Los santos inocentes

Resumen del libro: "Los santos inocentes" de

«Los santos inocentes» es una impactante novela escrita por el renombrado autor español Miguel Delibes y publicada en 1981. Ambientada en la Extremadura de los años sesenta, la historia nos sumerge en la vida de una familia de campesinos que sufre la explotación despiadada y el abuso por parte de los señores de un cortijo.

La obra está estructurada en seis partes, cada una dedicada a un personaje o a un acontecimiento relevante. Conocemos a los protagonistas: Paco el Bajo, su valiente esposa Régula y sus cuatro hijos, Nieves, Quirce, Rogelio y Charito, la más pequeña de la familia. También se destaca la presencia de Azarías, el hermano discapacitado de Régula, quien tiene un vínculo especial con una grajilla a la que llama cariñosamente «su milana bonita».

Los antagonistas principales son los señoritos del cortijo, siendo Iván, un aficionado a la caza, el más despiadado de todos, tratando a los campesinos como si fueran meros animales. A través de esta historia, Delibes retrata de manera magistral el contraste entre la pobreza y la dignidad de los desfavorecidos, frente a la riqueza y la crueldad de los poderosos. La obra refleja la resignación y la rebeldía de los oprimidos en su lucha por mantener su humanidad y encontrar la esperanza.

El estilo literario de Delibes se caracteriza por el uso del lenguaje coloquial y rural, con expresiones auténticas de la zona y de cada personaje. Además, el autor brinda descripciones detalladas de los paisajes y las costumbres del campo, sumergiendo al lector en un ambiente vívido y realista. La novela destaca por su tono crítico y realista, pero también por su poesía y emotividad, especialmente en las escenas que revelan el amor y la solidaridad entre los miembros de la familia y su conexión con la naturaleza.

«Los santos inocentes» es reconocida como una de las obras más destacadas y apreciadas de Miguel Delibes, considerada un clásico de la literatura española del siglo XX. Su importancia ha trascendido las páginas del libro, ya que en 1984 fue adaptada al cine por el director Mario Camus, recibiendo el reconocimiento en el Festival de Cannes con los premios a la mejor interpretación masculina para Alfredo Landa y Francisco Rabal, quienes encarnaron a los personajes principales de esta historia conmovedora y desgarradora.

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ESTUDIO PRELIMINAR

1. MIGUEL DELIBES: UN ESCRITOR CON TERRITORIO

Miguel Delibes es un escritor con territorio, como lo son Josep Pla, Álvaro Cunqueiro o William Faulkner. De ahí que se pueda hablar de la Castilla de Delibes, el Ampurdán de Pla, la Galicia de Cunqueiro o la América sureña de Faulkner. La profunda vinculación de Delibes a los pueblos y a las gentes de Castilla define tanto su vida como la mayor parte de su obra, salvo precisamente Los santos inocentes, que por su temática fue necesario situarla en la raya entre Castilla y Extremadura. Sin embargo, más allá del espacio, es una novela con todas las características que constituyen el arte narrativo del autor castellano.

Miguel Delibes nació en Valladolid el 17 de octubre de 1920 y, salvo algunas estancias en universidades extrajeras o viajes a diferentes partes del mundo, toda su vida transcurrió vinculada a dicha ciudad. De su infancia recordaba con mucho afecto algunas temporadas en Molledo-Portolín (Santander), el pueblo de su abuela en la montaña santanderina que colindaba con las llanuras inmensas de Castilla. Otro lugar importante en la vida de Delibes y su familia es Sedano, un pueblo de la provincia de Burgos en el que tenía casa y donde acostumbraba a pasar los veranos en contacto directo con la naturaleza y el campo.

Delibes era el tercero de una familia de ocho hermanos y él, a su vez, fue padre de siete hijos. Su familia materna procedía de Molledo-Portolín, pueblo en el que su abuelo Federico Delibes, natural de Toulouse, había construido el ferrocarril desde Alar del Rey hasta Santander, se había casado y, finalmente, se había acabado instalando allí. De los veranos de su infancia en Molledo arranca su pasión por la naturaleza, el campo y sus primeras experiencias como cazador. A Delibes le gustaba definirse «como un cazador que escribe», por su gran afición a la caza, que heredó de su padre y mantuvo toda su vida. Esta vertiente de cazador no es inconveniente para que, a Delibes, como se puede comprobar con la lectura de sus obras de ambiente rural, se le pueda considerar un ecologista avant la lettre, pues siempre defendió que no se podía sacrificar la naturaleza al progreso. De la defensa del equilibrio entre la naturaleza y el progreso sostenible, así como de su afición a la caza, han nacido algunos de sus ensayos más importantes: La caza de la perdiz roja (1963), El libro de la caza menor (1964), Con la escopeta al hombro (1970), Aventuras y desventuras de un cazador a rabo (1977), Mi vida al aire libre (1989) y El último coto (1992).

En su faceta como novelista ha incorporado a la novela española del siglo XX una imagen auténtica de la vida cotidiana en los pueblos de Castilla con obras como El camino (1950), Las ratas (1962), Viejas historias de Castilla la Vieja (1964), Las guerras de nuestros antepasados (1975), El disputado voto del señor Cayo (1978) y, por supuesto, Los santos inocentes (1981). La Castilla de las novelas de Delibes es humilde, real y nada épica.

La producción narrativa de Miguel Delibes se completa con las novelas ambientadas en el imaginario de la ciudad de provincias. La primera con la que consiguió el Premio Nadal en 1947, La sombra del ciprés es alargada, está ambientada en la fría y mística ciudad de Ávila, mientras que el resto se ubican en una pequeña ciudad de provincias que, aunque no se nombra, muy bien podría ser Valladolid: Aún es de día (1949), Mi idolatrado hijo Sisí (1953), Diario de un cazador (1955), La hoja roja (1959), Cinco horas con Mario (1966), El príncipe destronado (1973), Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso (1983), Madera de héroe (1987) y Señora de rojo sobre fondo gris (1991). A estos títulos hay que añadir su última novela, El hereje (1998), que narra la vida de un luterano fiel hasta la muerte a dicha doctrina durante el reinado de Felipe II, en el que tuvieron lugar en Valladolid dos autos de fe. La única novela de su producción que no encaja en esta clasificación, aunque tiene mucho que ver también con la manipulación de la naturaleza, es Parábola del náufrago (1969). Por su tono onírico, como el de una pesadilla, se pueden observar en ella ecos de la lectura de Kafka y Orwell. Además, no está ambientada en un espacio real concreto.

A las novelas hay que añadir los cuentos y las historias, que fueron apareciendo a lo largo de su trayectoria literaria y se encuentran actualmente recogidos en el volumen titulado Viejas historias y cuentos completos (2006), integrado por títulos tan emblemáticos como Viejas historias de Castilla la vieja, La partida, Siestas con viento sur, El loco, Los nogales, Los raíles, La mortaja o Tres pájaros de cuenta, entre otros. En ellos vuelve a aparecer el tema esencial de toda la obra de Miguel Delibes, la búsqueda de ese camino auténtico «que nos lleva al encuentro de las otras criaturas del mundo, con los hombres, con los animales e incluso con los árboles» (Martín Garzo, 2006: 8). Estos relatos tratan de la soledad y el desamparo del hombre, de la codicia, de la muerte, de la infancia y la naturaleza, temas recurrentes en la narrativa del autor.

Otra faceta fundamental de la personalidad de Miguel Delibes fue el ejercicio del periodismo. Desde 1943, Delibes estuvo vinculado al periódico de su ciudad, El Norte de Castilla. Allí empezó como caricaturista, por su habilidad para el dibujo, y también escribiendo pequeñas crónicas sobre cine. Con el paso del tiempo, llegó a ser director del periódico y, desde ese cargo, emprendió una tarea constante de denuncia del abandono que sufrían los pueblos de Castilla. Con ese propósito, creó una de las secciones más combativas publicada bajo el marbete «Tierra de Campos». Después de varios cierres del periódico por orden del entonces ministro de Información y Turismo Manuel Fraga, tuvo que dejar el cargo, y la denuncia pasó del periódico a algunas de sus novelas como Las ratas. Esto ocurrió en 1963, cuando Delibes ya había publicado casi una veintena de títulos entre novelas, recopilaciones de cuentos y libros de viajes. El periodismo fue para Delibes una auténtica escuela de narración, en la que reconocía haber aprendido «a decir mucho en poco espacio» y, sobre todo, «la valoración humana de los acontecimientos» (Delibes en Alonso de los Ríos, 2010: 78).

La tercera faceta de su personalidad que conviene subrayar es la de profesor universitario. Cuando Delibes, licenciado en Derecho, consigue el Premio Nadal en 1947, trabaja como profesor en la Escuela de Comercio de Valladolid. Evocando esa actividad que mantuvo durante muchos años, afirmaba: «A mí siempre me ha gustado la enseñanza, compartir lo poco que sé. Por añadidura, la cátedra es un privilegio que te permite seguir en contacto con la juventud. Yo siempre he afirmado que un hombre empieza a envejecer cuando deja de comprender a los jóvenes y de interesarse por sus problemas» (Delibes en García Domínguez, 2010: 121).

Desde estas tres vertientes como narrador, periodista y profesor, la obra de Miguel Delibes es un verdadero ejercicio de coherencia y de fidelidad a sus ideas, lo que se manifiesta en la preocupación, como hemos dicho, por la naturaleza, por el sentido del progreso y, sobre todo, por la autenticidad y la dignidad del hombre en la sociedad contemporánea. En muchas de sus novelas, desde La sombra del ciprés es alargada hasta El hereje, son temas recurrentes la obsesión por la muerte, la infancia y el desamparo del hombre en el mundo actual.

Delibes recibió merecidamente todos los premios literarios importantes que se conceden en nuestro país y fue miembro de la Real Academia Española desde el 25 de mayo de 1975, cuando pronunció el discurso de ingreso sobre un tema poco frecuente en esos actos, pero que hoy, con la naturaleza amenazada por el cambio climático, goza de plena actualidad. Así, el título era muy indicativo del temprano interés ecologista del escritor: El sentido del progreso desde mi obra. En dicho texto abordó su personalísima y en aquellos momentos incomprendida visión de los peligros del progreso tecnológico indiscriminado. En él abundan reflexiones sobre la necesidad de buscar un equilibrio entre el respeto a la naturaleza y los avances del progreso: «El hombre, nos guste o no, tiene sus raíces en la naturaleza y al desarraigarlo con el señuelo de la técnica, lo hemos despojado de su esencia» (Delibes, 1975: 76). Y de una forma más radical en párrafos como el que sigue, en el que subraya los abusos contra la naturaleza y el deterioro del medio ambiente:

Esta sed insaciable de poder, de elevarse en la jerarquía del picoteo, que el hombre y las instituciones por él creadas manifiestan frente a otros hombres y otras instituciones, se hace especialmente ostensible en la Naturaleza. En la actualidad la abundancia de medios técnicos permite la transformación del mundo a nuestro gusto, posibilidad que ha despertado en el hombre una vehemente pasión dominadora. El hombre de hoy usa y abusa de la Naturaleza como si hubiera de ser el último inquilino de este desgraciado planeta, como si detrás de él no se anunciara un futuro (Delibes, 1975: 46).

Y en otro momento del mencionado discurso, reflexiona sobre el despilfarro y deterioro progresivo del medio ambiente:

Tan imprudente como el despilfarro progresivo de nuestros recursos, es la disposición humana para ensuciar los que nos quedan, hasta el punto, en muchos casos, de hacerlos inservibles. Por este camino accedemos a una situación crítica: la actual complejidad técnica ya no nos permite utilizar unas cosas sin manchar otras. Esta actitud encierra un peligro inmediato, supuesto que a cambio de un poco más de comodidad, hemos degradado el medio ambiente (Delibes, 1975: 61).

Estas reflexiones fechadas en 1975 resultan premonitorias de la situación actual. Delibes reforzó con la escritura de determinadas novelas y la construcción de personajes como el protagonista de El disputado voto del señor Cayo estas ideas, de manera que se puede afirmar que la coherencia y la fidelidad a unos principios éticos es constante en toda su obra, sea esta ensayística o narrativa.

Para cerrar este rápido esbozo biográfico, vale la pena volver sobre unas palabras que definen muy bien la poética narrativa del autor y su preocupación por crear personajes y tipos auténticos inmersos en una historia, personajes que reflejan en buena medida sus preocupaciones personales, sus anhelos, fidelidades y obsesiones:

Crear tipos vivos, he ahí el principal deber del novelista. Unos personajes que vivan de verdad pueden hacer verosímil un absurdo argumento, relegar hasta diluir su importancia, la arquitectura novelesca y hacer del estilo un vehículo expositivo cuya existencia a penas se percibe. Poner en pie unos personajes de carne y hueso e infundirles aliento a lo largo de doscientas páginas es, creo yo, la operación más importante de cuantas el novelista realiza […]. Visto desde este ángulo, el personaje se convierte en eje de la novela y su carácter prioritario se manifiesta desde el momento en que el resto de los elementos que integran la ficción deben plegarse a sus exigencias (Delibes, 1980: 5).

Tal como se desprende del párrafo anterior, la importancia capital que el novelista vallisoletano concedía a la factura del personaje en la arquitectura de la novela tiene que ver indudablemente con su extraordinaria capacidad para ponerse en la piel del otro, para entender sus razones; esto es, su capacidad de desdoblamiento autobiográfico, del que dan fe los personajes de sus numerosas novelas y cuentos. Esta faceta de su escritura ha sido reconocida por Delibes en múltiples ocasiones a lo largo de su dilatada trayectoria literaria:

El novelista auténtico tiene dentro de sí no un personaje, sino cientos de personajes. De aquí que lo primero que el novelista debe observar es su interior. En este sentido, toda novela, todo protagonista de novela lleva dentro de sí mucho de la vida del autor. Vivir es un constante determinarse entre diversas alternativas. Mas, ante las cuartillas vírgenes, el novelista debe tener la imaginación suficiente para recular y rehacer su vida conforme otro itinerario, que anteriormente desdeñó. Por aquí concluiremos que por encima de la potencia imaginativa y el don de la observación, debe contar el novelista con la facultad de desdoblamiento: no soy así pero pude ser así (Delibes, 1970: 92-93).

Asimismo, el personaje, como su autor, aparece siempre ligado estrechamente a una tierra y a un paisaje, Castilla. En el caso del novelista castellano, el paisaje, sobre todo en las novelas de ambiente rural, es el verdadero maestro del hombre, evocando la frase de Ortega en su artículo «La pedagogía del paisaje»: «Dime en qué paisaje vives y te diré quién eres».

2. LOS SANTOS INOCENTESEN LA TRAYECTORIA NARRATIVA DE MIGUEL DELIBES

En septiembre de 1981, Miguel Delibes publica la versión definitiva de Los santos inocentes, seis meses después del intento de golpe de Estado del 23F y dieciocho años después de publicar el cuento «La milana» (1963), libro tercero de la novela. Cuenta entonces Miguel Delibes con una trayectoria narrativa fecunda que arranca en 1948 con el Premio Nadal por La sombra del ciprés es alargada y que fue creciendo con títulos tan importantes en el panorama de la novela española de posguerra como El camino (1950), Las ratas (1962), Viejas historias de Castilla la Vieja (1964), Las guerras de nuestros antepasados (1975), El disputado voto del señor Cayo (1978).

Todos estos textos son de ambiente rural, como lo será también la novela que aquí nos ocupa y que representa un hito importante en su trayectoria narrativa, tal como el autor reconoció al revisar su carrera literaria: «Completamente satisfecho no lo estoy de ninguna […] pero, quizás, yo elegiría Los santos inocentes en su conjunto y Madera de héroe por su ambición, su estructura y el gran retablo de personajes que alienten en sus páginas» (Delibes en Alonso de los Ríos, 2010). Sin duda, Los santos inocentes es junto a Las ratas la denuncia más contundente de las desigualdades sociales y la vida esclava de los campesinos durante el franquismo.

Los santos inocentes está ambientada en plena dictadura franquista, a la que se alude en diversos momentos de la trama argumental mediante comentarios sobre el Día de la Raza, los veinticinco años de paz, la figura de Franco, la Guerra Civil y el Concilio Vaticano II. El mundo que describe la novela se rige por unas estructuras sociales semifeudales en las que existen, por un lado, los señoritos dueños de los cortijos y de los latifundios, o grandes extensiones de tierra, cuya ocupación fundamental es la caza, y, por el otro, los pobres campesinos que trabajan esas tierras y que viven en condiciones míseras e infrahumanas en régimen prácticamente de esclavitud. En esta novela, la dureza del mundo campesino supera la cruda realidad descrita por Delibes en Las ratas. En este sentido, algunos críticos subrayaron el desamparo de los personajes y la denuncia social de la novela.

Sin embargo, en el prólogo a Trilogía del Campo, integrada por El camino, Las ratas y Los santos inocentes, Delibes puntualiza lo siguiente a propósito de su intención: «Yo no he buscado nunca dar un alcance político a mis novelas, son historias de seres humanos que viven una circunstancia histórica concreta, eso sí, pero que siempre la trascienden. Al menos eso pretendo» (Delibes, 1985: 12).

3. ORIGEN Y GESTACIÓN DE LOS SANTOS INOCENTES

Sin duda, Los santos inocentes es una de las mejores novelas de la fecunda trayectoria narrativa de Miguel Delibes. Novela «realista, poética y trágica», como se indicaba en la contraportada de la primera edición, que excepcionalmente se publicó en Planeta en lugar de en su editorial habitual, Destino. Este hecho tiene una sencilla explicación. El editor Lara apremiaba a Miguel Delibes para que le diera una novela, y el escritor, tras la insistencia de Lara, finalmente le entregó Los santos inocentes. De ahí sus palabras para justificar la ruptura puntual de su fidelidad a Destino, la editorial de Josep Vergés:

Puede que hubiera un poco de resquemor en esta decisión mía. Yo en ese momento de mi carrera literaria tenía ofertas muy sustanciosas y tentadoras de otras editoriales, y una de ellas era la de José Manuel Lara, el dueño de Planeta, que me venía acosando desde hacía tiempo, bien personalmente, bien con emisarios a Valladolid. Y como ese cerco coincidió en un momento con la culminación de la escritura de Los santos inocentes, le di la novela, entre otras cosas para que me dejase en paz (Delibes en García Domínguez, 2010: 631).

Es también la primera vez, como ya ha quedado dicho, que el escenario de la novela no es Castilla, sino la Raya de Extremadura. Delibes ha justificado la elección de ese territorio por sus latifundios, la dureza y la explotación a que son sometidos unos seres primitivos y sumisos por la prepotencia y el despotismo de unos señoritos de escopeta y cortijo:

Sí, yo pienso que este tipo de situaciones sólo pueden concebirse de Salamanca para abajo. Aquí en Castilla la tierra está muy repartida, aquí ya no hay caciques ni señoritos Iván. No hay grandes latifundios ni los había hace veinte años (Delibes en César Alonso de los Ríos, 2010: 185).

Esta novela tuvo una gestación muy lenta, de verdadera pelea con «la seca», que es como Delibes, remedando a Juan Rulfo, llamaba al bloqueo en la creación. La génesis de la novela data —como ya se ha dicho— de 1963, dieciocho años antes de su culminación, y fue un breve relato publicado en la revista Mundo Hispánico con el título de «La milana». Posteriormente, Delibes mantiene dicho título, aunque introduce algunas variantes en el texto en 1965, al publicarlo en el libro Homenaje al profesor Alarcos. En 1970 Francisco Umbral, en una semblanza biográfica del autor, proporciona otra pista sobre el proceso de escritura de dicha novela al incluir un fragmento inédito que correspondería al libro segundo de la misma, añadiendo el comentario de que Delibes, tras Cinco horas con Mario y Parábola del náufrago, está de nuevo escribiendo una novela de ambiente rural, pero que no acaba de rematarla (García Domínguez, 2010: 621).

Sólo al cabo de un tiempo de sequía creativa que coincide con el traslado a un estudio muy cómodo, silencioso y aséptico, que le había buscado su mujer con el fin de aislarlo del bullicio doméstico, y en el que nunca consiguió trabajar a gusto, se decide a retomar la escritura de la novela. Esto ocurre en 1975, tras la muerte prematura de Ángeles, su mujer. Volviendo un día sobre aquellos papeles abandonados en un cajón, declaraba Delibes:

Cuando, por pura casualidad —como tantas cosas en mi vida literaria— , reordenando la biblioteca descubrí el folleto o separata donde había publicado «La milana», releí el cuento y Azarías me tomó la voluntad. Y me afloró en la memoria la historia casi con la frescura y la intensidad de lo nuevo (Delibes en García Domínguez, 2010: 623).

Entonces decide terminar la novela, que se publicará en 1981 y muy pronto, en 1983, se verá convertida en guion cinematográfico bajo la magnífica dirección de Mario Camus. Se trata de la cuarta película de una novela de Delibes. Se estrenó en Madrid el 24 de abril de 1984. Es sin lugar a duda la mejor adaptación cinematográfica hasta hoy de las novelas del autor castellano. Mario Camus consiguió transmitir en la película toda la ternura del inocente Azarías en su trato con la milana y la Niña Chica, así como el despotismo, la soberbia y la crueldad de los señoritos de escopeta y cortijo, representados por el señorito Iván.

El rodaje se llevó a cabo en Alburquerque (Extremadura) y los papeles más importantes los interpretaron Francisco Rabal (Azarías), Alfredo Landa (Paco, el Bajo), Juan Diego (el señorito Iván), Terele Pávez (Régula), Agustín González (don Pedro, el Périto). En las actividades finales revisaremos la adaptación y la supresión de alguna parte o personajes, así como la intensificación, tal como quería Miguel Delibes, del leitmotiv en boca de Azarías, «milana bonita», que en la novela subraya el ritmo poético de la narración y en la película, además, intensifica determinadas imágenes y preludia el trágico final.

4. TÍTULO, TEMA Y ARGUMENTO

El título de Los santos inocentes es una clara alusión evangélica, que evidencia la posición ideológica del escritor. La historia bíblica a la que hace referencia es la de la matanza de todos los niños menores de dos años ordenada por Herodes en «Belén y sus términos», según el evangelio de Mateo (2, 16-18). Delibes no ha ocultado nunca sus profundas convicciones cristianas, de ahí la elección de este título claramente simbólico. En la novela, los santos inocentes son básicamente Azarías y la Niña Chica, y por extensión la familia de Paco, el Bajo, y los humildes trabajadores del cortijo, todos ellos víctimas inocentes de la situación de injusticia y miseria en la que viven. Sobre los dos personajes que dan sentido al título nos dice el narrador: «el Azarías era un engorro, como otra criatura, a la par que la Niña Chica, ya lo decía la Régula, inocentes, dos inocentes, eso es lo que son» (p. 97). Al convertirlos en protagonistas de la novela, y sobre todo el hecho de que Azarías y la Niña Chica sean deficientes, Delibes les otorga una dimensión ética y moral que los amos les niegan.

El tema es la denuncia de la profunda desigualdad social entre amos y criados en el latifundio extremeño. El sometimiento de los criados y de los pobres campesinos que viven en régimen de esclavitud provoca una verdadera deshumanización de dichos seres, muy patente en el personaje de Paco, el Bajo, comparado con un perro por sus extraordinarias habilidades en el rastreo de la caza.

El argumento describe la vida cotidiana en un cortijo de Extremadura de una familia de campesinos formada por el matrimonio de Paco, el Bajo, guarda mayor del cortijo, y la Régula, su mujer, junto a sus cuatro hijos: la Nieves, el Quirce, el Rogelio y la Charito, la Niña Chica. Estos seres humildes trabajan sin horario y soportan estoicamente unas condiciones miserables de vida, así como todas las humillaciones de las que son víctimas por parte de los señoritos dueños del cortijo.

Junto a la familia de Paco, el Bajo, vive también Azarías, un inocente retrasado mental, hermano de la Régula, que ha sido despedido injustamente del cortijo de la Jara en el que había trabajado durante muchos años. La única preocupación de Azarías es cuidar de una grajilla, a quien alimenta, acaricia y llama «milana bonita», con la misma ternura que lo hace con su sobrina, la Niña Chica.

La vida en el cortijo transcurre rutinariamente entre los trabajos del campo, las fiestas que se organizan en la Casa de Arriba con motivo de la comunión del nieto de la marquesa y, sobre todo, las comidas en la Casa Grande tras cacerías, en las que Paco, el Bajo, actúa como un verdadero perro de caza al servicio del despótico señorito Iván. Tras el accidente de Paco al caer de un árbol y romperse una pierna, lo que le impide seguir desempeñando las tares de secretario de caza, el señorito lo sustituye primero por el Quirce, que muestra escaso entusiasmo por la tarea, y, finalmente, por Azarías. En una de las cacerías, Iván mata de forma cruel y gratuita a la milana de Azarías, y éste se venga ahorcándolo. Este crimen podría haber sido tema de un drama rural; sin embargo, en esta novela es el resultado lógico de la desigualdad y del desamparo en el que viven los campesinos.

5. LA ESTRUCTURA DE LA OBRA, EL ESPACIO Y EL TIEMPO

La novela tiene una estructura tripartita y consta de seis libros con el título de los personajes, aunque cada uno de ellos tiene plena independencia argumental: «Cada unidad textual funciona como una narración poemática autónoma, que no necesita de las otras cinco para cobrar sentido pleno, pero que, sin embargo, adquiere una más cumplida significación como parte integrante de la totalidad» (Ródenas, 2005: 24). Cada capítulo es un todo continuo, con frases separadas sólo por comas, sin puntos y aparte, ni punto y coma, ni dos puntos. Asimismo, el diálogo, sin guiones, queda señalado por la sangría y los espacios en blanco. En 1993, hablando de la estructura y de la peculiar puntuación del texto de la novela, Delibes afirmaba que «la novela la concebí de una manera poemática y creo que de esta forma, al no emplear puntos, cumple mejor la misión que me propuse» (Delibes a Alonso de los Ríos, 2010).

Además del carácter poemático de la novela, ésta se inscribe en la tradición del drama rural que se acaba resolviendo en tragedia con la muerte del señorito Iván a manos del inocente Azarías. Este episodio final «bien podría haber sido objeto de un romance de ciego o de un relato truculento», tal como sostiene Ródenas (2005: 17), pero en la novela Delibes lo presenta como la consecuencia lógica del conflicto entre amos y siervos y consigue con ello «una de las novelas ruralistas más exactas y expresivas de toda la posguerra» (Sanz Villanueva, 1984: 101-102).

La novela consta, tal como señalamos antes, de seis libros con una estructura tripartita. La primera parte de presentación corresponde a los tres primeros libros, titulados respectivamente: «Azarías», «Paco, el Bajo», y «La milana». Delibes subraya la miseria en la que viven los campesinos y su bondad natural, que los lleva a soportar todo tipo de humillaciones y abusos. Y tanto en el primero como en el tercero se describe la estrecha relación afectiva que existe entre Azarías y la milana, así como la costumbre de éste de salir a correr el cárabo y los nulos hábitos de higiene del personaje. En el titulado «Paco, el Bajo», se cuenta el traslado de cortijo de su familia «desde lo de Abendújar a donde el señorito», con la esperanza de que en el nuevo cortijo podrán vivir mejor. Sin embargo, sus esperanzas se frustran nada más llegar, pues la vivienda es una humilde casa que no dispone más que de una habitación. También se cuenta la entrada de Nieves al servicio de don Pedro, el Périto, las discusiones de éste con su mujer, Purita, por sus continuos coqueteos con el señorito Iván; las clases de lectura de los campesinos y la primera comunión del señorito Luis Alberto, que despierta en Nieves también el deseo de comulgar.

La segunda parte del desarrollo de la trama argumental corresponde al cuarto libro titulado «El secretario», que narra la estrecha relación de Paco, el Bajo, con el señorito Iván, subrayando el contraste entre el mundo de los opresores y el de los oprimidos, representados respectivamente por Iván, con su pasión por la caza, y Paco, el Bajo, y su familia. En este cuarto libro se describe la extraordinaria habilidad para la caza de Paco, el Bajo, que tiene un olfato tan fino como un perro.

Tanto en la primera como en la segunda parte se narran hechos y anécdotas de forma algo dispersa, mientras que en la tercera, formada por los libros quinto, «El accidente», y sexto, «El crimen», el desarrollo de la acción pasa a ser lineal y se narran una serie de hechos encadenados que conducen inexorablemente al trágico final: la muerte un tanto gratuita y cruel de la milana por parte del señorito Iván y la muerte de éste ahorcado por Azarías. Será, por tanto, el inocente Azarías quien tomará venganza de los abusos recibidos por todos los campesinos del cortijo.

La acción transcurre en Extremadura en pleno franquismo. Aunque Delibes no lo precisa, los hechos se pueden situar en la década de 1960, por las referencias al Concilio Vaticano II iniciado en 1962 y finalizado en 1965, y algunas referencias a Franco, a los veinticinco años de paz, así como al Día de la Raza, como ya quedo dicho anteriormente.

Los espacios donde transcurre la acción, sobre todo los espacios interiores, revelan también de forma diáfana la profunda desigualdad entre los seres que pueblan la novela. Las míseras casitas de molinero, prácticamente chozas de una sola pieza, habitadas por toda la familia de campesinos sin ninguna intimidad ni comodidades, contrastan con las amplias dependencias del cortijo de los señoritos, destacando la Casa Grande habitada por el administrador del cortijo, don Pedro, el Périto, donde celebran sus comilonas tras las jornadas de caza, y la Casa de Arriba, residencia de la marquesa cuando visita su propiedad y en la que se celebra la comunión de su nieto.

6. LOS PROTAGONISTAS

Yo he sido tanto yo como los personajes que representé en este carnaval literario. Ellos son, en buena parte, mi biografía.

(Delibes, «Una vida vivida», 1996: 214)

Delibes es un novelista de perdedores, de ahí su identificación con los humildes, los desamparados. En Los santos inocentes encontramos dos grupos de personajes perfectamente diferenciados. De un lado, los campesinos y, de otro, los señores. Entre los campesinos es preciso atender a la caracterización de Azarías, Paco, el Bajo, la Régula, Nieves y el Quirce. Entre los señores del cortijo, cabe destacar fundamentalmente el señorito Iván y, en menor medida, Don Pedro, el Périto, con su mujer doña Purita, además de la señora marquesa y su hija, la señorita Miriam.

Estos dos grupos de personajes están enfrentados porque representan dos concepciones distintas de la vida y también dos formas distintas de relacionarse con la naturaleza y el paisaje. Los humildes están en perfecta armonía con la naturaleza en la que viven. Su vida ha transcurrido siempre en contacto directo con la tierra, esclavos de su trabajo, pero con una profunda comunión con ella y con el paisaje. En este sentido, Azarías es el personaje más representativo, pues desde su primitivismo y marginación vive unido de forma instintiva a la naturaleza como lo demuestran su pasión por la milana o sus correrías al atardecer por el campo. Por otro lado, el grupo de los señoritos establece un vínculo con la naturaleza desde una actitud de dominio, incluso de crueldad gratuita, sin mostrar respeto ni dignidad. Sus estancias en el cortijo son puro ocio. A este respecto, el máximo exponente es el señorito Iván, cazador compulsivo y cruel.

Los santos inocentes de Miguel Delibes

Miguel Delibes. Escritor y periodista español, ocupó durante muchos años el sillón de la "e minúscula" en la Real Academia de la lengua Española. Es considerado uno de los escritores españoles más importantes del S.XX.

Estudió derecho y empezó muy joven a ejercer como periodista. En 1947 ganó con su primera novela La sombra del ciprés es alargada el Premio Nadal. A partir de ahí su carrera literaria se desarrolló jalonada de éxitos al mismo tiempo que trabajaba como director del periódico El norte de Castilla.

De entre todas sus obras destacan Cinco horas con Mario (1966) reflejo de las contradicciones dentro de la clase media franquista, y Los santos inocentes (1982) obra en la que perfiló de manera magistral el mundo rural de Castilla. Esta novela fue llevada al cine con gran éxito por el director Mario Camus.

En muchas de sus obras se destaca una de sus grandes aficiones, la caza, como en Diario de un cazador, obra por la que recibiría el Premio Nacional de Literatura en 1966.

Con su última novela El hereje (1998) consiguió otro Premio Nacional de Narrativa. A partir de entonces publicó varios libros en los que recopiló su trabajo periodístico, casi siempre dedicado a Valladolid y a la zona de Castilla.

Fue propuesto en diversas ocasiones al Premio Nobel de Literatura, y recibió menciones tan importantes como el Príncipe de Asturias de las Letras o el Premio Cervantes.

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Los santos inocentes

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