El amante

El amante, una novela de Marguerite Duras

Resumen del libro: "El amante" de

Marguerite Duras, adolescente, en el período que ella reconstruye en este libro. Marguerite Duras se convierte de la noche a la mañana, con El amante, en una autora solicitada por todos los públicos. Y, además, recibe poco después, en noviembre de 1984. el prestigioso Premio Goncourt. A todos emociona sin duda esta narración autobiográfica en la que la autora expresa, con la intensidad del deseo, esa historia de amor entre una adolescente de quince años y un rico comerciante chino de veintiséis. Esa jovencita bellísima, pero pobre, que vive en Indochina, no es otra que la propia escritora quien, hoy, recuerda las relaciones apasionadas, de intensos amor y odio, que desgarraron a su familia y, de pronto, grabaron prematuramente en su rostro los implacables surcos de la madurez. Pocas personas —y en particular mujeres— permanecerán inmunes a la contagiosa pasión que emana de este libro.

Libro Impreso

Un día, ya entrada en años, en el vestíbulo de un edificio público, un hombre se me acercó. Se dio a conocer y me dijo: «La conozco desde siempre. Todo el mundo dice que de joven era usted hermosa, me he acercado para decirle que en mi opinión la considero más hermosa ahora que en su juventud, su rostro de muchacha me gustaba mucho menos que el de ahora, devastado».

Pienso con frecuencia en esta imagen que sólo yo sigo viendo y de la que nunca he hablado. Siempre está ahí en el mismo silencio, deslumbrante. Es la que más me gusta de mí misma, aquélla en la que me reconozco, en la que me fascino.

Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde. A los dieciocho años ya era demasiado tarde. Entre los dieciocho y los veinticinco años mi rostro emprendió un camino imprevisto. A los dieciocho años envejecí. No sé si a todo el mundo le ocurre lo mismo, nunca lo he preguntado. Creo que me han hablado de ese empujón del tiempo que a veces nos alcanza al transponer los años más jóvenes, más gloriosos de la vida. Ese envejecimiento fue brutal. Vi cómo se apoderaba de mis rasgos uno a uno, cómo cambiaba la relación que existía entre ellos, cómo agrandaba los ojos, cómo hacía la mirada más triste, la boca más definitiva, cómo grababa la frente con grietas profundas. En lugar de horrorizarme seguí la evolución de ese envejecimiento con el interés que me hubiera tomado, por ejemplo, por el desarrollo de una lectura. Sabía, también, que no me equivocaba, que un día aminoraría y emprendería su curso normal. Quienes me conocieron a los diecisiete años, en la época de mi viaje a Francia, quedaron impresionados al volver a verme, dos años después, a los diecinueve. He conservado aquel nuevo rostro. Ha sido mi rostro. Ha envejecido más, por supuesto, pero relativamente menos de lo que hubiera debido. Tengo un rostro lacerado por arrugas secas, la piel resquebrajada. No se ha deshecho como algunos rostros de rasgos finos, ha conservado los mismos contornos, pero la materia está destruida. Tengo un rostro destruido.

Diré más, tengo quince años y medio.

El paso de un transbordador por el Me-kong.

La imagen persiste durante toda la travesía del río.

Tengo quince años y medio, en ese país las estaciones no existen, vivimos en una estación única, cálida, monótona, nos hallamos en la larga zona cálida de la tierra, no hay primavera, no hay renovación.

Estoy en un pensionado estatal, en Saigón. Duermo y como ahí, en ese pensionado, pero voy a clase fuera, a la escuela francesa. Mi madre, maestra, desea enseñanza secundaria para su niña. Para ti necesitaremos la enseñanza secundaria. Lo que era suficiente para ella ya no lo es para la pequeña. Enseñanza secundaria y después unas buenas oposiciones de matemáticas. Desde mis primeros años escolares siempre oí esa cantinela. Nunca imaginé que pudiera escapar de las oposiciones de matemáticas, me contentaba relegándolas a la espera. Siempre vi a mi madre planear cada día el futuro de sus hijos y el suyo. Un día ya no fue capaz de planear grandezas para sus hijos y planeó miserias, futuros de mendrugos de pan, pero lo hizo de manera que también tales planes siguieron cumpliendo su función, llenaban el tiempo que tenía por delante. Recuerdo las clases de contabilidad de mi hermano menor. De la escuela Universal, cada año, en todos los niveles. Hay que ponerse al corriente, decía mi madre. Duraba tres días, nunca cuatro, nunca. Nunca. Cuando cambiábamos de destino abandonábamos la escuela Universal. Volvíamos a empezar en el nuevo. Mi madre aguantó diez años. Todo era inútil. El hermano menor se convirtió en un simple contable en Saigón. Al hecho de que la escuela Violet no existiera en la colonia debemos la marcha de mi hermano mayor a Francia. Durante algunos años permaneció en Francia para estudiar en la escuela Violet. No terminó. Mi madre no debió hacerse ilusiones. Pero no podía elegir, era necesario separar a aquel hijo de los otros dos hermanos. Durante algunos años no formó parte de la familia. En su ausencia, la madre compró la concesión. Terrible aventura, pero para nosotros, los niños que nos quedamos, menos terrible de lo que hubiera sido la presencia del asesino de los niños de la noche, de la noche del cazador.

El amante – Marguerite Duras

Marguerite Duras. Cuyo verdadero nombre era Marguerite Germaine Marie Donnadieu, es una figura icónica en la literatura y el cine francés del siglo XX. Nacida el 4 de abril de 1914 en Gia Định, Vietnam, mientras esta región formaba parte de la Indochina francesa, Duras dejó una huella imborrable en el mundo de las letras y la cinematografía con su excepcional talento.

La infancia y adolescencia de Duras, vividas junto a su madre en Indochina, influyeron profundamente en su obra literaria. Su llegada a Francia a los dieciocho años marcó el comienzo de una carrera literaria y cinematográfica extraordinaria. Estudió Derecho, Matemáticas y Ciencias Políticas en Francia antes de trabajar como secretaria en el Ministerio de las Colonias durante los años de 1935 a 1941.

La vida personal de Duras estuvo marcada por eventos dramáticos, como su matrimonio con Robert Antelme en 1939 y la pérdida de su hijo en 1942. Durante la Segunda Guerra Mundial, ella y su amante, Dionys Mascolo, participaron activamente en la Resistencia francesa, experiencias que influirían en su obra.

Duras es conocida por su estilo narrativo único, que evolucionó desde influencias anglosajonas hasta formas del "nouveau roman". Su novela autobiográfica "Un dique contra el Pacífico" (1950) es un ejemplo destacado de su capacidad para transformar recuerdos de la infancia en obras literarias conmovedoras.

Entre sus obras más destacadas se encuentran "El amante" (1984), que ganó el Premio Goncourt, y "Hiroshima, mon amour", que sirvió de base para la película homónima dirigida por Alain Resnais en 1958. Duras también incursionó en la dirección cinematográfica, con películas como "India Song" y "Los niños".

La vida de Marguerite Duras estuvo impregnada de desamor maternal y soledad, temas que se reflejan en toda su obra. A lo largo de su carrera, escribió alrededor de cuarenta novelas y una docena de obras de teatro, dejando un legado literario y cinematográfico inigualable. Su pasión por la escritura y su habilidad para explorar la psicología de los personajes la convierten en una figura literaria inmortal. Su última obra, "C'est tout", es un testimonio conmovedor de su vida y su obsesión con la escritura, y Marguerite Duras falleció solo tres días después de la última entrada en este libro, dejando una profunda huella en el mundo de la literatura y el cine.