Pálida luz en las colinas

Resumen del libro: "Pálida luz en las colinas" de

Después del suicidio de su hija mayor, Etsuko, una japonesa de cincuenta años instalada en Inglaterra, rememora momentos de su vida. Quizá la explicación de esta tragedia familiar se encuentre agazapada en aquel Japón de los años cincuenta que se recuperaba de las heridas de la guerra y del traumatismo de la bomba atómica… En la memoria de Etsuko aparece de forma obsesiva, recurrente la imagen de otra mujer, Sachiko, una amiga y vecina que vivía sola con su hija Mariko. Dos personajes enigmáticos, a cuál más inquietante. La pequeña Mariko parece haber vivido una cruel y dolorosa experiencia, que reduce a la nada, tanto para ella como para su madre, la esperanza de una vida tranquila, lejos de las ataduras de la rígida tradición japonesa. La relación ambigua de Etsuko con Sachiko y Mariko está en el centro del enigma del libro. ¿El examen del pasado conseguirá exorcizar los demonios del presente?

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Primera parte

1

Niki, el nombre que al final le pusimos a mi hija pequeña, no es una abreviatura, fue un acuerdo al que llegué con su padre. Por paradójico que parezca, fue él quien quiso ponerle un nombre japonés, pero yo, impulsada quizá por el deseo egoísta de no querer recordar el pasado, insistí en un nombre inglés. Al final, consintió en ponerle Niki, pensando que este nombre tenía ciertas resonancias orientales.

Niki vino a verme a principios de este año, en abril, cuando los días eran todavía fríos y húmedos. Quizá tenía intención de quedarse más tiempo, no lo sé, pero mi finca y la calma que allí reinaba la intranquilizaban y, poco tiempo después noté que se sentía ansiosa por volver a su vida en Londres. Oía mis discos de música clásica con impaciencia y hojeaba rápidamente una revista tras otra. La llamaban por teléfono constantemente y entonces ella, con unas ropas muy ceñidas que apretaban su delgada silueta, cruzaba la alfombra dando zancadas, asegurándose de cerrar la puerta para que yo no alcanzase a oír la conversación. Al cabo de cinco días, se marchó.

Hasta el segundo día no mencionó a Keiko. Era una mañana de viento, gris, y habíamos acercado los sillones al ventanal para ver caer la lluvia en el jardín.

–¿Esperabas que fuese? –me preguntó–. Al funeral, quiero decir.

–No, supongo que no. En realidad, no pensé que fueras a ir.

–Me desconcertó oír hablar de ella. Estuve a punto de asistir.

–En ningún momento conté con que fueses.

–La gente no sabía lo que me pasaba –dijo–. No se lo conté a nadie. Supongo que me sentía violenta. En realidad, nadie lo habría comprendido. Nadie habría comprendido mi actitud. La gente piensa que las hermanas son personas a las que estás muy unida. Quizá no les tienes mucho aprecio, pero estás muy unida a ellas. Sin embargo, no era ese mi caso. Ahora ni siquiera recuerdo su aspecto.

–Sí, ya ha pasado bastante tiempo desde que la viste por última vez.

–Solo la recuerdo como alguien que solía hacerme desgraciada. Eso es lo que recuerdo de ella. Sin embargo, lo lamenté mucho cuando me enteré.

Quizá no fuese la calma lo único que impulsó a mi hija a volver a Londres. Aunque nunca nos explayábamos mucho en torno a la muerte de Keiko, era un tema cuya presencia sentíamos cerca, a nuestro alrededor, cada vez que hablábamos.

Keiko, a diferencia de Niki, era totalmente japonesa, y más de un periódico se apresuró a resaltar esta circunstancia. Los ingleses son muy dados a pensar que en nuestra raza el suicidio es algo instintivo, como si no fuese necesario dar más explicaciones; por eso, lo único que contaron fue que era japonesa y que se había ahorcado en su habitación.

Esa misma noche, estaba yo de pie junto al ventanal, contemplando la oscuridad, cuando detrás de mí oí decir a Niki:

–¿En qué estás pensando ahora, madre?

Ella estaba echada en el sofá, con un libro en las rodillas.

–Estaba pensando en alguien que conocí una vez. Una mujer.

–¿Alguien que conociste cuando tú…, antes de venir a Inglaterra?

Pálida luz en las colinas – Kazuo Ishiguro

Kazuo Ishiguro. Un escritor británico nacido en Nagasaki, Japón, en 1954, trasciende fronteras culturales con su prosa evocadora y psicológica. Criado en Inglaterra desde los cinco años, sus raíces japonesas y su experiencia de vida dual influyen en su obra, marcada por una exploración profunda de la memoria y la identidad.

Después de completar sus estudios, Ishiguro se involucró en la escritura creativa, donde su talento floreció bajo la tutela de notables figuras como Angela Carter y Malcolm Bradbury. Su primera novela, "A Pale View of Hills" (1982), estableció su estilo distintivo, tejiendo historias de la posguerra japonesa con elementos de nostalgia y melancolía.

Con obras como "Lo que queda del día" (1989), Ishiguro alcanzó renombre internacional, explorando temas de amor no correspondido y pérdida a través de una prosa meticulosa y conmovedora. Su capacidad para capturar la complejidad de la psique humana se refleja en novelas como "Nunca me abandones" (2005), una meditación sobre la ética y la humanidad en un mundo distópico.

Reconocido con el Premio Nobel de Literatura en 2017, Ishiguro es aclamado por su habilidad para crear narrativas que revelan las profundidades ocultas de la experiencia humana. Su legado literario abarca una amplia gama de géneros, desde novelas hasta cuentos, y ha sido traducido a numerosos idiomas, consolidando su lugar como uno de los escritores más influyentes de su generación. Con su última obra, "Klara y el Sol" (2021), Ishiguro continúa cautivando a lectores de todo el mundo con su poderosa exploración de la condición humana en todas sus facetas.