Contacto

Resumen del libro: "Contacto" de

Ellie Arroway es una científica especializada en la búsqueda de mensajes extraterrestres inteligentes. Sus extraordinarias dotes y perseverancia la llevan al frente de un ambicioso proyecto que culmina con la recepción de un mensaje de radio desde la lejana estrella Vega, donde una civilización inteligente está dispuesta a establecer contacto con la Tierra y cuenta con tecnología para ello. El mundo se ve conmocionado ante la enormidad del acontecimiento: ¿se avecina una debacle apocalíptica o, por el contrario, estamos ante el amanecer de una increíble era de armonía con el resto del universo?

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Capítulo uno

Según los criterios humanos, era imposible que se tratara de algo artificial puesto que tenía el tamaño de un mundo. Empero, su apariencia era tan extraña y complicada, era tan obvio que estaba destinado a algún propósito complejo, que sólo podría ser la expresión de una idea. Se deslizaba en la órbita polar en torno de la gran estrella blanco azulada y se asemejaba a un inmenso poliedro imperfecto, que llevaba incrustadas millones de protuberancias enferma de tazones, cada uno de las cuales apuntaba hacia un sector en particular del cielo para atender a todas las constelaciones. El mundo poliédrico había desempeñado su enigmática junción durante eones. Era muy paciente. Podía darse el lujo de esperar eternamente.

Al nacer no lloró. Tenía la carita arrugada. Luego abrió los ojos y miró las luces brillantes, las siluetas vestidas de blanco y verde, la mujer que estaba tendida sobre una mesa. En el acto le llegaron sonidos de algún modo conocidos. En su rostro tenía una rara expresión para un recién nacido: de desconcierto, quizá.

A los dos años, alzaba los brazos y pedía muy dulcemente: «Upa, papá». Los amigos de él siempre se sorprendían por la cortesía de la niña.

—No es cortesía. Antes lloraba cuando quería que la levantaran en brazos. Entonces, una vez le dije: «Ellie, no es necesario que grites. Sólo pídeme, ‘Papá, upa'». Los niños son muy inteligentes, ¿no, Pres?

Encaramada sobre los hombros de su padre y aferrada a su pelo ralo, sintió que la vida era mejor ahí arriba, mucho más segura que cuando había que arrastrarse en medio de un bosque de piernas. Allá abajo, uno podía recibir un pisotón, o perderse. Se sostuvo entonces con más fuerza.

Luego de dejar atrás a los monos, dieron vuelta en la esquina y llegaron frente a un animal de cuello largo y moteado, con pequeños cuernos en la cabeza.

—Tienen el cuello tan largo que no les puede salir la voz —dijo papá.

Ellie se condolió de la pobre criatura, condenada al silencio. Sin embargo, también se alegró de que existiera, de que fueran posibles esas maravillas.

—Vamos, Ellie —la alentó suavemente la mamá —. Léelo.

La hermana de su madre no creía que Ellie, a los tres años, supiera leer. Estaba convencida de que los cuentos infantiles los repetía de memoria. Ese fresco día de marzo iban caminando por la calle State y se detuvieron ante un escaparate donde brillaba una piedra de color rojo oscuro.

—Joyero —leyó lentamente la niña, pronunciando tres sílabas.

Con sensación de culpa, entró en la habitación. La vieja radio Motorola se hallaba en el estante que recordaba. Era enorme, pesada, y al sostenerla contra su pecho, casi se le cae. En la tapa de atrás, se leía la advertencia: «Peligro. No abrir». Sin embargo, ella sabía que, si no estaba enchufada, no corría riesgos. Con la lengua entre los labios, sacó los tornillos y contempló el interior. Tal como lo sospechaba, no había orquestas ni locutores en miniatura que vivieran su minúscula existencia anticipándose al momento en que el interruptor fuera llevado a la posición de encendido. En cambio, había hermosos tubos de vidrio que en cierto modo se parecían a las lamparitas de la luz. Algunos se asemejaban a las iglesias de Moscú que ella había visto en la ilustración de un libro. Las puntas que tenían en la base calzaban perfectamente en unos orificios especiales. Accionó la perilla de encendido y enchufó el aparato en un tomacorriente cercano. Si ella no lo tocaba, si ni siquiera se acercaba, ¿qué daño podría causarle?

Carl Sagan. Carl Edward Sagan, nacido el 9 de noviembre de 1934 en Nueva York y fallecido el 20 de diciembre de 1996 en Seattle, es recordado como uno de los mentores intelectuales más influyentes del siglo XX. Este polifacético científico estadounidense no solo deslumbró en los campos de la astronomía, astrofísica y cosmología, sino que también se destacó como astrobiólogo, escritor y, sobre todo, como un apasionado divulgador científico.

Comenzando su carrera académica como profesor asociado en la Universidad de Harvard y posteriormente ascendiendo a la cátedra David Duncan de Astronomía y Ciencias del Espacio en la Universidad de Cornell, Sagan dejó huella como el primer científico en ocupar este prestigioso cargo, además de dirigir el Laboratorio de Estudios Planetarios.

Su incansable defensa del pensamiento escéptico y el método científico lo catapultó como pionero en el estudio de la exobiología y en la promoción del proyecto SETI, una iniciativa que buscaba señales de inteligencia extraterrestre. Sagan no solo teorizó sobre la vida en otros planetas, sino que impulsó la inclusión de mensajes a bordo de sondas espaciales para comunicar nuestra existencia a posibles civilizaciones extraterrestres.

Sin embargo, el alcance de la influencia de Carl Sagan trasciende sus contribuciones científicas. Su genialidad se hizo palpable para el público en general a través de la galardonada serie documental "Cosmos: Un viaje personal", emitida en 1980 y narrada por él mismo. Esta serie, vista por más de 500 millones de personas en aproximadamente 60 países, estableció a Sagan como uno de los divulgadores científicos más respetados y queridos de la historia.

Pero el legado literario de Sagan va más allá de la pantalla. Su obra maestra, "Cosmos", acompañó la serie y se convirtió en un bestseller internacional. Además, la novela de ciencia ficción "Contact", publicada en 1985, destacó sus habilidades narrativas al fusionar la ciencia con la imaginación. Su capacidad para comunicar complejas ideas científicas con claridad y emoción es evidente en los más de una veintena de libros de divulgación científica que dejó tras de sí.

Carl Sagan fue galardonado con el Premio Pulitzer de "Literatura general de no ficción" en 1978 por su obra "Los dragones del Edén". A lo largo de su vida, recibió numerosos premios y reconocimientos por su impactante labor como comunicador de la ciencia y la cultura.

En la intersección entre ciencia y literatura, Carl Sagan se erige como un faro que ilumina la comprensión del cosmos para expertos y legos por igual. Su habilidad para traducir la maravilla del universo en palabras sencillas y apasionadas asegura que su legado perdure como una fuente eterna de inspiración y conocimiento.