Escritos de un viejo indecente

Resumen del libro: "Escritos de un viejo indecente" de

«Escritos de un viejo indecente» de Charles Bukowski es una recopilación fascinante de relatos que capturan la esencia del autor en su máxima expresión de libertad. A través de estas páginas, Bukowski se presenta como una figura literaria insustituible, ganando rápidamente la etiqueta de «una leyenda viviente» según la New York Review of Books. Este volumen, originalmente publicado en la revista underground Open City, marca el inicio de la ascensión meteórica de Bukowski hacia la celebridad literaria, una fama que se consolidó con cada nueva entrega de relatos y poemas.

El estilo distintivo de Bukowski, comparado por Le Nouvel Observateur como «el sucesor de Miller y Burroughs», se caracteriza por su brutalidad, su humor salvaje y tierno, y una sinceridad que corta como un cuchillo. A través de la mirada de un Bukowski borracho, enloquecido y atrapado en una sociedad cuyos valores le resultan repulsivos, el autor logra establecer una conexión inmediata con el lector. Su prosa descarnada y escueta se convierte en un vehículo directo hacia la experiencia visceral de la vida, donde la crudeza de sus historias se entrelaza con la autenticidad de sus personajes.

Cada relato es una ventana a la psique de Bukowski, ofreciendo una visión cruda y desgarradora de la existencia. La fuerza de su escritura radica en la capacidad de transmitir la complejidad de las emociones humanas a través de personajes que, a pesar de sus imperfecciones, resultan entrañables. La celebración de la imperfección y la rebeldía se convierten en elementos clave en estos escritos, creando un universo literario que desafía convenciones y se sumerge en los rincones más oscuros de la experiencia humana.

En resumen, «Escritos de un viejo indecente» es una obra que consolida la posición de Charles Bukowski como un maestro de la narrativa visceral y sin concesiones. A través de su estilo inconfundible, Bukowski deja una marca indeleble en la literatura contemporánea, explorando los límites de la sociedad y la condición humana con una sinceridad brutal que lo eleva a la categoría de leyenda literaria.

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PRÓLOGO

Hace más de un año que empezó John Bryan con su periódico «underground» OPEN CITY en la habitación delantera de una pequeña casa de dos pisos de alquiler. El periódico se trasladó luego a un apartamento de enfrente, luego al distrito comercial de la Avenida Melrose. Pero cuelga una sombra. Una sombra, inmensa, lúgubre. El tiraje aumenta pero la publicidad no llega como debería. Al otro extremo, en la parte mejor de la ciudad está el L. A. Free Press, ya asentado. Que se lleva los anuncios. Bryan creó su propio enemigo trabajando primero para el L. A. Free Press y pasando su tiraje de 16.000 a más del triple. Es como organizar el Ejército Nacional y unirse luego a los revolucionarios. Por supuesto, la batalla no es simplemente OPEN CITY contra FREE PRESS. Si has leído OPEN CITY, sabrás que la batalla es más amplia que eso. OPEN CITY incluye a los grandes tipos, los primeros, y hay algunos muy grandes que bajan por el centro de la calle, AHORA, y son unos verdaderos mierdas, además. Es más divertido y más peligroso trabajar para OPEN CITY, que quizás sea el periodicucho más vivo de los Estados Unidos. Pero diversión y peligro no ponen margarina en la tostada ni alimentan al gato. Y renuncias a la tostada y acabas comiéndote el gato.

Bryan es el tipo de idealista y romántico loco. Se fue, o le echaron, se fue y le echaron (corrieron muchos cuentos sobre eso) de su trabajo en el Herald Examiner por oponerse a que le borraran la polla y los huevos al Niño Jesús. Esto en la portada del número de Navidad. «Ni siquiera es mi Dios, es el suyo», me dijo.

Así pues, este extraño romántico idealista, creó OPEN CITY. «¿Qué te parece si nos haces una columna semanal?» preguntó despreocupadamente, rascándose la barba pelirroja. En fin, la verdad, pensando en otras columnas y otros columnistas, me parecía un latazo imponente. Pero empecé, no con una columna sino con una crítica de Papá Hemingway, de A. E. Hotchner. Luego, un día, después de las carreras, me senté y escribí el título, ESCRITOS DE UN VIEJO INDECENTE, abrí una cerveza, y el texto se hizo solo. No hubo la tensión ni el cuidadoso esculpido con un trocito de cuchilla roma, que hacía falta para escribir algo para The Atlantic Monthly. No había necesidad en este caso de soltar simplemente un periodismo liso y descuidado. No parecía haber presión alguna. Bastaba sentarse junto a la ventana, darle a la cerveza y dejar que saliese. Lo que quisiese salir que saliera. Y Bryan nunca fue problema. Yo le entregaba el trabajo (en los primeros tiempos) y él le echaba una ojeada y decía, «vale, de acuerdo». Al cabo de un tiempo, simplemente le entregaba los papeles y él los leía; luego se limitaba a meterlos en el cajón y decía, «De acuerdo. ¿Qué se cuenta?». Ahora ni siquiera dice «De acuerdo». Me limito a entregarle el papel y eso es todo. Esto me ha ayudado a escribir. Piénsalo: libertad absoluta para escribir lo que te dé la gana. Lo he pasado bien haciéndolo, y a veces ha resultado también cosa seria; pero tuve la sensación firme, según pasaban las semanas, de que lo que escribía era mejor cada vez. Este libro es una selección de unos catorce meses de columnas.

En cuanto a acción, no tiene comparación posible con la poesía. Si te aceptan un poema, lo más probable es que salga de dos a cinco años después, y hay un cincuenta por ciento de probabilidades de que nunca aparezca, o de que versos exactos de él aparezcan más tarde, palabra por palabra, en la obra de algún famoso poeta y entonces sabes que el mundo no es gran cosa. Esto, por supuesto, no es culpa de la poesía; se debe sólo a que hay mucho mierda intentando publicarla y escribirla. Pero con los ESCRITOS, me sentaba con una cerveza y le daba a la máquina un viernes o un sábado o un domingo y el miércoles la cosa llegaba a toda la ciudad. Recibí cartas de gente que nunca había leído poesía, ni mía ni de ningún otro. La gente venía a mi casa (vinieron demasiados realmente), y llamaban a la puerta y me decían que ESCRITOS DE UN VIEJO INDECENTE les conectaba. Un vagabundo de la carretera se trae a un gitano y a su mujer y hablamos, fantaseamos y bebimos hasta medianoche. Una telefonista de Newburgh, N. Y., me envía dinero. Quiere que deje de beber cerveza y coma bien. Me dijeron que un loco que se hace llamar «Rey Arturo» y vive en la calle de los borrachos de Hollywood quiere ayudarme a escribir mi columna. También llamó a mi puerta un médico: «Leí su columna y creo que puedo ayudarle. Yo era psiquiatra». Le eché.

Espero que esta selección te sirva. Si quieres mandarme dinero, vale. O si quieres odiarme, también vale. Si yo fuese el herrero del pueblo no andarías en broma conmigo, pero sólo soy un viejo con algunas historias sucias. Que escribe para un periódico que, como yo, podría morir mañana por la mañana.

Todo resulta muy extraño. Piénsalo: si no le hubiesen borrado la polla y los huevos al Niño Jesús, no estarías leyendo esto. En fin, que te diviertas.

CHARLES BUKOWSKI

«Escritos de un viejo indecente»: Charles Bukowski

Charles Bukowski. Escritor americano, fue uno de los autores más influyentes en la literatura americana del siglo XX gracias a su estilo personal, transgresor y cargado de sentimientos en estado puro.

Nacido en Alemania y criado en la ciudad de Los Ángeles, Bukowski estudió periodismo sin llegar a terminar sus estudios. Tras esta etapa comenzó a escribir al tiempo que viajaba por los Estados Unidos realizando todo tipo de trabajos. Fue después de sufrir un colapso debido a una úlcera sangrante que comenzó a escribir poesía. La mayor parte de esta época (años 50) fue descrita por Bukowski en varios de sus relatos autobiográficos.

Durante la década de los 60, Bukowski trabajó como cartero y comenzó a publicar sus escritos en revistas como The Outsider y a colaborar para medios independientes como Open City o Los Ángeles Free Press.

En 1969 decidió dedicarse en exclusiva a la escritura gracias a la confianza mostrada por su editor John Martin. Su primera obra, El Cartero, fue publicada ese mismo año. A esa novela seguirían otras tan famosas como Factótum, Hollywood o Pulp, además de numerosas antologías como La máquina de follar o Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones; también hay que destacar las recopilaciones de sus artículos en prensa como Lo que más me gusta es rascarme los sobacos.

La obra de Bukowski influyó tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo y su obra fue traducida a más de doce idiomas. Su vida inspiró la película Ordinaria locura y también Barfly, cuyo guión fue escrito por el propio autor.

Charles Bukowski murió en San Pedro el 9 de marzo de 1994.