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Dazra Novak:

«Trato de reinventarme todo el tiempo»

Escritora cubana Dazra Novak

Para serles sincero, no recuerdo cómo la conocí (y son las once de la noche para llamarla y preguntarle tal asunto), pero sí mantengo en mi memoria el primer libro que de ella leí: Cuerpo Público. Y hace unos siete años de eso, yo andaba medio renuente a continuar leyendo a jóvenes escritores multipremiados y multivacíos, cuando cayó en mis manos ese libro que leí, gracias a Dios, sin el más mínimo asomo por parte de su autora de escenarios repetidos, arrogancia o desespero por decirle al mundo cuánto sabía de cualquier materia en la faz de La Tierra. Provocó en mí la necesidad de compartirlo, y empecé por ofrecerlo a mi novia de entonces, luego a mis antiguos compañeros de trabajo en la Dirección Municipal de Cultura de Plaza. Finalmente, mi ex lo compartió también con sus colegas de SEGURMÁTICA, y sucedió que a todos les llamó la atención, desde los que jamás leyeron un libro antes, hasta los acostumbrados a leer con cierta frecuencia. Los no familiarizados con las nuevas tendencias preguntaron si era posible tal literatura (erótica, gráfica por momentos), los dados al chisme emocionados por su carácter abierto e íntimo al mismo tiempo, y unos pocos, entre los que me encuentro, creímos acudir al nacimiento de una escritora sincera y con todas de su lado para imponerse. Se hace llamar: Dazra Novak, y al saberlo, pronunciarlo, entendí que si el próximo libro fallaba al menos el nombre no sería fácil de olvidar.

¿Cómo empezó tu carrera en la literatura?

Comenzó, digamos que, para mí, por la poesía. A los tres o cuatro años tenía una abuela postiza que me dormía cantándome décimas, y un buen día empecé a hablarle a mi madre cantando. Algo que no le gustó mucho en su momento, pero al parecer a mí se me atascó hasta en los huesos porque a los veinte todavía la rima seguía ahí, en abundantes poemas con los que castigaba a amigos y familiares. Claro que lo de la tortura lo reconozco a estas alturas, quince años atrás pensaba que realmente eran buenos poemas. Luego me obligaron a escribir un cuento. Luego alguien dijo, después de leer ese cuento, que mejor dejaba la poesía y me dedicaba a contar cosas. Y casi me lo creo, por eso un año después entré al Onelio, pero no me creía narradora porque siempre me sentí –me he sentido– poeta. A partir de la publicación de mis primeros libros de cuentos, ambos premiados en 2007, todo cambió, digamos que se tornó más serio. Supongo que fue entonces que comenzó mi vida para la literatura.

¿Qué es lo más interesante para ti del erotismo, siendo una autora inclinada con frecuencia hacia el tema?

Lo más interesante es la reacción de la gente cuando abordo en alguno de mis textos algo tan necesario y hermoso como lo es el erotismo. Reacciones que van desde el escándalo hasta fabricarse conmigo un personaje. Supongo que la culpa también es mía, por escribir tanto en primera persona. En el fondo, cuando analizas todas las devoluciones, te das cuenta de cuán incomprendida es esa zona de la sexualidad, de cuánta gente hay que no se ha explorado lo suficiente. Por suerte están los lectores que sí agradecen estos abordajes. Recuerdo con especial cariño a una lectora de ochenta años, que confesó haber disfrutado mucho mi Cuerpo Público. “Un libro romántico, que me hizo sentir tan joven”, así me dijo. Cuando pasan este tipo de cosas, soy del bando de los que lloran de emoción.

Truman Capote enfrentó serios problemas por incorporar en sus libros asuntos relacionados con personas de su entorno inmediato, incluso amigos. Una autora del patio que también provocó reacciones negativas entre personas conocidas por ella fue Maylan Álvarez, con su poemario Naufragios del San Andrés. ¿Cuál ha sido en general la respuesta de los individuos que se reconocen en tus historias?

Hasta ahora he sido muy cuidadosa. Cuando uso algún dato, hecho o característica de una persona cercana a mí, siempre le he dado a leer el texto a la persona en cuestión. Claro, a veces la gente piensa que no va a ser publicado y por eso me dan el sí. Me imagino que más tarde al verlo impreso ya la cosa cambie para ellos, pero nadie me ha reclamado nada –aunque me han hecho saber cuándo no están de acuerdo con algo- porque yo sencillamente uso pequeños fragmentos de realidad que me parecen atractivos para armar ficciones, como si desarmara un puzle para armar otro completamente nuevo que incluye algo de lo que pasó con lo que pudo haber pasado sumado a un poco de imaginación. Por otro lado, tengo el tino de borrar las huellas reconocibles, de modo que no es fácil saber quién es quién. Ha habido lectores que me piden, por favor, que les diga quién es un determinado personaje, pero esto yo nunca lo respondo. También porque ya una vez me pasó que dije, esa escena no es real, y el lector me confesó entristecido: ¡no, acabas de desgraciarme la fantasía! Aprovecho tu pregunta para contar algo que nunca imaginé que podría pasarme y viene siendo la otra cara del asunto (que descubrí cuando mi profesor de francés me pidió que pusiera su nombre en el cuento Carta a mi profesor de francés). Dos amigos cercanos, que acaban de leerse mis dos primeros libros, me han pedido que los use en alguno de mis cuentos. “No me importa que hables bien o mal de mí, pero úsame, invéntate algo conmigo”, dijo él. “Y conmigo también, me gustaría verme desde fuera, sea lo que sea que escribas”, dijo ella.

“El progreso literario entre nosotros es tan de bulto, y se hace sentir de un modo tan insinuante, que ciego o insensible ha de estar el que no lo palpe o no lo vea. Razonemos: hará veinte o treinta años se estudiaba más y se publicaba menos: en nuestros días, por el contrario, se estudia muy poco y se publica, ¡Dios eterno!, cuanto se escribe…” Esto escribió Rafael María Mendive en su artículo “¡Progresamos!”, publicado en Revista de La Habana, en el año 1856. ¿Sería justo ubicar esta idea en una publicación actual, que pretenda analizar el sentido de la relación entre algunas de nuestras editoriales y los más recientes escritores?

Justo, no sé, pero de que ha sido una práctica universal de todos los tiempos, lo ha sido, y aún lo es. En todas las épocas se ha tildado de excesivo al presente sobre la base de que “aquellos viejos tiempos eran mejores, la gente estudiaba más”, y un largo etcétera no solo en cuestiones literarias. De hecho, ya esta idea ha sido “ubicada” en el presente por varios escritores que se piensan críticamente este fenómeno, aupado, entre otras cosas, por la profusión de concursos literarios, por no hablar de la autopublicación, tanto en internet como en algunas editoriales, que no favorece en muchos casos a la calidad de la literatura que se hace hoy. Te podría mencionar, ya no tanto desde la calidad de los textos o la pretensión de sus respectivos autores sino de las condiciones que fomentan dicha abundancia, el texto de Rafael de Águila publicado en La Jiribilla, “El trampantojo, la literatura cubana y los premios literarios” y el interesante “Decálogo del jurado perfecto”, de Gina Picart. Estas son otras dos maneras de abordar el asunto, pero cabe también pensarse el fenómeno en términos actualizados, hablo de la visibilidad mediática que proporciona Internet como herramienta, efectiva y muchas veces justiciera, pero donde también caben el autobombo y el archiconocido “socialismo”. Por otro lado, deberíamos aceptar el hecho de que la velocidad que le va imprimiendo a nuestras vidas el ritmo en que se mueve el mundo de hoy, no les es ajena a nuestros escritores. Hay gente que se vuelve famosa de la noche a la mañana y algunos de ellos —hablo de nuestros escritores— también quieren eso. Quererlo o no, es cuestión de cada quién y juzgarlos no nos llevará a ningún lado. Para mí lo más importante lo dirá el tiempo, mezclado con algo de suerte –negarla a estas alturas sería una inocentada—, y sobre todo, la necesaria permanencia de los lectores.

Otro apunte de Mendive en ese trabajo es: “…el seudónimo triunfa por todas partes, escondiendo bajo su oscuro manto a la rapacidad a veces, a veces a la nulidad, y aun acaso a la calumnia: de todo se escribe; de todo se charla: las cuestiones más arduas se deciden en dos plumadas: no hay escolares, todos son maestros…” Creo que la pregunta está implícita.

No me queda claro si me estás echando tierra porque no publico bajo mi nombre real, o quieres que te hable de mis razones para ello. Te hablaré de mis razones. A mí el seudónimo me sirve hoy para tomar necesaria distancia, pues soy una persona bastante solitaria, y no creo que haga falta explicar la de fantasías que acarrean los textos eróticos más allá de la ficción. Te confieso que la intención al inicio era que nadie supiera quién era Dazra Novak (algo que duró bien poco), y no por esconderme o por temor a decir de frente, sino porque a mí no me interesa que reconozcan mi rostro en una multitud, yo prefiero ser leída. Mover emociones en el lector vale más para mí que cualquier reconocimiento público. Te contaré algo que pasó con mi perfil y que me hizo cambiar un poco en ese sentido… Más o menos al año de estar moviendo contenidos de mi blog “Habana por dentro” en Facebook, una lectora me escribió por chat privado y me preguntó por qué no había fotos mías, ¿cómo se podía confiar en alguien que no daba la cara? Le dije, tienes razón, y al momento cambié mi foto de perfil, puse mi cara ahí porque, aunque yo siga teniendo mis razones, entendí que esto implica responsabilidad para con la persona que está del otro lado. Aunque en el fondo seguirá sin gustarme, otra razón por lo que prefiero la radio a la televisión.

¿Cuál es la premisa de tus continuos retratos y exposiciones digitales sobre nuestra ciudad?

Volver a los valores que nos hacen sentirnos cubanos, a la cubanidad que nos une –lo queramos o no—, sin distinción de bandos.

Mencionaste lo siguiente en una entrevista, que hoy “no se apuesta por una historia cerrada. No hay ese esquema cerrado que tiene un principio un desarrollo y un fin”… Bien, no me queda claro cuál es tu posición con respecto a ese fenómeno que, en mi opinión, solo es una forma ya añeja, utilizada y desechada hace años por escritores importantes como Katherine Anne Porter, que eventualmente vuelven a organizar y darle un sentido claro a la trama. Reconozco que algunos de nuestros más recientes creadores utilizan formas no clásicas, quizá el más notorio ahora sea Ahmel Echevarría, con sus Pústulas. Por otro lado, hay una novela muy interesante, escrita por J.R Fragela, me refiero a El cordero aúlla, incluso ganadora del premio Alejo Carpentier, donde el sentido lineal, clásico, “cerrado”, es evidente. ¿Realmente crees que no se debe “armar una historia demasiado grande?” ¿Qué significa eso en realidad?

Mi posición más bien es de observadora, lectora, en este caso. Hay textos “raros” que están muy bien escritos y por eso sigo leyéndolos como mismo hay textos convencionales muy mal escritos y que abandono al instante, y viceversa. Hay de todo y nada es nuevo entre cielo y tierra. No soy quién para decir lo que se debe o no se debe escribir —que por algo viene democráticamente en blanco la página en blanco— como tampoco creo que tengan esa verdad los “escritores importantes”. Cada quien tiene, en cualquier caso, su verdad. Yo, en lo particular, agradezco encontrar una historia en lo que leo, aunque también puedo disfrutar de un ejercicio formal cuando reconozco a un autor talentoso. Como autora trato de reinventarme todo el tiempo, por ejemplo, mi Making of es un experimento que no repetiré. No tengo nada en contra de las historias grandes, más bien las respeto, y mucho. Ahora mismo estoy escribiendo otra novela que promete ser mi primera gran historia. Espero poder lograrlo.

Relajémonos: libro, canción y película favoritos.

Libro: Siempre está entre los que esté leyendo en el momento de la pregunta. De los que estoy leyendo ahora, mi favorito es la poesía completa de Georgina Herrera.

Canción: Ámame como soy, cantada por Elena Burke.

Película: La vida es bella, de Roberto Benigni.

¿En la tumba querrás que se lea Dazra Novak, o tu verdadero nombre?

No habrá tumba, más bien un pequeño puñado de polvo –te has parado a mi lado y sabes que soy una mujer breve— esparcido en el Claro de Luna, en Cojímar. Lugar donde nací y también el sitio donde fueron esparcidos los restos de mi queridísima Evelyn Pérez, a quien extraño todos los días de este mundo.

¿Cuál será el próximo libro tuyo que veremos en un anaquel?

Hay varias cosas en camino, pero vienen cada una a su ritmo. Mi novela Niñas en la casa vieja, finalista de este año en el Carpentier, probablemente entre en cola editorial (y ya sabemos lo que eso significa). Hay una selección de cincuenta textos de mi blog Habana por dentro, que está en proceso de diseño y ojalá salga pronto. Otro volumen de cuentos titulado Los despreciados, que se publicará fuera del país, y un libro de minicuentos eróticos en el que hay un par de editoriales interesadas, que tendrá ilustraciones de Rocío García. No sabría decirte cuál saldrá primero.

Nota: En Isliada hemos publicado de Dazra Novak: La galería

Frank David Frías. La Habana, 1977. Narrador

Narrador. Ha publicado los libros de cuentos Una recta entre dos puntos negros (Extramuros, 2008), Rigor Mortis (Unicornio, 2009), La capital de los muertos (Atom-Press, 2010), Ellas quieren ser novias (Editora Abril, 2013) y Los malnacidos (Unicornio, 2017). Incluido en las antologías Isla en negro y La última colada. Ha obtenido los Premios Ernest Hemingway 2008, Alfredo Torroella 2009, Félix Pita Rodríguez 2009 y Calendario 2012. Colabora con el sitio digital Librínsula.