Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Amparo Osorio

Amparo Osorio, nacida en Bogotá en 1951, es una destacada poeta, narradora, ensayista y periodista colombiana. Su prolífica carrera literaria incluye obras como «Huracanes de sueños» (1983-1984) y «La caída interior» (2017), nominada al Premio Nacional de Poesía. Además, es la mente creativa tras la revista «Común Presencia» y la colección «Los Conjurados«.

Con una presencia internacional notable, Osorio ha participado en encuentros literarios en Argentina, Venezuela, Brasil, Italia, y más. Su influencia va más allá de las fronteras, con poemas traducidos a varios idiomas, desde el inglés hasta el árabe.

Osorio ha recibido reconocimientos, como la primera mención en el concurso Plural de México (1989) y la beca nacional de poesía del Ministerio de Cultura (1994). Su obra, el reflejo de una profunda conexión con la cultura y la literatura, ha sido elogiada por críticos de renombre internacional.

Como directora de la Fundación Literaria Común Presencia, Osorio continúa su compromiso con la investigación, recopilación y difusión cultural. Su legado se encuentra en sus diversas publicaciones, desde «Gota ebria» hasta «Itinerarios de la sangre«, mostrando su versatilidad y contribución significativa al panorama literario colombiano y más allá.

Derrumbe

Se acumulan los días, los años
la erosión de la vida
nos echa encima su balandra y vamos
hacia el despeñadero.
Pasa la sombra… pasa y mira
y vuelve a acomodarse.
Una luz de farol bordea la penumbra.
Es la ciudad: me digo.
La sombra se adelanta
no quiere compartir mis pensamientos
pero lee la esquina, los escombros
los pasos solitarios y el eco de esos pasos
mucho antes que sorprendan a mi cuerpo.
El funerario pájaro del tiempo
aletea en el aire.
Las ruinas del amor se precipitan.
Quiero cerrar los ojos.
Quiero
que sólo el viento pase
y nos lea el poema de la errancia,
que nos diga al oído
sobre la honda pena que hoy irrumpe
en el alma del saxo.
que el viento,
sólo el viento…

En secreto

¿Por quién canta la oscura caracola
y su polvo de siglos
por qué persiste aún?

Hemos partido tantas veces
bajo el breve temblor de las estrellas
que huir de nuevo
es sólo más camino.

No se parte.
Nunca se parte
se regresa siempre.

Igual muere la huella

El viento esculpe rostros
y tú que vigilas la hierba
desconoces ahora los indicios
de toda eternidad.
Fuera de ti
no hay raíces posibles.
¿Cómo nombrarte
sin que crezca la muerte?

Incierto resplandor

Navegando el azul…
su imaginaria
línea que nos separa,
presiento el eco
de un temblor extraño.

El sabor agridulce
de Haber ido en la noche
a la comarca del enigma,
donde se queda un poço mi pasado,
un trozo de ceremonia blanca,
un ulterior espacio suplicante.

A la deriva

Hubo un instante de pavor
en que el tiempo del nunca se detuvo
y el jamás devolvió sus manecillas
hasta el reloj de agua
de los ojos.

Antes iba el amor
alto, subiendo,
pero entraron rapaces
las mentirosas águilas nocturnas…

y entonces:
el olvido

Evocación

Tiempo sin tiempo:
Está en blanco mi corazón.
En un espejo inmóvil
mis manos eran agua.
En la memória del aire
eran alas mis pies.

Una mano me borra.
Otra dibuja un eco indescifrable.

Dónde
¿la imagen presentida?
¿Las violetas oscuras?

Tal vez todo esté escrito

Nada llegó a buscarme,
inmóvil en el tiempo me aguardaba.
Soñé la luz y a cambio
me fui por un bagaje de penumbra.

Tal vez todo esté escrito
y vuelva a equivocarme
al descifrarlo.

Resurrección

Caminaré de nuevo.
Levantaré las ruinas de mi casa
y las ruinas de mi corazón.
Me vestiré de alas y de soles
de presencias amadas.
Hallaré en otros labios
aguas para mi sed
y en otros ojos
prolongaré caminos.

Yo signada de viento
desafiando conjuros…
ceñiré nuevamente mi relámpago.

Inventario

Nada fue tuyo.
Sólo imaginaste una casa y la luna.
El fuego vacilante de la llama.
La mensajera noche
alta en la soledad de tus estrellas

La sombra perfecta y fiel dictando
el paso de las constelaciones.
La música del agua…
Ahora lo sabes.
Palidecen las manos.
Miras el tiempo de tu cuerpo,
el tiempo de los ríos,
el tiempo de las ruinas.

Basta que quisieras dormir
sin pronunciar la última palabra.
Que sólo desearas
ya no mirar y desatar los brazos.

Sólo eso bastaría…
Pero no sabes cómo.

Estación profética

Crepúsculos ajenos
destinos vanos
presentes irreales

¡Desperdicio!
Nada pueden mis ojos cambiar.
Ni las palabras dichas o calladas
ni el rostro de la muerte
inventariado en los pliegues de la sombra.

Olvidos. Cientos de olvidos
y húmedas crisálidas
–guardianas de las tumbas–
avanzan a pesar de mi sollozo.

Se cumplen los relojes
con su cuota de espanto.

¡Desperdicio!

Nada pueden mis ojos cambiar.
Ni las palabras dichas o calladas
ni el rostro de la muerte
inventariado en los pliegues de la sombra.

Olvidos. Cientos de olvidos
y húmedas crisálidas
guardianas de las tumbas
avanzan a pesar de mi sollozo.

Se cumplen los relojes
con su cuota de espanto.

Dispersión de ceniza

Polvo que vuelve al polvo
con las manos abiertas.
Ya no cabe en el cielo
la soledad de párpados.

Muda y vacía
en ti yace la tierra.

Tierra de escombros
implacable ultraje

y el alto azul
lejano.