La Torre Oscura

El pistolero

Resumen del libro: "El pistolero" de

En la obra maestra literaria de Stephen King, «El Pistolero», somos testigos del primer paso de una odisea que trasciende géneros y fronteras literarias. Publicada en 1982, esta novela marca el comienzo de una saga que cautiva a los amantes de la fantasía, la ciencia ficción y el suspense por igual. Stephen King, aclamado maestro de la narrativa contemporánea, se aventura audazmente en territorios desconocidos, tejiendo una narrativa que fusiona la tradición del western con elementos fantásticos.

La historia se centra en Roland de Gilead, un pistolero solitario cuya misión es perseguir al enigmático Hombre Negro a través de un abrasador desierto. El propósito de este viaje es desvelar los secretos que rodean a la Torre Oscura, un edificio mítico que se erige en el centro de todos los universos. En su persecución, Roland enfrenta innumerables peligros y obstáculos, lo que permite que el lector se adentre en un mundo lleno de misterio y peligro.

Lo que hace que «El Pistolero» sea verdaderamente excepcional es la habilidad de King para crear personajes complejos y enigmáticos. Roland de Gilead, el protagonista, es un héroe atormentado y oscuro que se convierte en el epicentro de esta narrativa épica. A medida que avanza la historia, Roland comienza a reclutar aliados, forjando un equipo diverso y fascinante que lo acompañará en su viaje por distintos mundos.

La prosa de King es rica y evocadora, transportando al lector a paisajes desolados y escenarios sobrenaturales con una maestría asombrosa. Con un estilo que combina lo épico con lo íntimo, King nos adentra en un mundo donde el tiempo y el espacio se entrelazan de manera inextricable.

En resumen, «El Pistolero» es un capítulo inaugural imprescindible en la épica saga de la Torre Oscura de Stephen King. Con su narrativa inquebrantable, personajes inolvidables y una trama que abarca géneros y dimensiones, esta novela establece un estándar de excelencia en la literatura contemporánea. King demuestra una vez más su genialidad al crear un universo literario que trasciende las fronteras de la imaginación y nos invita a un viaje inolvidable hacia la Torre Oscura. Una lectura esencial para los amantes del misterio, la fantasía y la aventura.

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El hombre de negro huía a través del desierto, y el pistolero iba en pos de él.

El desierto era inmenso, la apoteosis de todos los desiertos, y se extendía bajo el firmamento en todas direcciones en una distancia de tal vez varios parsecs. Blanco, cegador, reseco, desprovisto de cualquier rasgo distintivo salvo por la tenue silueta brumosa de las montañas recortadas en el horizonte y por la hierba del diablo, que producía dulces sueños, pesadillas y muerte. Alguna que otra lápida señalaba el camino, pues el borroso sendero que serpenteaba sobre la gruesa corteza alcalina otrora había sido una pista recorrida por diligencias. Desde entonces, el mundo había avanzado. El mundo se había vaciado.

El pistolero caminaba impasible, sin apresurarse ni entretenerse. De su cintura pendía un odre de cuero casi lleno de agua, como una salchicha inflada. En el transcurso de muchos años había ido avanzando en el khef hasta alcanzar el quinto nivel. De haber llegado al séptimo o al octavo no tendría sed; habría podido observar la deshidratación de su cuerpo con un desapegado interés clínico, enviando el agua a sus resquicios y oscuros huecos internos sólo cuando su lógica se lo indicara.

No estaba en el séptimo ni en el octavo nivel. Estaba en el quinto. Por lo tanto, tenía sed aunque no sintiera ningún anhelo especial de beber. De una manera vaga, todo aquello lo complacía. Era romántico.

Por debajo del odre de agua se hallaban las pistolas, cuyo peso se adaptaba a su mano con toda precisión. Las dos correas se cruzaban sobre su bajo vientre. Las fundas estaban tan bien engrasadas que ni siquiera aquel sol de justicia podría agrietarlas. Las culatas de los revólveres eran de sándalo, amarillas y de finísima textura. Las fundas iban sujetas a los muslos mediante cordones de cuero sin curtir, y oscilaban pesadamente contra las caderas. Las vainas de latón de los cartuchos embutidos en las cananas centelleaban y emitían destellos como un heliógrafo bajo el sol. El cuero crujía levemente. Las pistolas, en cambio, no producían el menor ruido. Habían vertido sangre. En la esterilidad del desierto sobraban los ruidos.

Su ropa era incolora como la lluvia o el polvo. Llevaba una camisa de cuello abierto, con una tirilla de cuero enlazada con holgura en los ojales perforados a mano. Los pantalones eran de tela basta y las costuras estaban desgastadas.

Superó la suave pendiente de una duna (aunque allí no había arena; el suelo del desierto era compacto, e incluso los duros vendavales que soplaban al caer la noche levantaban apenas una irritante polvareda, tan áspera como el polvo de fregar) y vio los pisoteados restos de una minúscula fogata en la vertiente umbría, allí donde el sol desaparecía primero. Aquellos pequeños signos, que reafirmaban la esencia humana del hombre de negro, siempre le habían complacido. Sus labios se extendieron sobre los marcados y descarnados restos de la cara. Se puso en cuclillas.

Había prendido la hierba del diablo, naturalmente. Era la única cosa que podía arder por aquellos parajes. Emitía una luz grasienta y mortecina, y se consumía lentamente. Los moradores de los confines le habían advertido que los diablos vivían incluso en las llamas; aquéllos, aunque utilizaban la hierba como combustible, evitaban mirar su luz. Decían que los diablos hipnotizaban y hacían señas, y finalmente atraían al que fijara su vista en la hoguera. Y el siguiente hombre que fuera lo bastante incauto como para mirar el fuego tal vez viera entre las llamas el rostro del anterior.

La hierba quemada estaba dispuesta en el ya familiar diseño ideográfico, y se deshizo en una gris carencia de significado bajo la mano del pistolero. Entre las cenizas no había nada más que un fragmento de tocino chamuscado, y lo ingirió con aire pensativo. Siempre era lo mismo. El pistolero llevaba ya dos meses persiguiendo al hombre de negro a través del desierto, a través de aquella interminable desolación de purgatorio, monótona hasta la locura, y aún no había hallado más que los higiénicos y estériles ideogramas de las fogatas del hombre de negro. No había encontrado siquiera una lata, una botella o un odre de agua (el pistolero ya había dejado cuatro tras de sí, que parecían mudas de serpiente).

Puede que las fogatas sean un mensaje cuidadosamente deletreado, pensó. Date el piro. O bien El fin se aproxima. O quizás incluso Coma en Joe’s. No le importaba. No comprendía los ideogramas, si de eso se trataba, y aquellas cenizas estaban tan frías como todas las demás. Sabía que estaba más cerca, pero ignoraba por qué lo sabía. Tampoco eso le importaba. Se puso en pie y se frotó las manos.

Ninguna otra pista, el viento, cortante como una cuchilla, habría borrado sin duda las escasas huellas que hubieran podido quedar en la dura corteza. El pistolero no logró siquiera encontrar los excrementos de su presa. Nada. Solamente aquellas cenizas frías a lo largo de la antigua pista y el implacable telémetro que llevaba en la cabeza.

Tomó asiento y se permitió un breve sorbo del odre. Escrutó el desierto y alzó la vista hacia el sol, que se deslizaba ya por el cuadrante más remoto del cielo. Se incorporó, sacó los guantes, que llevaba sujetos bajo el cinturón, y comenzó a arrancar manojos de hierba del diablo para su propia hoguera y a depositarlos sobre las cenizas que había dejado el hombre de negro. Esta ironía, como el romanticismo que hallaba en la sed, le resultó amargamente atractiva.

El pistolero: Stephen King

Stephen King. Es un escritor estadounidense nacido en Portland, Maine, el 21 de septiembre de 1947. Es conocido como uno de los autores de ficción más exitosos y populares de la historia, con más de 350 millones de copias vendidas en todo el mundo.

King comenzó su carrera literaria en la década de 1970, publicando varias novelas que rápidamente se convirtieron en bestsellers, como "Carrie" (1974), "El resplandor" (1977) y "La zona muerta" (1979). A lo largo de los años, ha publicado más de 60 novelas, incluyendo varios libros bajo el seudónimo de Richard Bachman, así como numerosos cuentos y ensayos.

El estilo de King se caracteriza por su capacidad para crear personajes complejos y realistas, así como por su habilidad para crear tramas absorbentes y emocionantes. Muchas de sus obras han sido adaptadas al cine y la televisión, incluyendo "It" (1986), "Misery" (1987), "La milla verde" (1999) y "Under the Dome" (2009).

Además de su trabajo como escritor, King también ha sido activista político y defensor de los derechos de autor. En 2003, sufrió un grave accidente mientras caminaba por una carretera, que lo dejó gravemente herido y afectó su capacidad para escribir durante un tiempo.

En resumen, Stephen King es uno de los autores más influyentes e icónicos de nuestro tiempo, cuya obra ha tenido un impacto significativo en la cultura popular y la literatura contemporánea. Su legado literario seguirá siendo un referente en la historia de la literatura y un ejemplo para los escritores que aspiren a su éxito y reconocimiento.

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Película: La Torre Oscura

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