Libro 1 Parque jurásico

Parque Jurásico

Resumen del libro: "Parque Jurásico" de

La novela «Parque Jurásico» de Michael Crichton transporta a los lectores a un mundo asombroso y peligroso donde la ciencia y la ambición chocan con consecuencias devastadoras. El magnate John Hammond crea un parque temático revolucionario en una isla remota, donde los científicos han logrado clonar dinosaurios extintos mediante la manipulación genética.

El multimillonario Hammond invita a un grupo de expertos, incluidos el matemático Ian Malcolm, el paleontólogo Alan Grant y la paleobotánica Ellie Sattler, a visitar su parque antes de su inauguración. Sin embargo, a medida que los invitados exploran la isla, se hacen evidentes las grietas en el plan de Hammond. Los dinosaurios, que inicialmente parecen maravillas vivientes, demuestran ser criaturas impredecibles y peligrosas.

Cuando un empleado desleal intenta robar embriones de dinosaurio, desactiva la seguridad del parque. Pronto, los dinosaurios se liberan y comienza un enfrentamiento desesperado por la supervivencia. Los expertos y el equipo del parque deben luchar contra la naturaleza descontrolada mientras los depredadores acechan en cada rincón.

A medida que la situación empeora, Ian Malcolm advierte sobre el «caos» inherente al sistema y predice la inevitable catástrofe. Los personajes se enfrentan a desafíos aterradores mientras intentan escapar de la isla y sobrevivir a los depredadores prehistóricos. En última instancia, la novela explora los peligros de jugar a ser dioses y cómo la manipulación genética puede tener consecuencias impredecibles y letales.

La novela «Parque Jurásico» no solo ofrece una emocionante aventura de supervivencia, sino que también plantea cuestiones éticas y científicas profundas sobre los límites de la tecnología y la moral humana. A través de su narrativa cautivadora y sus personajes memorables, Michael Crichton teje un relato fascinante que sigue cautivando a los lectores con su equilibrio entre el asombro y el temor ante el poder de la ciencia.

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Los reptiles son aborrecibles a causa de su cuerpo frío, su color pálido, su esqueleto cartilaginoso, su piel inmunda, su aspecto feroz, su mirada calculadora, su fetidez, su voz áspera, la sordidez de los sitios en los que habitan y su terrible veneno: he aquí la razón por la que su Creador no ejerció sus poderes para hacer muchos de ellos.

LINNEO, 1797

No se puede hacer que vuelva atrás una nueva forma de vida.

ERWIN CHARGAFF, 1972

Introducción

El incidente «InGen»

El final del siglo XX fue testigo de una «fiebre del oro» científica de asombrosas proporciones: la urgencia precipitada y frenética por comercializar ingeniería genética. Esta empresa avanzó con tanta rapidez, con tanto dinero, con tan pocos comentarios externos, que apenas sí se llegan a comprender sus dimensiones y consecuencias.

La biotecnología promete la revolución más grande de la historia humana. Para fines de esta década habrá dejado muy atrás la energía atómica y los ordenadores en cuanto al efecto que habrá de ejercer sobre nuestra vida cotidiana. Como lo expresó un observador, «la biotecnología va a trasformar todos los aspectos de la vida humana: nuestros servicios médicos, nuestra alimentación, nuestra salud, nuestras diversiones, nuestro cuerpo mismo. Nada volverá a ser igual. Literalmente, va a cambiar la faz del planeta».

Pero la revolución biotecnológica difiere de las trasformaciones científicas anteriores en tres aspectos importantes:

Primero, está muy difundida. Norteamérica entró en la Era Atómica a través del trabajo de una sola institución investigadora, en Los Álamos. Entró en la Era de los Ordenadores a través de los esfuerzos de alrededor de una docena de compañías. Pero hoy las investigaciones biotecnológicas se llevan a cabo en más de dos mil laboratorios sólo en Norteamérica. Quinientas compañías de gran importancia gastan cinco mil millones anuales en esta tecnología.

Segundo, muchas de las investigaciones son irreflexivas o frívolas. Los esfuerzos por producir truchas más pálidas para que sean más visibles en el río, árboles cuadrados para que sea más fácil cortarlos en tablones y células aromáticas inyectables para que una persona tenga siempre el olor de su perfume favorito pueden parecer una broma, pero no lo son. En verdad, el hecho de que se pueda aplicar la biotecnología a las industrias tradicionalmente sujetas a los vaivenes de la moda, como las de los cosméticos y el tiempo libre, hace que crezca la preocupación por el uso caprichoso de esta poderosa tecnología nueva.

Tercero, no hay control sobre las investigaciones. Nadie las supervisa. No hay legislación federal que las regule. No hay una política estatal coherente ni en Norteamérica ni en parte alguna del mundo. Y, dado que los productos de la biotecnología van desde medicinas hasta nieve artificial, pasando por cultivos mejorados, resulta difícil instrumentar una política inteligente.

Pero más perturbador es el hecho de que no se encuentren voces de alerta entre los científicos mismos. Resulta notable que casi todos los que se dedican a la investigación genética también comercian con la biotecnología. No hay observadores imparciales. Todos tienen intereses en juego.

La comercialización de la biología molecular es el acontecimiento ético más pasmoso de la historia de la ciencia, y tuvo lugar con velocidad desconcertante. En el transcurso de los cuatrocientos años que han transcurrido desde Galileo, la ciencia siempre avanzó en forma de investigación libre y abierta del funcionamiento de la Naturaleza. Los científicos siempre pasaron por alto las fronteras de las naciones, manteniéndose por encima de las preocupaciones transitorias de la política e incluso de las guerras. Los científicos siempre se rebelaron contra la imposición del secreto sobre las investigaciones, y hasta fruncieron el ceño ante la idea de patentar sus descubrimientos, al considerarse a sí mismos trabajadores para el beneficio de toda la Humanidad. Y, durante muchas generaciones, los descubrimientos de los científicos gozaron, por cierto, de la cualidad de ser peculiarmente desinteresados.

Cuando, en 1953, dos jóvenes investigadores de Gran Bretaña, James Watson y Francis Crick, descifraron la estructura del ADN, se aclamó su trabajo como un triunfo del espíritu humano, de la búsqueda multisecular para entender el universo de manera científica. Se esperaba, confiadamente, que el descubrimiento de Watson y Crick se brindaría desinteresadamente para mayor beneficio de la Humanidad.

Sin embargo, eso no ocurrió. Treinta años más tarde, casi todos los colegas científicos de Watson y Crick estaban dedicados a otra clase completamente diferente de proyecto: las investigaciones sobre genética molecular se habían convertido en una vasta empresa comercial que entrañaba muchos miles de millones de dólares, y los orígenes de esta empresa se pueden localizar no en 1953, sino en abril de 1976.

Ésa fue la fecha en la que se celebró una, ahora famosa, reunión, en la que Robert Swanson, capitalista de empresas de riesgo, se acercó a Herbet Boyer, bioquímico de la Universidad de California. Los dos hombres acordaron fundar una compañía comercial para explotar las técnicas de fusión de genes desarrolladas por Boyer. La nueva compañía que constituyeron, «Genentech», pronto se convirtió en las más grande de las empresas pioneras de ingeniería genética, y la de mayor éxito.

De repente pareció como si todo el mundo quisiera volverse rico. Compañías nuevas se anunciaban con frecuencia casi semanal, y los científicos salían en tropel para explotar las investigaciones genéticas. Para 1986, por lo menos trescientos sesenta y dos científicos (incluidos sesenta y cuatro pertenecientes a la Academia Nacional de Ciencias) figuraban en las juntas de asesoramiento de las empresas dedicadas a la biotecnología. La cantidad de los que gozaban de participación en acciones, o que estaban a cargo de oficinas consultoras, era varias veces mayor.

Es necesario hacer hincapié en cuán importante era, realmente, este cambio de actitud: en el pasado los científicos dedicados a la investigación pura adoptaban un punto de vista esnob en cuanto a la aplicación comercial; consideraban la búsqueda de dinero carente de interés en el aspecto intelectual y sólo apta para tenderos. Y realizar investigaciones para la industria, aun en los prestigiosos laboratorios de la «Bell» o de «IBM», era nada más para aquellos científicos que no habían podido conseguir el nombramiento como profesores en una Universidad. De esta manera, la actitud de los científicos que hacían investigación pura era fundamentalmente crítica ante el trabajo de los colegas que hacían investigación aplicada, y ante la industria en general. Su prolongado antagonismo mantuvo a los científicos universitarios libres de lazos contaminantes con la industria y, cada vez que surgía el debate sobre cuestiones tecnológicas, se contaba con científicos imparciales que discutían los temas al más alto nivel.

Pero eso ya no es verdad. Hay muy pocos biólogos moleculares y muy pocas instituciones de investigación que estén exentos de vínculos comerciales. Los días de antaño acabaron. Las investigaciones genéticas prosiguen, y con un ritmo más furibundo que nunca. Pero en secreto, con prisa y para obtener lucro.

En este clima comercial, probablemente resulta inevitable que haya surgido una compañía tan ambiciosa como «International Genetic Technologies, Inc.», de Palo Alto. Asimismo, tampoco sorprende que la crisis genética que desencadenó no se haya denunciado. Después de todo, las investigaciones de la «InGen» se llevaron a cabo en secreto; el incidente real tuvo lugar en las regiones más remotas de América Central; menos de veinte personas estuvieron allí para atestiguarlo… y de ellas sobrevivió nada más un puñado.

Incluso al final, cuando «International Genetic Technologies» presentó solicitud de protección según el Capítulo 11 en el Tribunal Superior de San Francisco, el 5 de octubre de 1989, las actuaciones atrajeron poca atención de la Prensa. Parecía algo tan común: «InGen» era la tercera pequeña compañía norteamericana dedicada a la bioingeniería que fracasaba ese año, y la séptima desde 1986. Pocos documentos del juicio se dieron a la publicidad, ya que los acreedores eran consorcios inversores japoneses, como «Hamaguri» y «Densaka», compañías que, tradicionalmente, rehúyen la publicidad. Para evitar una innecesaria divulgación, Daniel Ross, de «Cowan, Swan and Ross», asesoría jurídica de «InGen», también representaba a los inversores japoneses. Y la petición bastante insólita del vicecónsul de Costa Rica se oyó a puerta cerrada. Por eso no puede sorprender que, en el espacio de un mes, los problemas de «InGen» se resolvieran callada y amistosamente.

Las partes que intervinieron en ese acuerdo, comprendida la distinguida junta científica de asesores, celebraron un convenio de no divulgación de los hechos, y ninguno va a hablar de lo que sucedió, pero muchas de las principales figuras del «incidente InGen» no eran signatarias del convenio y estaban dispuestas a discutir los notables sucesos que desembocaron en esos tres días de finales de agosto de 1989 en una isla remota situada frente a la costa oeste de Costa Rica.

Parque Jurásico: Michael Crichton

Michael Crichton. Nacido el 23 de octubre de 1942 en Chicago, Illinois, y fallecido el 4 de noviembre de 2008 en Los Ángeles, California, fue un autor prolífico y visionario cuyas obras literarias fusionaron de manera magistral la ciencia, la tecnología y la narrativa. Su legado como novelista, guionista y director de cine dejó una huella imborrable en la literatura y el entretenimiento contemporáneo.

Crichton demostró desde joven un interés apasionado por la ciencia y la escritura. Tras obtener su título de médico en la Universidad de Harvard en 1969, comenzó a combinar su formación médica con su creatividad literaria. Su primera novela, "The Andromeda Strain" (1969), se convirtió en un éxito sorprendente y marcó el inicio de su carrera literaria. Esta novela, que explora los peligros de los microorganismos extraterrestres, estableció el tono distintivo de Crichton al entrelazar elementos científicos rigurosos con una narrativa de suspense.

A lo largo de su carrera, Crichton continuó explorando temas científicos y tecnológicos en sus novelas, abordando cuestiones como la ingeniería genética, la inteligencia artificial y el caos matemático. "Jurassic Park" (1990), una de sus obras más icónicas, imaginó la resurrección de dinosaurios a través de la clonación, lo que desencadena una serie de eventos desastrosos en un parque temático. La novela se convirtió en un éxito instantáneo y fue adaptada magistralmente al cine.

La habilidad de Crichton para mezclar investigación detallada con narración ágil también se evidenció en novelas como "Sphere" (1987), que explora los misterios de una esfera alienígena en el fondo del océano, y "Congo" (1980), que sigue a un grupo de científicos en una peligrosa expedición a África en busca de diamantes y un antiguo tesoro.

Además de su éxito en la escritura, Crichton incursionó en la dirección cinematográfica. Su película "Westworld" (1973), en la que los robots de un parque temático se descontrolan, se adelantó a su tiempo al abordar las implicaciones de la inteligencia artificial. A lo largo de su carrera, dirigió y escribió varios filmes, incluyendo "Jurassic Park" (1993) y "The Lost World: Jurassic Park" (1997), que llevaron su visión creativa a la pantalla grande.

La meticulosa investigación y el enfoque en la precisión científica caracterizaron la obra de Crichton, pero también le valieron algunas críticas. Aunque sus obras a menudo desafiaban la frontera entre ciencia y ficción, también generaban debates sobre los riesgos y beneficios de la tecnología. Esto le otorgó un lugar especial en la literatura de ciencia ficción y sus escritos continuaron siendo relevantes y provocativos mucho después de su muerte.

Michael Crichton dejó un legado duradero en la literatura y el cine, al explorar las maravillas y los peligros de la ciencia y la tecnología a través de su prosa cautivadora. Sus historias siguen siendo un recordatorio de la importancia de cuestionar los límites del conocimiento y de mantener un sentido de asombro frente al mundo que nos rodea.

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