Narrativa

La mujer que amo

Rostros por Lisbeth Lima Hechavarría
Rostros por Lisbeth Lima Hechavarría

Hoy es domingo, pero para mí es como si fuese lunes. Un lunes más, tedioso y rutinario como todos. Hoy es domingo-lunes y de pinga levantarse a las cinco y media de la mañana cuando es domingo y se debe dormir hasta las doce, con el calor desesperante que desprenden las tejas de zinc a pleno medio día, y aunque quieres seguir enroscado en la cama, el sudor te corre por las nalgas y ya no aguantas más, pero resistes. 

La alarma del móvil suena con esa musiquita de amanecer feliz que Sheyla le pone, como para reírse en mi cara cada dos días siempre a esta misma hora mientras ella duerme como un tronco. Cierto que después se levanta y me prepara la cacharra del almuerzo, el desayuno, y no me explico cómo, pero le da tiempo a todo, hasta a ir al baño dos veces, antes y después de tomarse el café, claro, que luego voy yo a mi faena: carga cubo y descarga, carga cubo y descarga. Tal vez, ahora que lo pienso, si lo hubiese analizado mejor, la pincha en Comunales me habría salido más práctica. Al final, se gana una buena plata y los turnos son en las mañanas, barres lo que te toca y si te tiras tempranito: antes de las diez ya estás en la casa. Así me hubiese evitado las malas noches, y los malos días también, que, aunque duermo en mi camita cuando me toca el diurno, igual son 14 horas nalgas sentado comiendo mierda en una posta, rodeado de monte y con una lata pa’ sentarme, en el mejor de los casos. Eso sin contar los pleitos que me hubiese ahorrado con Sheyla, que a la larga no son más que por las nosecuántas noches al mes que paso fuera de casa. Pero ¡qué rico cuando llega el día del cobro!, ahí sí no piensa en los pleitos por mi falta de tiempo para acompañarla a las consultas del embarazo, ni en mi cansancio cuando ella quiere folleteo y yo estoy que no valgo un medio, y mucho menos en sus celos por las tipas que ve cuando me acompaña al parque donde me recoge el carro de la pincha. 

Hoy es domingo y ya estoy sentado en mi tabla de siempre cada vez que hago la posta veintiuno, a las ocho de la mañana, sin nada que hacer ni mirar, porque los domingos son días muertos. Los operadores de las máquinas se la pasan rascándose los huevos en sus garitas y hablando sandeces hasta que llegan las cuatro y media. Cuando los veo salir, comienzo a desesperarme, porque sé que no me toca hasta las siete y tanto cuando llega el turno de relevo y de ahí a entregar el armamento, pasar lista, formar, el carro que se demora, los muchachos que se van para la cafetería a ver qué hay y yo loco por irme y ellos comiendo mierda. 

El calor es insoportable este domingo. Las posiciones de guardia cerca de la costa son las peores, de día el salitre te quema, aunque el sol no te dé, y de noche los mosquitos, que parecen mamuts, hacen fiesta.  

El libro que me estoy leyendo ahora, recomendación de Sheyla, me entretiene bastante, pero se me cansa demasiado la vista. La luz de la posta es muy tenue y si salgo a sentarme afuera, el sol me va a castigar sin compasión. Al teléfono le queda poca carga, del mes que viene no pasa que le compre la batería nueva, ya está bueno de que el salario se me vaya como agua y no lo vea pasar. Entre los gastos de la comida y los antojos de Sheyla, ¡se me va la vida! Pero no es fácil, asere, mi mujer me tiene amarra’o por los cojones. Llevamos ocho años, y cuando la veo parece que acabamos de hacernos novios y estoy luchando el momento de hacerle el amor hasta secarme. Me la paso viviendo pa’ ella, y no me pesa en lo más mínimo, aunque tengamos problemas y molesto le diga que no se lo merece, por ser tan desconfiada y salarme la existencia con sus celos patológicos. Pero es que está también enamorada hasta las trancas, porque sí, Sheyla tiene trancas, sin duda alguna, con un pozo grande, divino y sin truco, pero con unas trancas de corazón y carácter que hay que contar hasta mil pa’ no darle un leñazo a veces. Me desespera, compadre, me saca del paso. Cuando se pone en fase, es todos los días con el mismo tiqui tiqui: si llego un poquito tarde me cuestiona cuando le digo que uno de los carros estaba roto y por eso la demora. Si tengo retén en un turno de descanso, o una reunión, o lo que sea, ya pone mala cara. Si tengo un olorcito raro, ahí va la preguntadera. Si un arañazo que no sé de dónde coño salió, se arma la gorda. Se monta cada película, que luego de irritarme solo me queda reír por sus locuras. Esa loca de mierda me cela como si quisiera a todas horas comerme de un bocado, digerirme y luego cagarme perfecto, moldeado a su antojo según su traje de ánimo diario. Pero ¿qué voy a hacer?, si como mismo me rejode la vida, me la pone sabrosa. 

A veces no, casi siempre, sólo, aquí en la pincha, me quedo lelo pensando en los momentos cuando hacemos el amor, que no son pocos en la semana a pesar del embarazo. Yo creí que ahora la libido se le pondría por el piso y estaría más irritada que de costumbre, que bueno, eso sí, pero de parar la acción nada de nada, está siempre ahí dale que te pego y ante cualquier chance: ella lista. Esa es una de las cosas que me encanta, siempre dispuesta mi loca catedrática a empañarse los espejuelos con el sudor de mi pene en su boca, porque es tan arrebatá’ que no se los quita ni para eso, además de que también está cegata la pobre, pero dice que eso sí lo ve perfectamente, solo que le gusta que se lo haga con ellos puestos, encima de la mesa del comedor, apartando la laptop, sus libros y el documento recién impreso del último capítulo de la novela que está escribiendo. Y eso también me excita, verla cada vez que paso, sentada en la cama, con las piernas cruzadas y la computadora encima, tecleando desenfrenada y moldeando las palabras con esos labios gruesos y los ojos bien abiertos como si fuese a meterse dentro de la pantalla, y cuando termina una idea vuelve a releer todo, en voz alta, se ríe de sus propias ocurrencias, a veces hasta se toca porque se moja con lo que escribe y dice que piensa en mí, que yo soy el molde, al menos para alguno de los rasgos de sus personajes. ¡Qué tipa mi Sheyla! 

Ayer mismo, bueno hoy por la madrugada, nos dieron casi las tres entre amarres y ojos vendados, fuetazos y habladera, porque eso sí, ella trae el paquete completo, lo mismo empieza a calentarme y de momento se detiene, para decirme que ella sabe que le estoy ocultando algo, que si mi actitud del otro día y hace pucheros y se guarda las tetas y tengo yo que ponerme pesao’ y mandarla pa’ la leña, pa’ que entonces ella, después de haber echado tres lágrimas, vuelva a parármela y se ponga frenética que no sabe lo que va a inventar, y me menee las nalgas cerquitica de la cara, pero atado a la cabecera de la cama no puedo tocarla y no me llegan los dientes pa’ darle una mordida aunque sea, y se aprovecha la muy perra. Después vuelve a parar en seco ya cuando estoy a punto y esa gracia la hace una y otra vez, una y otra vez, hasta que reviento los cordones de los zapatos con los que ella creía que me tenía sujeto y yo aparentaba estarlo. La cojo, rodeando con un solo brazo su cintura y ella grita, intentando huir, y empieza la fase de caperucita y el lobo. Luego de un ratico de “corre que te cojo”, la dejo que vuelva a ponerse encima creyendo que me gobierna, porque me mata verla en ese rol de dominatriz. Ahí se toma su tiempo, rozándome los pezones duros como piedras por todo el pecho y besándome con esa pasión de bruja maldita que me hace gemir como loco, hasta que por fin decide que ya es hora y se frota el clítoris mientras se traga mi lengua y empieza a decirme todo lo que le pasa por esa cabeza enferma: que me ama más que a nada en este mundo, que le encanta chuparme la pinga y que no la deje nunca, que sin mí no sabe vivir, ¡ay papi qué rico!, dime cómo se te pone cabrón y que le excita imaginarme en un trío con ella y otra puta más que le mame las tetas mientras se la meto, y me pide que le hale el pelo, ¡y papi me vengo!, me dice, y aprieta los ojos y se muerde la boca mientras me clava las uñas en el pecho. Cuando se viene, entonces comienza mi turno de dársela toda de verdad y tenemos orgasmos juntos, que ya se van con lo último que quedaba del arroz con vianda y carne que preparó para comer esa noche.¡Ay, Sheyla, Sheyla! Qué clase de loca romántica, profesora de literatura universal que tergiversó toda la historia del Quijote para contármela a su gusto, como si yo en mi vida hubiese oído hablar de Sancho y del caballo flaco ese. A veces me dan ganas de dejar que se vaya pa’ la mierda, cuando dice que va a recoger pa’ irse pa’ su casa, y yo le digo que haga lo que le dé la gana, que ya me da igual después de tantas fajetas por lo mismo, y me dice que para mí es muy fácil, que es ella la que está embarazada y sola, y lloramos los dos, yo por impotencia, ella porque lo tiene de hobby y pasado un rato vuelvo a aclararle todas sus dudas desde un principio, y le pido que la próxima vez ponga más de su parte antes de dejarse vencer por sus trastornos de la infancia, que yo no soy el cabrón de su padre que tanto daño causó a su familia, que jamás le mentiría porque veo por sus ojos y entonces me abraza y así nos quedamos enroscados hasta el otro día, con la panza que crece de por medio y la incertidumbre de cuál podrá ser la locura de mañana.

Lisbeth Lima Hechavarría. 1995, Santiago de Cuba.

Licenciada en Biología, especialista en Antropóloga Física. Egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, La Habana en 2014. Ha publicado los libros: Rostros (Editorial Primigenios, EE.UU., 2021), Matices de vida (Libros Duendes, Ecuador, 2021), Bestias Interiores (Ilíada Ediciones, 2022), Zona Inexplorada (Cubaliteraria, 2023) y Escaleras de mar (Ediciones Luminarias, 2023). Aparece publicada en varias antologías y revistas de Cuba, y otros diez países. Ha ganado los premios Casatintas (2021), Farraluque de Literatura Erótica (2022) y obtenido menciones y sido finalista en varios concursos. Obtuvo en 2023 la Beca de Escritura Creativa Transcultura (UNESCO-Unión Europea) y fue ganadora del Programa de Estudios Literarios y Culturales Latinoamericanos para realizar un máster en la Pontífica Universidad Católica de Valparaíso, Chile (2024). Fue Jefa de la Sección de Literatura y Vicepresidenta de la filial santiaguera de la Asociación Hermanos Saíz (AHS).