Poesía

Tabla de salvación

Portada del libro Tabla de salvación, de Lilliam Moro

AL PACIENTE LECTOR

Sin pedirte permiso
y apenas sin gramática
irrumpo ante tus ojos
con la caricia del lirismo
o con la bofetada del dolor.

No rompas el espejo que te pongo delante
porque en cada trocito habrás multiplicado
lo que no quieres ver.

Uso la insinuación como metáfora
para decirte lo que te molesta,
lo que viene a estropear una tranquila tarde
acompañado por un libro,
a ti, que ya creías que lo sabías todo.

Pero no: que nada es tan sencillo
cuando cae la noche
sobre tu desolado corazón,
cuando la piel del alma en carne viva
implora una esperanza;
cuando ya para qué.

Es evidente, educado lector,
que hablamos el mismo ácido idioma
aunque lo escriba yo.

EL OTRO Y YO

Te debo una
cuando rompieron los cristales de tu tienda
y luego te ducharon con un gas:
entonces yo miré para otro lado;

cuando te torturaron en una inmunda cárcel
pero yo estaba demasiado ocupado con mis cosas;

aquella vez te lapidaron hasta hundirte en la tierra
y yo tenía problemas económicos;

te humillaron por negro, por indio, por mestizo,
pero yo, qué le vamos a hacer,
soy blanco;

te debo una, juguete destrozado,
cuando te manosearon y te usaron,
pero a mí nunca me dio por esas cosas;

sonaron los disparos contra tu cuerpo atado
rematándote con el tiro de gracia:
yo, por entonces, había perdido un gran amor.

No me lo tengas en cuenta:
yo nunca le he hecho mal a nadie.

POR FAVOR

Un aburrido mundo de obviedades,
de dos más dos son cuatro
y lugares comunes
me hace pedir, incluso por favor,
una tarde de tenues claroscuros
con argumentos poco convincentes
frente a una taza de té y tus palabras,
mientras de vez en cuando algún silencio
aparente cierta profundidad
y tomemos en serio esas medias verdades
que nunca afirman nada
excepto la certeza de la desvanecida luz
que nos envuelve,
la tarde que se diluye sin remedio
sin más explicaciones
como todo en la vida.

ANA MAGDALENA BACH

Para Mari Nieves Alonso

Ella sube despacio la escalera,
peldaño tras peldaño con sigilo
para evitar que la madera cruja.

Él trabaja en el cuarto de arriba, componiendo.

Ella le lleva la modesta cena
pero no quiere distraerlo, que no se sobresalte,
no vaya a ser que huya desconcertada
la celestial inspiración.

Por el espacio debajo de la puerta
ve filtrarse la luz y la armonía:
no sabe si es la vela que alumbra débilmente la estancia
o la iluminación divina que lo envuelve.
Lo imagina llenando el pentagrama
dirigido por la mano de un ángel.

No se atreve a llamar.
Coloca, silenciosa, la bandeja en el suelo.

Ignora, en su inocencia,
que a veces Dios está
en la sopa caliente que se ofrece
al otro lado de una puerta.

LA TARDE Y EL CAOS

En Ávila la tarde se nos venía encima
en forma de destino
al andar por la calle
envueltas por el frío que ya era familiar.

Un café como siempre, cigarrillos
y palabras palabras para aplacar el caos.

Fuimos andando calle abajo
y sucumbimos al asfalto;
espantapájaros los escuálidos árboles
nos alertan, severos,
de que no quedará títere con cabeza.

Me siento poca cosa entre mis frases,
con los años que tengo
y cuando los espejos ya no me favorecen;
¡qué manía, qué vicio de presumir verdades
si por más que sea grave, solemne y reflexiva
todo parece tan vulgar!

Pero echaste a correr
tropezando con gentes y con ruidos,
frenética, corriendo.
Cuando pude alcanzarte jadeabas enfadada:
“¿qué es eso de hacer planes,
cuando mi corazón
es un zapato viejo dentro de un sucio charco?”

¿Qué nos queda intentar,
dónde meternos, te decía,
si el sol, acorralado por el gélido ambiente,
se mantiene impotente como un sueño frustrado?
¿en dónde guarecernos,
cómo cuidarnos de nosotras mismas
mientras la tarde, el café, las palabras palabras
ya no bastan, amiga, para seguir viviendo
como si no pasara nada?

TU NOMBRE

La paz lleva tu nombre
como el Amor es el Amor sin otra añadidura.
Si lo pronuncio quedamente
mi voz con letras me recorre dentro
como la sangre misma que arrastra las escorias
de las que no sabemos prescindir
porque el dolor se ha vuelto una costumbre.

Limpia toda mi alma para dejarla como era
antes de yo existir con nombre y apellidos,
cuando era sólo la posibilidad
de tu perfecto hacer.

Pero si lo que pido ya llega con retraso,
déjame entonces que te siga nombrando,
Señor, con el silencio.

Selección de Luis García de la Torre (La Habana, 1973). Reside en Santiago de Chile desde el 2004. Escribe sobre literatura para diversos medios según le interese.

Lilliam Moro. La Habana, Cuba, 1946

En 1965 obtuvo el Primer Premio de Poesía con El extranjero en concurso celebrado entre las universidades de la Isla. Perteneció al grupo de Ediciones El Puente. Fue profesora de Literatura de preuniversitario y sus críticas literarias y poemas se publicaron en la prensa periódica de la Isla. En 1970 se marchó de Cuba hacia España, donde vivió más de cuatro décadas. Actualmente reside en Miami, Florida, EE.UU. Ha publicado los poemarios La cara de la guerra (Madrid, 1972), Poemas del 42 (Madrid, 1989), Cuaderno de La Habana (Madrid, 2005), Obra poética casi completa (Miami, 2013), Contracorriente, ganador del prestigioso Premio Internacional de Poesía “Pilar Fernández Labrador” (Salamanca, 2017) y El silencio y la furia (Miami, 2017). En la boca del lobo obtuvo el Premio de Novela “Villanueva del Pardillo” (Madrid, 2004). También es autora de varias ediciones críticas de clásicos de la literatura española y de numerosos artículos de crítica literaria. En este 2018 la Editorial Betania, con sede en Madrid y dirigida por el poeta y editor cubano Felipe Lázaro, publicór Tabla de Salvación.