Cuentos Cubanos Actuales

En la zona diabólica

Pedro Juan Gutiérrez

Yo estaba pintando un cuadro, pero salía demasiado bonito. Puse a Mahler. La sinfonía número diez, en La Mayor. Subí el volumen a toda mecha. Mahler atronaba. Todas las cuerdas chillaban. Y ni así. El hijoputa se resistía a embrutecerse un poco...

Una llamada telefónica

Lázaro Alfonso Díaz Cala

El cóctel está aceptable. Se le nota el alcohol. Quizás por eso aquel trigueñito barbudo con aspecto de quien hace un par de días no visita la ducha, tiene los ojos colorados y la mirada despistada. Debe estar aquí hace una hora al menos y haber asaltado cuánta bandeja de cócteles desfila junto a él.

Últimos servicios

Abel Guelmes Roblejo

Hacía más de un año que llevaba haciendo terapia. Supuestamente me iba a poner mejor… o al menos eso fue lo que dijeron los doctores. De verdad no sé cómo una terapia iba a mejorar, o eliminar, las causas que me llevaron al intento de suicidio.

En el muro del Malecón

Miguel Barnet

"En el Muro del Malecón" de Miguel Barnet nos transporta a las noches embrujadas de La Habana, donde el Malecón, testigo silencioso de incontables historias, se erige como el epicentro de encuentros y desencuentros. A través de tres relatos independientes, el autor nos sumerge en las profundidades de esta ciudad, desentrañando los oscuros matices que yacen bajo su aparente luminosidad. Barnet, con su maestría narrativa, nos conduce por los recovecos de la cotidianidad habanera, donde cubanos y extranjeros se entrelazan en tramas de amor, confidencias y admiración por la majestuosidad del Malecón. A medida que avanzamos en la lectura, el autor sutilmente desvela las sombras que se esconden en los pliegues de la sociedad cubana, revelando personajes que viven a la sombra de sus propias realidades. Cautivador y evocador, "En el Muro del Malecón" invita al lector a adentrarse en los secretos mejor guardados de La Habana nocturna, ofreciendo una mirada profunda y reveladora sobre la condición humana en un contexto tan emblemático como enigmático. Barnet, con su aguda sensibilidad…

El insaciable hombre araña

Pedro Juan Gutiérrez

"La noche fresca, todas las estrellas en el cielo, la luna. Es un momento perfecto y no tengo sueño. Hace un par de horas que observo esta escena. Quiero mantenerla en la memoria: la cinta negra de la carretera estrecha, el mar azul-negro-gris-acero, el camino plateado y brillante de la luna, y los bultos amarillo ocre de los equipos oxidados..."

Evidencias

Santos Armando Borrell Curbelo

—Vieja… Acaba de traerme el café —le grito a Josefa después de calzarme las chinelas, estiro los músculos y abro la ventana. Penetran los primeros rayos de sol. —¿Me habré quedado dormido? —pienso mientras miro hacia el reloj que está sobre la cómoda. ¡Coñó…! Las siete de la mañana...

Incesto

Reinaldo V. Gálvez Rodríguez

"En la novela yo era una prostituta que se acostaba con un turista. Y si es un turista en Cuba, decir que era extranjero se me antoja un lugar común. El tipo rondaba los sesenta años y pesaba unas doscientas libras, pero como me había ofrecido mucho dinero por pasar la noche, según el narrador, subí a la habitación del hotel luego que el extranjero sobornara al custodio..."

Cazadores de mamuts

Pedro Juan Gutiérrez

"Era un día normal de agosto: un sol terrible, calor y humedad agobiante. Me fui temprano a la playa y alcancé un poco de sombra bajo una uva caleta. Mucha gente. Detrás de las dunas había ómnibus, autos y camiones, parqueados en una callejuela estrecha y sin pavimentar que une la carretera principal con aquel trozo de playa..."

En el minuto exacto

Pedro Juan Gutiérrez

"Nos quedamos en silencio. Me da la impresión de que se distancia. Fuma y mira por la ventana que tiene al frente. Se ve un pedazo de cielo azul con nubes pequeñas y blancas. También se ven algunos edificios del Vedado y de Centro Habana. Parece que se queda flotando en el vacío y gana distancia y frialdad. Sin mirarme directamente me dice:"

El tesoro de la república

Pedro Juan Gutiérrez

"La vecina viene hasta mí con una taza de café. Es una vieja solitaria de casi ochenta años. Nuestras terrazas están separadas por un muro muy bajo y unas jardineras de cemento con algunas plantas. Es una frontera simbólica. Nos llevamos bien. Ella cuenta conmigo para que avise a su familia cuando muera: «Menos a mi hija, avisas a todos. A mis dos hermanos y a mi hermana. ¡A mi hija no!»"

Recuérdame

Daniel Morales Castro

Otra historia de seres humanos enfrentados a las máquinas que ellos mismos crearon, esta vez contada desde una relación madre-hijo…

Cosas desagradables

Pedro Juan Gutiérrez

"Hablamos cuchicheando, pero la madre nos oye. Se mantiene alerta. Protege a su cachorro en la peligrosa jungla. Y salta como una fiera:"

Sosiego, paz, serenidad

Pedro Juan Gutiérrez

"En fin, yo en la cocina, trabajando. Hacía unos días había terminado una novela terrible. Una animalada tropical que me dejó agotado, nervioso, totalmente insomne, con remordimientos y cargos de conciencia."

Atrapados

Carlos Santos Montero

"El calor me llevó al agua y braceé un rato antes de regresar a la orilla. Ninguno de los bañistas, agrupados como cucarachas a la sombra de las uvas caletas, me prestó atención y me tendí en la arena, hasta sentir una extraña sombra, como si me cubrieran del sol. Me incorporé, preocupado, para quedar frente a un cuerpo más hermoso que la sonrisa de su rostro."

El boxeador

Pedro Juan Gutiérrez

"Ella no sabe nadar. Viene a la playa con un libro y medio litro de ron. Yo adoro el agua. Me gusta alejarme de la orilla, nadar una hora, tonificarme, soltar toxinas."

El mataleón

Yamilet García Zamora

Le gustaba ayudar a la gente y el ejercicio físico, así que decidió estudiar para hacerse fisioterapeuta. Pero no debía olvidar que amaba profundamente matar personas. Más que un hobby, era una necesidad…

El penoso tormento de los borregos

Maikel Sofiel Ramírez Cruz

"Este hospital huele a sangre mezclada con alcohol; huele también a rancio y a mierda. El cigarrillo se acaba y quema mis dedos delgados…"

Silvia en N. Y.

Pedro Juan Gutiérrez

"El tipo, con su voz bronca, le dijo algo ininteligible y le sonó un par de galletazos por la cara que hicieron estremecer el cerebro de Silvia. El tipo quizás estaba drogado. Pegaba muy duro. Era mejor no enfurecerlo. No tenía preservativos. No le interesaban."

Algunas cosas perduran

Pedro Juan Gutiérrez

Anoche, en medio de la música, las borracheras y la algarabía habitual de cada sábado, Carmencita le cortó la pinga a su marido. No sé cómo fue porque intento mantenerme al margen de esta gente. En realidad estoy aterrado, pero ellos no deben percibirlo. Si olfatean que me molestan y que me dan miedo, estoy perdido...

La manzana de Eva

Yadira Álvarez Betancourt

—Deberías volver a hacer juguetes, madre. —Ya no hago juguetes, sólo los reparo. La hija frunció el ceño ante la brusquedad de la respuesta. —Madre, no es que esté harta de venir hasta aquí a verte, pero deberías preocuparte más por tu bienestar y salir de este lugar.