Escritores puertorriqueños

El padre de Schrödinger

José Borges

Con tan solo una oración, estoy a punto de arruinarle la vida a mi esposa. Mientras, la niña juega con ella. Corren por el patio debido a una extraña partida de escondite.

En la popa hay un cuerpo reclinado

René Marqués

A pesar del sol inmisericorde, los ojos se mantenían muy abiertos. Las pupilas, ahora, con esta luz filosa, adquirían una transparencia de miel. La nariz, proyectada al cielo, y el cuello en tensión, parecían modelados en cera: ese blanco cremoso de la cera, esa luminosidad mate del panal convertido en cirio...

Conseja

Emilio S. Belaval

El cuplé de la pulguita empezó a labrar la desgracia del buen hospedero. Cada noche la moza se subía más la falda en busca de la mimosa pulguita y crecía el ardor del corralón de la Caleta. En nombre de la moral cristiana, el coadjutor solicitó el desalojo de la cupletista...
Caballo. Foto por Helena Lopes en Unsplash

Capataz buena persona, montado en caballo blanco

Emilio S. Belaval

Quirincho Morales nació tan paciente, que la paciencia le chorreaba por el cuerpo como una mantequita. Sus coterráneos en ese limbo telúrico que forma el caraveral —jíbaros¹ lijosos, con cuatro callos de misterio en la conciencia, por cuya somnolencia de encuclillados no se atrevía a pasar una ardilla—, se mofaban constantemente de la falta de astucia que tenía Quirincho para luchar con la caña...
Chica sopla un Diente de León

Alegoría

Emilio S. Belaval

Hacía tres meses, un barco español había dejado al infortunado Fernando de Almagro, a merced de unos parientes. Un avispillas del consignatario lo hizo remontar la cuesta que flota sobre el Jardín Botánico, y al llegar al miradero, le advirtió:...
Viuda. Foto por Malcolm Green en Unsplash

La viuda del manto prieto

Emilio S. Belaval

Por la noche, la viuda del manto prieto arropaba el cañaveral del barrio con sus tocas harapientas. ¡Condená! Tenía los ojos llenos de ceniza, la boca llagada y unas manos huesudas que no se acababan de morir...
Dry Desert Drives. Foto por Adrien Coquet en Unsplash

El asedio

Emilio Díaz Valcárcel

Una familia normal y feliz, pensó apoyada sobre el vo­lante. Un padre gordo y de apariencia próspera, recién afei­tado, una bella pareja de niños, y una madre que alcanza ya los treinta años, mofletuda, satisfecha como toda mujer que siente colmados sus instintos cardinales...
Fuego ritual

La candelaria de Juan Candelario

Emilio S. Belaval

"Cuando hubo entregado su última carga, Juan Candelario se sentó una noche, frente a su bohío, a seguirle la lucecita a un cucubano para ver si se le ocurría algo. La mujer, adivinando la desazón de su hombre, se le sentó al lado, por si acaso le daba a otro cucubano por volar cerca del primero..."