El último cliente de la noche

París. Foto por Grillot edouard en Unsplash
Foto por Grillot edouard en Unsplash

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La carretera atravesaba la Auvernia y el Cantal. Habíamos salido de Saint-Tropez por la tarde, y condujimos hasta entrada la noche. No recuerdo exactamente qué año era, fue en pleno verano. Lo conocía desde principios de año. Lo había encontrado en un baile al que había ido sola. Es otra historia. Quiso parar antes del amanecer en Aurillac. El telegrama había llegado con retraso, había sido enviado a París, y luego reenviado de París a Saint-Tropez. El entierro debía tener lugar al día siguiente, a última hora de la tarde. Hicimos el amor en el hotel «Aurillac», y luego volvimos a hacerlo. Por la mañana lo hicimos de nuevo. Creo que fue allí, durante este viaje, cuando el deseo se esclareció en mi cabeza. Por él. Creo. Pero, estoy menos segura. Pero por él, sin duda, sí, desde el momento que se unía a mí en este deseo. Pero él, como otro, como el último cliente de la noche. Apenas dormimos, y reemprendimos el viaje muy pronto. Era una carretera muy bonita y terrible, interminable, con curvas cada cien metros. Sí, fue durante este viaje. Esto nunca se ha vuelto a repetir en mi vida. El lugar ya estaba allí. Sobre el cuerpo. En estas habitaciones de hotel. Sobre las orillas arenosas del río. El lugar era oscuro. Estaba también en los castillos, en sus muros. En la crueldad de las cacerías. De los hombres. En el miedo. En los bosques. En el desierto de las alamedas. De los estanques. Del cielo. Tomamos una habitación al borde del río. Volvimos a hacer el amor. No podíamos hablarnos más. Bebíamos. En la sangre fría, golpeaba. El rostro. Y ciertos lugares del cuerpo. No podíamos acercarnos ya el uno al otro sin tener miedo, sin temblar. Me llevó hasta lo alto del parque, a la entrada del castillo. Estaban los de Pompas Fúnebres, los guardianes del castillo, el ama de mi madre y mi hermano mayor. A mi madre no la habían metido todavía en el ataúd. Todo el mundo me esperaba. Mi madre. Besé la frente helada. Mi hermano lloraba. En la iglesia de Onzain éramos tres, los guardianes se habían quedado en el castillo. Yo pensaba en este hombre que me esperaba en el hotel al borde del río. No me daban pena, ni la mujer muerta ni el hombre que lloraba, su hijo. Nunca más he tenido. Después vino la cita con el notario. Consentí a las disposiciones testamentarias de mi madre, me desheredé.

Él me esperaba en el parque. Dormimos en este hotel al borde del Loira. Después, nos quedamos varios días junto al río, dando vueltas por allí. Permanecimos en la habitación hasta entrada la tarde. Bebíamos. Salíamos para beber. Volvíamos a la habitación. Luego, volvíamos a salir por la noche. Buscábamos cafés abiertos. Era la locura. No podíamos marcharnos del bar, de este lugar. De lo que buscábamos, no se hablaba. A veces, teníamos miedo. Sentíamos una profunda pena. Llorábamos. La palabra no se pronunciaba. Lamentábamos no amarnos. Ya no sabíamos nada. Existía sólo lo que se decía. Sabíamos que esto no volvería a ocurrir en nuestra vida, pero de esto no se decía nada, ni que éramos los mismos frente a esta disposición de nuestro deseo. Esto siguió siendo la locura durante todo el invierno. Después, fue menos grave, una historia de amor. Posteriormente aún escribí Moderato Cantabile.

FIN

Marguerite Duras. Cuyo verdadero nombre era Marguerite Germaine Marie Donnadieu, es una figura icónica en la literatura y el cine francés del siglo XX. Nacida el 4 de abril de 1914 en Gia Định, Vietnam, mientras esta región formaba parte de la Indochina francesa, Duras dejó una huella imborrable en el mundo de las letras y la cinematografía con su excepcional talento.

La infancia y adolescencia de Duras, vividas junto a su madre en Indochina, influyeron profundamente en su obra literaria. Su llegada a Francia a los dieciocho años marcó el comienzo de una carrera literaria y cinematográfica extraordinaria. Estudió Derecho, Matemáticas y Ciencias Políticas en Francia antes de trabajar como secretaria en el Ministerio de las Colonias durante los años de 1935 a 1941.

La vida personal de Duras estuvo marcada por eventos dramáticos, como su matrimonio con Robert Antelme en 1939 y la pérdida de su hijo en 1942. Durante la Segunda Guerra Mundial, ella y su amante, Dionys Mascolo, participaron activamente en la Resistencia francesa, experiencias que influirían en su obra.

Duras es conocida por su estilo narrativo único, que evolucionó desde influencias anglosajonas hasta formas del "nouveau roman". Su novela autobiográfica "Un dique contra el Pacífico" (1950) es un ejemplo destacado de su capacidad para transformar recuerdos de la infancia en obras literarias conmovedoras.

Entre sus obras más destacadas se encuentran "El amante" (1984), que ganó el Premio Goncourt, y "Hiroshima, mon amour", que sirvió de base para la película homónima dirigida por Alain Resnais en 1958. Duras también incursionó en la dirección cinematográfica, con películas como "India Song" y "Los niños".

La vida de Marguerite Duras estuvo impregnada de desamor maternal y soledad, temas que se reflejan en toda su obra. A lo largo de su carrera, escribió alrededor de cuarenta novelas y una docena de obras de teatro, dejando un legado literario y cinematográfico inigualable. Su pasión por la escritura y su habilidad para explorar la psicología de los personajes la convierten en una figura literaria inmortal. Su última obra, "C'est tout", es un testimonio conmovedor de su vida y su obsesión con la escritura, y Marguerite Duras falleció solo tres días después de la última entrada en este libro, dejando una profunda huella en el mundo de la literatura y el cine.