado la
despedida de este martes que no recordaré: a esta hora
tengo algo de vértigo: un problema en el oído medio
del que tampoco sé;
quisiera ahorrar el tiempo que no uso, pero no sé cómo hacerlo.

manuscrito verdadero o falso encontrado en el umbral

El Código de Hammurabi,
las Tablas de la Ley,
los barcos de la Ilíada enfilados hacia Troya,
miran todos en la misma dirección:

el Templo del Sol en la península de Yucatán,
La Niña, la Pinta y la Santa María,
los caballos de Atila y los gansos del Capitolio,
miran en la misma dirección:

las matanzas que no han cesado en el tercer planeta del sistema solar,
los que apuestan a que el alma existe y los que apuestan a lo contrario,
la caravana que vuelve a Buenos Aires después de las vacaciones:
agota
toda esa gente que invoca a dioses tan distintos: tal vez
no vayan juntos ni hacia el mismo sitio: cada uno con su propia
muchedumbre,
con sus necesidades a la vista,
pero todos miran en la misma dirección:

Bach, de quien se dijo que es una prueba de la existencia de Dios, la
atracción del suicidio, las cuatro estaciones:
las tablillas de Persia, los quipus incaicos, el arte de callar:

da risa y llanto este mundo terrible, y no hay otro: aquí
o nada:
y en la misma dirección.

copio y reenvío

He recibido este e-mail
y no sé si su autor está vivo o muerto, si quiere estar donde
está, si ha tenido una beca o le gusta la comida regional:
yo copio y reenvío:

a)

de los caminos que no tomaremos
líbranos Señor:
de las mujeres que no tendremos
líbranos Señor:
de los viajes que no haremos
líbranos Señor:
de los libros que no leeremos
líbranos Señor:
de las tardes, de los amaneceres, de las tormentas: de la
apasionada meteorología que devasta o beneficia al
mundo, y que no veremos
líbranos Señor:
de los rezos que nunca rezaremos
líbranos también;

b)

arrepentimiento de la palabra de más:
arrepentimiento del vino de más:
arrepentimiento del paso de más:
arrepentimiento de la opinión de más:
arrepentimiento del llanto, del grito, del silencio, de los
consejos, de la soledad de más:
arrepentimiento de haber hecho lo que estará siempre de más:
arrepentimiento del arrepentimiento de más;

c)

resumen de lo dicho:
aceptar el cielo
cuando creíamos en el infierno: aceptar la tierra
cando creíamos en el cielo:
aceptar el infierno:

que así sea

para facilitar las cosas,
por si hay que dejar todo:
irnos de todas partes: de aquí
sin ir más lejos.

peripecias del aprendiz

El que quiera estar acompañado
que me busque:
el que quiera estar solo
también:
soy bueno en ambos casos: conozco la multitud
y el retiro: soy
acompañado y solo.

El instinto gregario no me obliga;
la soledad tampoco:
si conozco ambas cosas,
es porque no soy un buen profesional:
sólo un aprendiz que da conversación,
que da silencio.

En ambos casos, conocimientos adquiridos: no vine terminado:
soy producto e insistencia: tal vez por eso
ni en compañía ni solo estoy en mi estado natural: soy
puro oficio
y voy aprendiendo con usted.

Disculpe entonces si tengo fallas: es el precio del error
pero también del acierto: y así voy,
errando y acertando con buena voluntad:
puedo conversar
o estar callado,
y puedo también confundir los momentos: hablar solo
o no hablar en sociedad;
y todo,
por el aprendizaje que no acaba.

EL INACTUAL

A VER si se me entiende: soy etrusco.

No sé qué significa esa música, desconozco el guiño
de complicidad, lo que me cuentan del ciberespacio atareado
por un tráfico múltiple:
y no sé si pedir explicaciones o
darlo por no entendido.

Hasta aquí llega el lenguaje traído por el perro del vecino,
por usted
que ha cruzado el puente sobre el río de deshielo: traído por

que acarreo lenguaje a esta intemperie
donde el mundo no es tema de conversación.

Ahora ese caballo se ha puesto a relinchar
y yo he quedado de este lado del alambre, fuera
del centro que relincha.

De todo esto

necesito explicación, pero ya es tarde para pedirla
y temprano para explicarme yo. Dicho
sin exhibicionismo: sé llover, nublar, tomar el valle por
asalto cuando a las seis de la tarde caen la noche, el frío,
el silencio
y algo dice en el oído a cada cosa
«acabas de nacer».