Ediciones Caserón

Los cuerdos

Reinaldo Cedeño Pineda

Suben, bajan, sin el menor rubor. Nalgas que gritan, que apenas caben en el inmundo short. Nalgas del pueblo. Comienzan los cuerdos a gritar como locos, mientras el otro, el frotador, arrinconado contra un árbol —pobre árbol―, hace lo que puede.