Reseña

Yunier, entre garzas y leones

Un grupo de leones, con la boca cosida por alambre, huye de una bandada de garzas hasta lanzarse por un precipicio. También una mujer, tan desesperada como los leones, se lanza al vacío para escapar de una realidad cada vez más insoportable. Así, con la imagen alucinante de los leones, indefensos y despavoridos, se inicia una novela de pequeño formato y gran intensidad: La edad de las ataduras de Yunier Riquenes García, publicada por Ediciones Matanzas, 2010.

Alguien dijo que la calidad de un libro se mide en buena parte por la capacidad del autor para atrapar al lector desde las primeras páginas. En este caso ha sido un acierto iniciar la narración con una de las pesadillas de la protagonista pues ella nos da la medida, no sólo de las complejidades internas del personaje sino de la tónica seguida en el desarrollo fabular en el que se entremezclan la realidad y un mundo onírico que, por igual, pertenecen a Marcia y resultan las dos caras de una misma moneda, muy poco atractiva, por cierto

El interés del autor se desplaza hacia las interioridades del mundo femenino centrado en cuatro mujeres: Leticia, la esposa abandonada por no poder darle al marido —de quien ha sido una esclava doméstica— el hijo varón que tanto desea; Marcia y Aleyda, víctimas del falocentrismo del padre durante una infancia rayana en la crueldad, y del machismo de sus esposos respectivos durante su vida matrimonial; y Vilma, la amiga y compañera de trabajo de Marcia, única en deshacerse de un esposo a quien ya no ama y buscar el camino de su felicidad personal. No por gusto Vilma, en las pesadillas de la protagonista, se pasea entre los leones como una reina entre sus vasallos.

La narración se desarrolla a partir de la óptica de Marcia, por lo cual no resulta extraño que sólo se ofrezcan pinceladas de las otras historias, sean del pasado o del presente. Sólo se conoce estrictamente lo que Marcia ve o recuerda y esta es un ser perturbado por una terrible desgracia personal que ha nublado su razón.

Yunier maneja este aspecto con eficacia. Si se lee el texto con la debida atención se encontrarán pequeñas claves que nos llevan de la mano hasta un final casi sorpresivo en el cual se agolpan los elementos definitorios de la tragedia personal del personaje protagónico. En mi opinión el autor ha sabido tomar por las riendas el argumento a fin de —sin explicitar demasiado— ofrecer los datos necesarios para que su novela (o noveleta) no caiga en el efectismo ni en un cierre tan poco verosímil que el lector sienta estafado. Esto se logra, sobre todo, gracias a la selección acertada del focalizador. Al tamizar los hechos a través de la mente perturbada de una mujer negada a aceptar la muerte de su único hijo, resulta lógico que sean sus pesadillas, las miradas conmiserativas y la preocupación hacia ella por parte de Aleyda y Vilma, el odio irracional de Marcia hacia el muchacho encargado del reclutamiento para el Servicio Militar, las que nos indiquen que algo no está bien en esta historia y que el desequilibrio del personaje va más allá de sus malos recuerdos infantiles o de sus problemas matrimoniales.

Otro aspecto de interés en La edad de las ataduras es el tratamiento del lenguaje. Si en el poemario Claustrofobias (Letras Cubanas, 2009) se notaba la mano de un narrador en muchas de las piezas componentes, en este último texto la poesía toma la revancha y se introduce entre sus páginas. Hay más de este último género que de narrativa en las pesadillas de Marcia y aun en buena parte de la realidad contada, la cual se mueve entre espacios indefinidos y, por momentos, surrealistas. El aferramiento del personaje protagónico al programa radial y al bolero de María Teresa Vera “Veinte años”, cuya letra intertextualiza la narradora, resultan convincentes, aunque pienso que pudo habérsele sacado más partido a la pieza musical dada la importancia que le concede Marcia y la interrelación entre la letra y su tragedia personal. De todas formas hay un dominio del lenguaje, un saber hacer, que demuestra la capacidad y el oficio de Yunier en materia narrativa.

Si hay, a mi juicio, una objeción que hacerle a este texto es el título. No existen recetas al respecto —ni recepciones por parte de los lectores idénticas— pero, al menos yo, no sentí la relación entre este y el contenido. No voy a hacer sugerencias al respecto. Los libros, como los hijos, son denominados por sus padres según sus preferencias o intereses, lo cual no quita para que no siempre esos nombres resulten efectivos.

En términos generales La edad de las ataduras es una buena novela. Amena y al mismo tiempo conmovedora. Profunda en su sondeo del alma humana y a un tiempo ligera en su estructura, cosa que el lector siempre agradece. Yunier ya había presentado sus credenciales como escritor en libros anteriores y resulta un digno representante de la más joven generación de narradores cubanos. Con este texto nos muestra, más allá de sus evidentes logros, que no tendrá que esperar “Veinte años” para ocupar el sitio merecido gracias a su tesón y talento.

Daysi Cué Fernández. Chaparra, 1942. Doctora en Ciencias Filológicas

Profesora consultante de la Universidad de Oriente. Miembro de la UNEAC y de la UNHIC. Sus trabajos ensayísticos han sido recogidos en diferentes publicaciones periódicas nacionales y en antologías cubanas y extranjeras. Es autora de los libros Ciudad de la memoria (2003); Y todos son sagrados (2004) y Plácido, el poeta conspirador (2007), que obtuvo el Premio de la Crítica Histórica Ramiro Guerra en 2008.