Relatos

Amor vencido

Adolfo Bioy Casares

—Cuente —dijo. —No sé muy bien cómo empieza ni dónde estamos. Cuando Virginia pregunta: «¿Recuerdas lo que prometiste?», me falta valor para anunciarle, una vez más, que la semana siguiente almorzaremos juntos, pero que hoy me esperan mis padres.

La luciérnaga

Haruki Murakami

Hace mucho tiempo (por más que lo diga, apenas han transcurrido catorce o quince años) yo vivía en una residencia de estudiantes. Tenía dieciocho años y acababa de entrar en la universidad. No conocía Tokio y era la primera vez que vivía solo, así que mis padres, intranquilos, me metieron en aquella residencia...

Lunes o martes

Virginia Woolf

Perezosa e indiferente, sacudiendo con facilidad el espacio de sus alas, conocedora de su camino, pasa la garza sobre la iglesia, bajo el cielo. Blanco e indiferente, ensimismado, el cielo cubre y descubre sin cesar, se va y se queda...

La niña de los tres maridos

Fernán Caballero

Había un padre que tenía una hija muy hermosa, pero muy voluntariosa y terca. Se presentaron tres novios a cual más apuestos, que le pidieron su hija; él contestó que los tres tenían su beneplácito, y que preguntaría a su hija a cuál de ellos prefería...

Campo de minas

Italo Calvino

—Minado —así había dicho el viejo haciendo girar una mano abierta delante de los ojos, como si limpiara un cristal empañado—. Todo por ahí, no se sabe bien dónde. Vinieron y minaron. Nosotros estábamos escondidos...

Corpus iuris civilis

Pedro Gómez Valderrama

La mano se detuvo con la pluma en suspenso sobre las dos únicas palabras trazadas: “Las palomas…”. El escritor miró a través de la ventana. Su mano reposó sobre la cuartilla blanca. La calle quieta y apacible reflejaba el sol enfermo del invierno, y los árboles desplumados y duros se recortaban sobre el fango...

Cayo Canas

Lino Novás Calvo

Quien primero las vio fue el muchacho, desde la cofa, con sus ojos potentes. Eran aún tres puntos más oscuros en la grisura del mar, pero en la mente del patrón formaron al instante las puntas de patas de una araña. Siempre -se dijo ahora- había sido ese Hines, su antiguo socio, una araña, y de tierra...

En gira con Yamandú Rodríguez

Felisberto Hernández

En el año 32 Yamandú Rodríguez y yo hicimos una gira. Él recitaba poesía y yo tocaba el piano. Llegamos a una ciudad chica, donde Yamandú tenía muchos amigos y en seguida fuimos a ver al dueño del teatro; era un muchacho más bien bajo...

Mi versión del asunto

Truman Capote

Sé lo que se dice de mí y es cosa suya si se ponen de mi parte o de la de ellos. Es mi palabra contra la de Eunice y la de Olivia-Ann. Cualquiera que tenga ojos para ver se da cuenta enseguida de quién es el que está en sus cabales...

Elizabide el Vagabundo

Pío Baroja

Muchas veces, mientras trabajaba en aquel abandonado jardín, Elizabide el Vagabundo se decía al ver pasar a Maintoni, que volvía de la iglesia...

El lago de la luna

Eudora Welty

Desde el principio su martirizada presencia les afectó seriamente. Acabó siendo inquietantemente familiar para ellos escuchar el soplido de desprecio con que tocaba la D trompeta. A veces apenas si podían reconocer lo que él creía estar tocando...

La calle Bellovesi

Massimo Bontempelli

Una vez, mientras estaba en la plataforma de un tranvía de Milán, un individuo con barba gris, sombrero verde y aspecto de calabrés, fijó sobre mí sus blancos ojos de poseído y me dijo...

Carrera en la mañana

William Faulkner

Yo iba en la barca cuando lo vi. Anochecía. Acababa de dar de comer a los caballos y de bajar hasta la orilla y de desatracar la barca para cruzar el río y volver al campamento, cuando lo vi, como a la mitad de un cuarto de milla río arriba...

Suicidio en Alejandría

Federico García Lorca

Cuando pusieron la cabeza cortada sobre la mesa del despacho, se rompieron todos los cristales de la ciudad. “Será necesario calmar a esas rosas”, dijo la anciana. Pasaba un automóvil y era un 13...

Causa de almirante

João Guimarães Rosa

Lejos, una atrás de otra, pasaron las más de media docena de canoas, tripuladas y en gritería, al impulso de los remos, bogando al todo. El sol a golpe, el río brillando como azadón nuevo, destacaban las cabezas en el resplandor...

El pequeño señor Friedeman

Thomas Mann

La nodriza tenía la culpa. ¿De qué había servido que, a la primera sospecha, la señora del cónsul Friedemann la instara muy seriamente a reprimir ese vicio? ¿De qué había servido que le diera cada día un vaso de vino tinto además de la nutritiva cerveza?...

Una moneda al río

Nicomedes Guzmán

Hacia donde se mire —todos lo sabemos— siempre hay algo que atraviesa tormentosamente el aire. El aire es como la vida misma: existe en la razón conmovida de sus más profundos átomos. En algún instante cualquiera del otoño, hay una hoja seca que cae...

La leyenda de Sleepy Hollow

Washington Irving

En lo más profundo de una de las inmensas ensenadas de playas que el Hudson acaricia en sus orillas orientales, se produce un enorme ensanchamiento al que los viejos marinos holandeses llamaron en tiempos Tappan Zee...

Centinela

Fredric Brown

Estaba húmedo, lleno de barro; tenía hambre y frío, y se hallaba a cincuenta mil años luz de su casa. Un sol daba una rara luz y la gravedad, que era el doble de aquella a la que él estaba acostumbrado, hacía difícil cada movimiento...

El elixir del padre Gaucher

Alphonse Daudet

Beba usted esto, beba usted ésto, mi querido vecino; verá usted lo que es bueno. Y, gota a gota, con la minuciosidad de un lapidario que contase perlas, el cura de Graveson escanció en mi copa obra de dos dedos de un licor verde, dorado, tibio, reluciente, exquisito…