Poesía

Si quieres, grita

Si quieres, grita
pero puedes morir como los gorriones.
Aletea fuerte,
Sobrevuela los tendidos
lánzate de picada contra la carretera.
Los gorriones construyen los nidos
sobrevuelan los tendidos
no pueden contener la emoción
y mueren de rabia.
Si quieres, grita,
pero puedes morir como los gorriones.

Anoche estuve pensando en las mujeres
que se suicidan con tabletas
qué cobardes esas mujeres
sin resistencia al cambio
sin posibilidad alguna de sobrevida
anoche estuve pensando en esas mujeres
que prefieren quemar a los maridos
sorprenderlos en medio del sueño
con un baño de alcohol
y la llama del fósforo
anoche estuve pensando en esas mujeres
que prefieren darse candela
y dejar huérfanos a los hijos
anoche estuve pensando
en medio de la crisis
que algunas mujeres sobreviven
con la piel chamuscada.

CARRERA DE FONDO

No te equivoques.
Mis pies no son ligeros
ni de talón fácil.
No son pies con uñas enfermas
y deformaciones en los dedos.
Son unos pies sin manchas, callos ni hongos.
Aprendí a correr descalzo sobre piedras
brasas encendidas,
a chapotear en el fango podrido.
Son pies hermosos,
para carreras de fondo.

800 M CON VALLAS

Sonó el disparo.
Ganamos ventaja desde la arrancada
Brincamos limpiamente las vallas.
Cien metros, doscientos.
Trescientos, cuatrocientos.
Me quedo, dijiste.
Extendí la mano.
Quinientos metros.
Te arrastré y seguimos con ventaja.
Me quedo, dijiste. Continúa.
Seiscientos.
Temblaron tus manos,
pasamos al segundo puesto.
Setecientos.
Otro corredor nos superaba.
Sostente, puedo llevarte hasta la meta,
entrar empatados.
Tus dedos flaquearon y caíste en medio del carril.
Debo recordarlo,
íbamos por el centro de la pista,
la mayor parte del público nos aclamaba.

1993 fue la sacudida
zapatos “chupa miao”
fáciles de traspasar por las espinas.
Suelas: cámaras de camión
cuero: retazos de tela en combinación de colores.
La madre se jactó de decir que su hijo había calzado
zapatos franceses norteamericanos y brasileños
usaba camisas de buena tela cosidas especialmente para las ocasiones.
Yo me jactaba de haber calzado “chupa miao”
tenía una sola camisa para todas las ocasiones
Él y la madre no recordaban el último beso en la mejilla
o mejor dicho, un beso en cualquier tarde
sentados en las piernas del otro.
Yo recordaba los dulces y las carnes
guardados en el refrigerador hasta mi regreso,
los brazos abiertos de mi madre en la portería,
la mirada intensa en un no te vayas nunca.
1993 nos había sacudido.

EL CORO

Isidro se fue del país,
lo recordamos en el grupo.
Era el único que faltaba el día del reencuentro.
Isidro era el más tierno entre nosotros,
el de mejor voz.
Pero nunca le tuvimos envidia.
Juntamos dinero y le compramos
un par de zapatos para que pudiera
presentarse a la competencia de canto.
Isidro se robó todas las cámaras y los periódicos.
Supo de Londres, París, Moscú y Estocolmo.
De vuelta en Cuba no recordó los días en que dividimos
el pan y les prestamos nuestras camisas y pantalones.
Hoy lo recordamos en grupo,
era el más tierno.
Decidimos comprarle otro par de zapatos
para cuando lo viéramos cantar nuevamente.

PICO Y ESPUELA

No te tires a revuelo
para saber de la fiereza.
Afílate las espuelas y entra a la valla
sin miedo al otro gallo,
al quórum que lo ovaciona.
Mide y clávalo de un golpe
antes de que el contrario te sorprenda
y te lleven bajo el brazo a casa.
Si sales vencedor,
vuelve.
Afílate con esmero las espuelas.

TOCAR PUERTOS

(Confesiones solamente ebrias)

Toco los puertos
después de largas travesías encima de los cruceros.
Conozco el mundo de extremo a extremo.
Me convierto en show man de madrugadas.
Soy un galán que enamora a una muchacha,
o soy la muchacha de los cabellos más rubios de la tripulación.
En las escalas cortas conocemos las plazas públicas
los arcos de triunfo, los puentes, las torres
y levantamos popa sin desempacar las maletas.
En las pocas horas libres intento dormir,
pero no puedo olvidar dos fragmentos de cartas:
1)…ahora lo tengo todo, madre mía, quiero traerte a conocer el mundo…
2)…hijo mío, te guardo una maceta de mamoncillos, de la mata nueva del patio. Se están goteando, pero nadie los tocará hasta que vuelvas.

BRIGADA DE SEPULTURA

(Exhumación)

En la bóveda reposaban cuatro cuerpos.
La tía Cuca, a quien nadie llamaba Celeste.
Hacía los mejores dulces y el café más fuerte.
Siempre podíamos pedirle algo para comer.
La bisabuela Hilda,
guardaba sus alhajas en cofres escondidos
se quejaba de dolores en todas partes.
Bertha, la otra tía, destacada en la fábrica de textiles
y olvidadiza de las costuras de los hijos.
La prima muerta a fin de año
después de llegar de Puerto Rico
y conocer muchas ciudades del mundo.
Cuatro cuerpos en cuatro ataúdes
llenos de cucarachas y humedades
Cabellos, dientes y uñas crecidos.
Los hombres de la brigada no se sorprendieron ante nada,
bajaron al foso y sacaron los huesos
en telas roídas y madera podrida.
Unos con guantes y tapabocas, otros a mano limpia.
Los hombres limpiaron los restos del nicho con trapos viejos
separaron hueso tras hueso.
Alguno, seguramente,
se quedó con las cucarachas o se incineró con la basura.
Las cuatro mujeres de la familia se resumieron
en cuatro cajitas rociadas de polvo facial.
Pero solo la tía Cuca se envolvió en una bolsa de naylon.
De regreso a la bóveda uno de los sepultureros recordaba
que esa misma brigada había enterrado a la última mujer.
No lo decía porque la hubiera conocido,
lo decía porque aquella tarde, en aquel entierro,
lo habían picado las hormigas.
Y lo advertía ahora, bajo aquella planta florida,
había un hormiguero bravío.

Antes pasábamos por la misma calle
a la misma hora
entrábamos en los mismos lugares
sin notar nuestros arribos.
Yo no creía en amores
no me importaba nadie y marcaba la cruz.
Según tú,
resistías un año,
varios meses en la soledad completa.
No eras de la generación derrame por derrame
y La Habana era un punto al desahogo sano
a las grandes tiendas y las fiestas para bailar,
solo para bailar y restregarse.

Nos encontramos en un parque
Desde entonces tus ojos fueron los ojos
más putos de cualquier parque.
Y los perseguí,
Persecución con los ojos.
Había luna llena y un garaje desolado.
Lo demás nunca quiero recordarlo.
Era un día como otro.

Lo más risible fue mi intento de posesión entera
después de tantas noches tardes días
Fue la sacudida en la cama
el atrápame después de los sudores
o la terneza infantil después de cuatro décadas.

Quise entender:
Qué vieron tus ojos detrás del agujero,
detrás de la puerta
Qué escucharon tus oídos a deshoras
Qué dejaron de ver u oír.
Para que solo puedas saber de ti
Quererte
Ofrecerte

Mi interés no era la belleza en ti
ni la belleza colgada en la pared
era la hora de la cosecha
y el trigo estaba quemado.

Pasaremos nuevamente por la calles
como viejos conocidos.
Pero no me des a comer de tu pan
prefiero que me dejes morir de hambre.

Yunier Riquenes. Jiguaní, Granma, 1982. Narrador y poeta

Licenciado en Letras por la Universidad de Oriente. Tiene publicados los libros de cuentos La llama en la boca (Ediciones Bayamo, 2004); Quién cuidará los perros (Ediciones Santiago, 2007) y Lo que me ha dado la noche (Editorial Oriente, 2007); así como Los cuernos de la luna (Novela, Ediciones Bayamo, 2006); Claustrofobias (Poesía, Letras Cubanas, 2009); Las respuestas de Soler Puig (Compilación de Entrevistas, Ediciones Santiago, 2010) y Dibujar el mundo (Selección de Cuentos del Grupo de Narrativa Hacedor, Ediciones Bayamo, 2010). Trabajos suyos han sido publicados en varias revistas cubanas y extranjeras. Es colaborador habitual de las revistas digitales CubaLiteraria y Esquife. Forma parte del consejo de redacción de la revista SiC de la Editorial Oriente y dirige la revista Caserón de la UNEAC en Santiago de Cuba.