Almendrones en La Habana

Los salvajes

Johan Moya Ramis

El día no había comenzado bien, pero trató de no darle importancia. Se consideraba afortunado de no ser supersticioso. Un supersticioso no habría salido a la calle al ver lo que él vio cuando abrió la ventana de su apartamento: policías amontonados en pequeños grupos de tres a seis, repartidos por varios puntos de la avenida, sobre todo en las esquinas.