La mujer que comía poco

Mujer comiendo sola, por Jan Brueghel el Viejo

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Había una vez un matrimonio en el que el marido era pastor de un rebaño de cabras. El pobre hombre se dirigía todos los lunes a la montaña y no regresaba a casa hasta el sábado. Estaba delgado, delgado como un junco. Y su mujer estaba gorda, gorda como una vaca. Cuando el marido estaba presente, la mujer no comía casi nada; se quejaba de dolores de estómago y decía que no tenía realmente apetito. Su marido se sorprendía:

-Mi mujer no come nada pero está muy gorda; es muy extraño.

Se lo comentó a otro pastor que le dijo:

-El lunes, en lugar de subir a la montaña, escóndete en la casa y verás si tu mujer come o no.

Llegó el lunes; el pastor se echó el zurrón al hombro y le dijo a su esposa:

-Hasta el sábado. Cuídate. No enfermes por no comer.

Ella le contestó:

-Mi pobre marido, no tengo apetito. Sólo de pensar en comer me dan náuseas. Estoy gorda porque así es mi naturaleza.

El pastor salió en dirección a la montaña pero, a mitad de camino, se dio media vuelta y, sin que lo viera su mujer, entró en su casa y se escondió detrás de la cocina. Desde ese punto de observación, la vio comerse una gallina con arroz. A lo largo de la tarde se comió una tortilla con salchichón. Cuando llegó la noche, el pastor salió de su escondite, entró en la cocina y le dijo a la glotona:

-¡Hola, buenas!

-Pero, ¿por qué has vuelto? -le preguntó ella.

-Había tanta niebla en la montaña que he temido perderme. Además llovía y caían gruesos granizos.

Ella le dijo entonces:

-Deja tu zurrón y siéntate; voy a servirte la cena.

Y colocó sobre la mesa una escudilla de leche y unas gachas de maíz. El pastor le dijo:

-¿Tú no comes?

-¿Cómo? ¡En el estado en que me encuentro! Tienes suerte de tener apetito. Pero dime, ¿cómo es posible que no estés mojado si llovía y granizaba tanto en la montaña?

-Te lo voy a explicar. Es porque he podido cobijarme debajo de una piedra tan grande como el pan que has empezado. Y gracias a este sombrero improvisado casi tan grande como la tortilla que te has comido a las cuatro, no me ha tocado el granizo tan abundante como el arroz que te has comido para acompañar a la gallina que habías cocinado.

FIN

Alfred de Musset. Louis-Charles-Alfred de Musset, un destacado escritor y dramaturgo francés, nació el 11 de diciembre de 1810 en París y dejó una huella indeleble en la literatura del romanticismo. Desde una edad temprana, Musset demostró un talento excepcional, destacándose en el colegio Enrique IV, donde obtuvo el premio de disertación literaria en 1827. Su educación lo llevó a explorar campos tan diversos como la medicina, el derecho, el dibujo, el inglés y el piano, pero su verdadera pasión siempre fue la literatura.

Alrededor de los 20 años, Musset se convirtió en uno de los primeros escritores en adoptar la estética romántica, lo que marcó el comienzo de una destacada carrera literaria. Sin embargo, su notoriedad literaria estuvo acompañada de una reputación controvertida, que solo se amplificó debido a su imagen de dandi. En el ámbito personal, mantuvo una apasionada relación con la novelista George Sand entre 1833 y 1835.

Musset también desempeñó roles importantes como bibliotecario en el Ministerio del Interior durante la Monarquía de Julio, y posteriormente en el Ministerio de Instrucción Pública durante el Segundo Imperio. Su contribución a la literatura incluye una serie de obras notables, como "Cuentos de España e Italia," "Rolla," y "Las cuatro Noches," que se recopilaron en el volumen "Poesías nuevas." Además, incursionó en la dramaturgia con piezas como "Lorenzaccio," "Fantasio," y "La noche veneciana."

Musset también dejó su marca en la narrativa, con obras como "La confesión de un hijo del siglo" y "Gamiani: dos noches de placer." Su legado en la literatura erótica es significativo.

Alfred de Musset, reconocido con la Legión de Honor en 1845 y miembro de la Academia Francesa en 1852, es un autor que ha perdurado a lo largo del tiempo gracias a su creatividad, su espontaneidad y su gracia características. Su influencia en la literatura y el romanticismo francés es innegable, y su legado literario sigue siendo una fuente de inspiración para generaciones de lectores y escritores.