Relatos

Una mesa es una mesa

Peter Bichsel

Quiero contarles de un hombre viejo que ya no pronuncia ninguna palabra. Tiene un rostro cansado: cansado de reír y cansado de enfadarse. Vive en una pequeña ciudad, al final de la calle, cerca de la esquina. No vale la pena describirlo, casi nada lo diferencia de otros...

El lagarto hipotético

Alan Moore

La mitad de su cara era de porcelana. Sentada en su balcón, masticando con aire ausente las anémicas flores azules que había arrancado de la jardinera que tenía en la ventana, Som-Som observaba el patio de la Casa Sin Relojes...

La maja

Anaïs Nin

El pintor Novalis acababa de casarse con María, una española de la que se enamoró porque le recordaba su cuadro favorito, la Maja desnuda de Goya...

La mortaja

Miguel Delibes

El valle, en rigor, no era tal valle sino una polvorienta cuenca delimitada por unos tesos blancos e inhóspitos. El valle, en rigor no daba sino dos estaciones: invierno y verano y ambas eran extremosas, agrias, casi despiadadas...

Flanagan y su corta aventura de contrabando

Stephen Crane

—Tengo veinte hombres a mis espaldas que pelearán hasta la muerte —dijo el guerrero al viejo contrabandista...

El payaso

Thomas Mann

Después de todo eso y, de hecho, como única salida digna, es tan solo el asco, el asco que me causa la vida —mi vida—, el asco que me suscita «todo eso», este asco que me ahoga, me incorpora de golpe y me sacude para después lanzarme de nuevo contra el suelo...

El reencarnado

Ray Bradbury

Con el tiempo superarás el complejo de inferioridad. Tal vez. No depende de ti. Toma la precaución de salir a la calle cuando ya haya anochecido. Sin duda el calor del sol representa un problema. Y las noches de verano no son el mejor aliado...

Dos cartas

José Donoso

Estas son las últimas cartas que se escribieron dos hombres, Jaime Martínez, un chileno, y John Dutfield, un inglés...

El concierto de la octava

Alphonse Daudet

Todos los batallones del barrio del Marais y del arrabal Saint-Antoine acampaban aquella noche en el campamento de barracones de la avenida Daumesnil. Desde hacía tres días el ejército de Ducrot combatía en las colinas de Champigny; y a nosotros nos hacían creer que constituíamos la reserva...

Mujima

Lafcadio Hearn

En el camino de Akasaka, cerca de Tokio, hay una colina, llamada Kii-No-Kuni-Zaka, o “La Colina de la provincia de Kii”. Está bordeada por un antiguo foso, muy profundo, cuyas laderas suben, formando gradas, hasta un espléndido jardín, y por los altos muros de un palacio imperial...

Estatuas sepultadas

Antonio Benítez Rojo

Aquel verano —cómo olvidarlo— después de las lecciones de don Jorge y a petición de Honorata, íbamos a cazar mariposas por los jardines de nuestra mansión, en lo alto del Vedado. Aurelio y yo la complacíamos porque cojeaba del pie izquierdo y era la de menor edad...

La mañana después del incendio

Maeve Brennan

Desde mis cinco años hasta casi los dieciocho, vivimos en una casa pequeña en un barrio de Dublín llamado Ranelagh. En nuestra calle, todas las casas eran de ladrillo rojo y tenían pequeños jardines detrás, parte de cemento y parte de hierba, separados unos de otros por muros de piedra bajos...

La hormiguita

Fernán Caballero

Había vez y vez una hormiguita tan primorosa, tan concertada, tan hacendosa, que era un encanto. Un día que estaba barriendo la puerta de su casa, se halló un ochavito...

Amarguras de un joven escritor

Rubem Fonseca

El día empezó mal desde temprano, cuando fui a la playa. No podía ver el mar, me hacía mal, por eso atravesaba la avenida Atlántica con los ojos cerrados, después volvía el cuerpo, abría los ojos y caminaba de espaldas por la arena hasta encontrar mi sitio...

Un hombre llamado Flitcraft

Dashiell Hammett

Flitcraft salió un día de su oficina de corredor de fincas para ir a comer. Salió y jamás volvió. No acudió a una cita que tenía a las cuatro de la tarde para jugar al golf, a pesar de que fue idea suya concertarla solamente media hora antes de salir...

El peatón

Ray Bradbury

Entrar en aquel silencio que era la ciudad a las ocho de una brumosa noche de noviembre, pisar la acera de cemento y las grietas alquitranadas, y caminar, con las manos en los bolsillos, a través de los silencios, nada le gustaba más al señor Leonard Mead...

La casa de las bellas durmientes

Yasunari Kawabata

No debía hacer nada de mal gusto, advirtió al anciano Eguchi la mujer de la posada. No debía poner el dedo en la boca de la muchacha dormida ni intentar nada parecido...

El trasgo

Pío Baroja

El comedor de la venta de Aristondo, sitio en donde nos reuníamos después de cenar, tenía en el pueblo los honores de casino. Era una habitación grande, muy larga, separada de la cocina por un tabique, cuya puerta casi nunca se cerraba...

La bandeja de plata

Saul Bellow

¿Qué hace uno ante la muerte, en este caso, la muerte de un padre anciano? Si uno es una persona moderna, de sesenta años de edad, y un hombre de mundo, como Woody Selbst, ¿qué es lo que hace?...

La balanza de los Balek

Heinrich Böll

En la tierra de mi abuelo, la mayor parte de la gente vivía de trabajar en las agramaderas. Desde hacía cinco generaciones, pacientes y alegres generaciones que comían queso de cabra, papas y, de cuando en cuando, algún conejo...