Pigmalión

Pigmalión - George Bernard Shaw

Resumen del libro: "Pigmalión" de

El profesor Higgins, a la salida de una representación en el Teatro de la Ópera de Londres, toma nota de los acentos de un grupo de personas que trabajan en el mercado y, con especial atención, de la manera de hablar de una de las floristas, Elisa. El encuentro con un colega, el Coronel Pickering, sellará una apuesta: ¿será capaz el profesor Higgins de convertir a Elisa, en seis meses, en una verdadera «lady»?

Libro Impreso EPUB

Prefacio

Como se verá más adelante, Pigmalión necesita, no un prefacio, sino un apéndice, que he puesto en su debido lugar.

Los ingleses no tienen respeto a su idioma y no quieren enseñar a sus hijos a hablarlo. Lo pronuncian tan abominablemente que nadie puede aprender, por sí solo, a imitar sus sonidos. Es imposible que un inglés abra la boca sin hacerse odiar y despreciar por otro inglés. El alemán o el español suena claro para oídos extranjeros; el inglés no suena claro ni para oídos ingleses. El reformador que hoy le haría falta a Inglaterra es un enérgico y entusiástico conocedor de la fonética. Por esta razón, el protagonista de mi obra es el tal conocedor.

Entusiastas por el estilo han existido en los tiempos pasados, pero clamaban en el desierto. Cuando yo empecé a interesarme por el asunto, el ilustre Alexander Melville Bell, el inventor del lenguaje visible, había emigrado al Canadá, donde su hijo inventó el teléfono; pero Alexander J. Ellis seguía siendo un patriarca londinense, con una cabeza llamativa, siempre cubierto de un solideo de terciopelo, por lo que solía, de un modo muy cortés, pedir perdón en las reuniones públicas. Él y Tito Pagliardini, otro fonético veterano, eran hombres a quienes era imposible no querer. Henry Sweet, entonces un joven, no participaba de su suavidad de carácter; basta con decir que era tan poco tolerante para con las personas convencionales como Ibsen o Samuel Butler. Su gran aptitud como fonético (paréceme que de los tres era el que más valía profesionalmente) debiera haberle hecho merecedor de los favores oficiales, y tal vez haberle proporcionado los medios para popularizar sus métodos; pero lo impidió su satánico desprecio de todas las dignidades académicas y, en general, de todas las personas que tienen en más estima el griego que la fonética. Una vez, en los días en que el Instituto Imperial se había levantado en South Kensington y Joseph Chamberlain estaba atronando el país con su política imperialista, yo induje al director de una principal revista mensual a solicitar un artículo de Sweet por la importancia que había de tener para la política imperante.

George Bernard Shaw. (1856-1950) emerge como una figura literaria y cultural de imponente envergadura en la historia del teatro y la crítica. Nacido en Dublín, Shaw dejó una huella indeleble en la escena literaria y política occidental durante casi un siglo. Su vasta producción dramática, que supera las sesenta obras, incluye piezas icónicas como "Hombre y superhombre," "Pigmalión," y "Santa Juana," que revelan su genialidad creativa y perspicacia intelectual.

Shaw se destacó tanto como dramaturgo como crítico, y su influencia perdura en el teatro contemporáneo. Inspirado por Henrik Ibsen, introdujo un nuevo realismo en el teatro en lengua inglesa, fusionando sus obras con sus opiniones políticas, sociales y religiosas. Su estrecha relación con la Sociedad Fabiana lo catapultó como un destacado propagandista de sus ideales. A lo largo de su carrera, Shaw cosechó éxitos como "El comandante Bárbara" y "El dilema del doctor," consolidando su estatus como el principal dramaturgo de su generación.

Sin embargo, Shaw no era solo un hombre de teatro. Sus opiniones controvertidas lo hicieron un personaje destacado en la vida pública. Defendió la eugenesia y promovió su propio alfabeto, mientras que cuestionaba la religión organizada y la vacunación. Durante la Primera Guerra Mundial, se hizo impopular al criticar a ambos bandos. Trasladó su ciudadanía a Irlanda y adoptó una postura ambigua en la política británica en Irlanda en la posguerra.

George Bernard Shaw, quien rechazó honores estatales, sigue siendo un pilar de la literatura y la crítica. Su legado perdura como uno de los dramaturgos más influyentes en lengua inglesa, dejando una profunda huella en generaciones posteriores de escritores. Shaw es, sin lugar a dudas, un faro intelectual que ilumina las vastas aguas de la literatura y la cultura occidental.