La cena de las cenizas

Resumen del libro: "La cena de las cenizas" de

La cena de las cenizas es una obra filosófica del renacentista italiano Giordano Bruno, publicada en Londres en 1584. Se trata de uno de los primeros diálogos en los que Bruno expone y defiende su visión de un universo infinito, basada en la teoría heliocéntrica de Copérnico.

La obra consta de cinco diálogos que se desarrollan durante una cena celebrada el miércoles de ceniza, día que marca el inicio de la cuaresma en el calendario cristiano. Los interlocutores son el propio Bruno, que se presenta bajo el seudónimo de Filoteo; el embajador francés Michel de Castelnau, que acoge la cena en su casa; y dos personajes ficticios: Teofilo, un joven noble italiano interesado por la nueva filosofía; y Dicsono, un erudito conservador que representa la posición aristotélica y escolástica.

En los diálogos, Bruno explica y argumenta las principales tesis de su cosmología: la existencia de un universo infinito, compuesto por una materia eterna y mutable que se expresa en una pluralidad de mundos habitados; la negación de la distinción entre cielo y tierra, y entre lo natural y lo sobrenatural; la afirmación de la omnipresencia y la inmanencia de Dios en todas las cosas; y la concepción de la naturaleza como un organismo vivo y dinámico, regido por leyes matemáticas y simbólicas.

La obra es también una crítica a la filosofía aristotélica, que Bruno considera obsoleta e incompatible con los descubrimientos científicos de su época. Bruno se burla de los peripatéticos, a los que llama «cenizos», por su apego a las autoridades tradicionales y su incapacidad para aceptar la novedad y la diversidad. Al mismo tiempo, reconoce los méritos de Copérnico, pero señala sus limitaciones y contradicciones, y propone superarlas con una filosofía más radical y coherente.

La cena de las cenizas es una obra fundamental para comprender el pensamiento de Bruno y su contribución a la revolución científica del siglo XVI. Es también una muestra de su estilo literario, lleno de ironía, humor, erudición y poesía.

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INTRODUCCIÓN

Erunt etiam altera bella
atque iterum ad Troiam magnus mittetur Achilles

«Non cessat providentia deorum (dixerunt Aegyptij Sacerdotes) statutis quibusquam temporibus mittere hominibus Mercurios quosdam; etiam si eosdem minime vel male receptum iri praecognoscant. Nec cessat intellectLs, atque sol iste sensibilis semper iIIuminare, ob eam causam quia nec semper, nec omnes animadvertimus».

(G. Bruno: De umbris idearum)

El 17 de febrero de 1600 la plaza romana de Campo dei Fiori veía cómo Giordano Bruno, despojado de sus ropas y desnudado y atado a un palo… con la lengua… aferrada en una prensa de madera para que no pudiese hablar… fue quemado vivo en cumplimiento de la sentencia dictada potos días antes por el tribunal romano de la Inquisición, tras un largo y tortuoso proceso que, empezado en Venecia en 1592, había continuado en Roma desde 1593. Declarado hereje impenitente, pertinaz y obstinado, el tribunal inquisitorial lo proscribía de la Iglesia, y si ciertamente la condena no era una condena de la ciencia, sino de un hereje anticristiano, no dejaba por ello de ser menos cierto que se llevaba a la hoguera a un pensador por sus opiniones religiosas (en una reafirmación del rechazo por la Iglesia de la concepción política de la religión y de la independencia y superioridad del discurso filosófico-natural) y por la articulación que él había efectuado de reforma cosmológica y posición religiosa. De resultas de ello la nueva cosmología (heliocentrismo y movimiento de la Tierra, universo infinito, pluralidad de mundos animados…) se evidenciaba sospechosa para los guardianes de la ortodoxia, y con la condena del copernicanismo herético de Bruno se ponía la primera piedra para el ulterior proceso y condena de Galileo.

La condena de Bruno se extendía también a toda su obra filosófica: todos los libros que cayeran en las manos del Santo Oficio deberían ser destruidos públicamente y quemados en la plaza de San Pedro, amén por supuesto de ser incluidos en el Índice de Libros Prohibidos. Una losa de silencio pasaba de esta manera a cubrir la producción intelectual de Bruno: ninguna de sus obras será reeditada o traducida antes del siglo XVIII. El silencio prudente en los países católicos sólo será vencido para —como en el caso de Mersenne, que veía en el mecanicismo y en la física matemática el medio más seguro para reafirmar la fe cristiana y la trascendencia de lo divino frente a la impiedad de libertinos, ateos y deístas de cuño mágico-naturalista con su inmanentismo divino y su concepción taumatúrgica de la naturaleza— señalar que Bruno era un des plus mechans hommes que la Terre porta jamais.

En los países reformados, sin embargo, su presencia latente se hacía sentir con más fuerza. Si Kepler expresaba sobre todo el temor angustiado de que Bruno tuviera razón y el universo fuera efectivamente infinito con las estrellas fijas como otros tantos soles con sus sistemas planetarios equivalentes al nuestro, otros autores recogían sin nombrarlo y positivamente sus sugerencias. En Inglaterra, Nicholas Hill desarrollará, con su Philosophia epicurea, la filosofía bruniana del minimo y de la pluralidad de los mundos habitados, mientras autores como F. Godwin y J. Wilkins asumirán en vena literaria la posibilidad de un mundo habitado en la Luna, desplegando un género pronto traspasado a Francia y del que son testimonios las obras de Cyrano de Bergerac y Fontenelle.

La reemergencia filosófica de Bruno (y ahora en su calidad de metafísico) se produce, sin embargo, en la Alemania de finales del siglo XVIII, cuando Friedrich Heinrich Jacobi añade en 1789 —como apéndice a la segunda edición de sus Briefe an Herrn Moses Mendelssohn über die Lehre des Spinoza— un resumen de la doctrina bruniana expuesta en su De la causa, principio e uno, perfecta exposición, según él, de la doctrina monista y de la inmanencia de lo divino:

Mein Hauptzweck bei diesem Auszuge ist, durch die Zusammenstellung des Bruno mit dem Spinoza gleichsam die Summa der Philosophie des 9En kai\ Pan in meinem Buche darzulegen… Schwerlich kann man einen reineren und schöneren Umriss des Pantheismus im weitesten Verstanden geben als ihn Bruno zog.

Aunque autores como Hamann, Herder y Goethe habían mostrado ya interés por Bruno desde la perspectiva del monismo, inmanentismo y animismo universal, será la obra de Jacobi y el gran impacto del Pantheismusstreit lo que ponga en el centro del debate filosófico alemán la figura de Bruno al lado de la de Spinoza, y si en comparación con Spinoza Bruno tenía la desventaja de la casi inaccesibilidad de su obra y del carácter exuberante de su discurso (tan lejos de la precisión y sistematicidad del cartesianismo y de Spinoza); lo cierto es que para el pensamiento alemán postkantiano (deseoso de elaborar una filosofía nacional, antifrancesa, es decir, antimecanicista y por ende animista y teleologista; en relación en este punto con la perspectiva teleológica que, al menos como idea regulativa, había introducido Kant en su Crítica del juicio) la reflexión bruniana estaba más cerca de esos objetivos que el mecanicismo spinoziano y al mismo tiempo abría también la puerta a esa recuperación de la cosmología naturalista y de la tradición platónica y neoplatónica consustancial al movimiento idealista y romántico alemán.

Podemos comprender, por tanto, la razón del titulo de Schelling de 1802: Bruno oder Ober das göttliche und natürliche Prinzip der Dinge, así como la conexión con Bruno de la naturaleza schellinguiana, aunque su derivación no fuera directa, pues Schelling, al parecer, dependía enteramente del resumen de Jacobi. En todo caso es esta especificidad de la cultura alemana lo que explica que fuera en Alemania donde se llevaran a cabo las primeras ediciones modernas de la obra bruniana: Adolf Wagner edita los libros italianos en 1829 y seis años más tarde August-Friedrich Gfrörer hace lo mismo con la obra latina. También podemos insertar dentro de esta oleada la cuidadísima edición de los diálogos italianos llevada a cabo por Lagarde en 1888.

Por estos años, sin embargo, se había sumado a la resurrección bruniana el movimiento político-cultural del Risorgimento italiano: Bruno es un héroe nacional, muestra del origen italiano del mundo europeo moderno y también de la yugulación de ese movimiento de renovación por el oscurantismo clerical. Bruno era visto selectiva, unilateral e interesadamente como un adalid de la ciencia moderna y de la libertad de pensamiento; su proceso y ejecución eran la muestra explicita (previa al caso de Galileo) de la oposición de la Iglesia a la modernidad: a la libertad, a la ciencia y a la posibilidad de una Italia moderna. Así pues, nuestro autor, al igual que Maquiavelo, es uno de los mitos en la lucha —en buena medida anticlerical— por la construcción nacional italiana. Este ambiente produce la edición todavía hoy canónica de la obra latina, actividad editorial posteriormente complementada con la edición gentiliana de los diálogos italianos.

I. Los primeros años de Bruno (1548-1581)

Todo esto empezó (si es lícito utilizar esta expresión) en enero o febrero de 1548, cuando en la pequeña localidad de Nola —en la Campania, muy cerca de Nápoles— nacía en el seno de una modesta familia Filippo Bruno, que luego cambiaría su nombre de pila por el de Giordano. Muy pocos datos poseemos sobre su primera formación, pero es seguro que en 1562 llegaba a Nápoles para aprender humanidades y dialéctica, en un momento de repliegue y contracción cultural, consecuencia de la vigilancia y represión de las autoridades eclesiásticas y españolas: a la dispersión del círculo valdesiano se suman los golpes experimentados por las academias literario-filosóficas. A todo ello se añadirá la aplicación de los resultados del concilio de Trento, que en aquel mismo año comenzaba su sesión final, en la cual se producirá la derrota de las posiciones moderadas, concordistas y políticas (de inspiración platónica o erasmiana, tendentes a poner puentes hacia una recuperación de la herejía) y el triunfo del sectarismo y la intolerancia bajo la férula del aristotelismo teológico y en el marco de la vigilancia más estricta (hoy, quizá, diríamos el terror).

Parece que la primera formación filosófica llevó a Bruno en la dirección del averroísmo y de la aversión al humanismo puramente filológico y retórico. Acaso también proceda ya de este momento su familiaridad y su inserción en el complejo y ambiguo movimiento filosófico-religioso del platonismo renacentista de inspiración ficiniana. No ofrece duda alguna, por el contrario, su interés por el arte de la memoria, despertado por la lectura de una obra mnemotécnica del afamado Pietro di Ravena. Componentes motores y constantes de su reflexión filosófica se hallan ya presentes en un Bruno que en 1565 ingresa como novicio en el convento dominicano de Nápoles, en una decisión tanto más sorprendente cuanto que por esas mismas fechas —como reconocería más tarde en los interrogatorios del proceso— se le manifestaron las primeras dudas racionales ante la Trinidad y la inadecuación del concepto de persona: questa opinione l’ho tenuto da disdotto’anni della mía età fin ad esso.

No tardaron en manifestarse los choques con la rígida atmósfera de la Orden: menosprecio de la literatura moderna edificante centrada en torno a la Virgen, rechazo de las imágenes de los santos para quedarse sólo con el crucifijo. Ordenado sacerdote en 1572, el conflicto definitivo vino motivado por su ardiente defensa, en el curso de una discusión, de que la auténtica posición de Arrio sobre la relación entre Padre e Hijo había sido interpretada tradicionalmente de forma errónea. Ello llevó a la instrucción de un proceso, cuyas diligencias mostraron también la lectura bruniana —violando la prohibición expresa de la Orden— de obras erasmianas. Bruno pensó (era el año 1576) que lo más prudente era escapar, dado que su conflicto con la ortodoxia no afectaba ad articoli leggieri, ma intorno alla incarnazione del Salvator nostro ed alla santissima Trinità.

La cena de las cenizas de Giordano Bruno

Giordano Bruno. Filósofo y poeta italiano, también destacó como astrónomo y está considerado uno de los grandes pensadores del renacimiento. Religioso dominico, sus estudios filosóficos y astronómicos, en los que defendía el heliocentrismo o el movimiento de los átomos, provocaron su condena a muerte por parte de la Iglesia Católica.

Durante toda su vida religiosa, Bruno tuvo problemas con la curia romana y fue acusado varias veces de herejía. También se mostró cercano al Calvinismo, pero allí siguió con los mismos problemas dogmáticos.

Buscando mayor libertad, Bruno acudió a Francia e Inglaterra, donde logró publicar la mayor parte de su trabajo y ser profesor en París y Oxford. En Fráncfort escribió sus poemas, recluido en un convento Carmelita.

En 1591, Bruno fue entregado a la Santa Inquisición por Giovanni Mocenigo y, tras un proceso en el que se negó a retractarse de sus teorías, fue condenado a la hoguera en el año 1600.