Amor vencido
Adolfo Bioy Casares
—Cuente —dijo. —No sé muy bien cómo empieza ni dónde estamos. Cuando Virginia pregunta: «¿Recuerdas lo que prometiste?», me falta valor para anunciarle, una vez más, que la semana siguiente almorzaremos juntos, pero que hoy me esperan mis padres.
Hernán
Abelardo Castillo
Me atrevo a contarlo ahora porque ha pasado el tiempo y porque Hernán, lo sé, aunque haya hecho muchas cosas repulsivas en su vida, nunca podrá olvidarse de ella: la ridícula señorita Eugenia...
El género de Artemisia
Catalina Boccardo
Buscaba luz y decapitar al agresor/ con la gracia de una dama culta/ el polvillo rojo intensificaba el daño/ en las telas de la artista…
Cuando las bibliotecas se hacen laberinto
Víctor Lowenstein
Cuando una biblioteca se vuelve laberinto, gran pánico cunde por sus pasillos, que empiezan a ser interminables. Las estanterías parecen ondular con todos sus libros, que adquieren dimensiones amenazantes...
Edén y otros poemas
Sylvia Cirilho
La memoria de los ojos habla el verde del tahine fresco/ y la muerte - incapaz de la palabra -/ dice lo que no creyó en el amuleto de la sangre
El marica
Abelardo Castillo
"O a lo mejor no eran tus manos, a lo mejor era todo, tus manos y tus gestos y tu manera de moverte, de hablar. Yo ahora pienso que en el fondo a ninguno de nosotros le importaba mucho, y alguna vez lo dije, dije que esas cosas no significan nada, que son cuestiones de educación, de andar siempre entre mujeres, entre curas..."
Viene junto con
Rolando Revagliatti
Diez poemas del nuevo libro de este autor nacido en Buenos Aires, Argentina, en 1945…
El ángel y el payador (1825)
Manuel Mujica Lainez
"La fama de Santos Vega se esparció por todo el campo argentino. Los paisanos lo adoraban como a un dios. Por eso la gente cree que fue un personaje imaginario, pues les resulta imposible que un individuo de carne y hueso como ustedes y yo, ganara con la guitarra tanta reverencia..."
Uno de los murciélagos
Kike Ferrari
Un Batman anciano, que ya ni quiere recordar para qué servían esos trajes de lycra, evoca las causas verdaderas por las que asesinaron a su padre…
Los nutrieros
Rodolfo Walsh
"Chino Pérez tapó con tierra el fogón, y luego tendió la mirada a lo lejos. El agua había tomado un color plomizo, y en el oro verde de los juncos se alargaban las primeras sombras. Por los confines de la laguna, ensimismada en la quietud vesperal, entre las últimas barreras de juncos, flotaban a ras del agua nubecillas de vapor."
Ad Porcos
Adolfo Bioy Casares
"Por favor, no me llamen misógino porque de vez en cuando suelte mi párrafo contra las mujeres. Ocasionales desahogos caben a lo largo de la vida y no perjudican a nadie. Yo adoro a las mujeres, pero las desenmascaro: son las anarquistas que dislocan la civilización."
Ese hombre
Rodolfo Walsh
"Me pregunta si conozco el cuento del vasco. Escucho el cuento del vasco, rodeado de parientes, que no quería firmar el testamento. El índice del Viejo va y viene despacio sobre el índice izquierdo, preparando la pregunta, la pausa, el corte de manga, su porfiada respuesta. Y ahora no sé cuál es mi risa, cuál es la suya, la del Papa Juan divertido a su modo en el cromo."
Conejo
Abelardo Castillo
"Yo me acuerdo cuando ella te trajo. Al principio eras casi tan alto como yo, y eras blanco, más blanco que ahora porque ahora estás sucio, pero igual sos el mejor conejo de todos, porque entendés las cosas."
El amigo (1808)
Manuel Mujica Lainez
"Una ráfaga de viento sube los escalones a galope, y el muchacho se dobla. Las pinceladas del candil bajo el cual se ha detenido muestran la lividez de sus pómulos y de sus ojeras."
Crepúsculo (1644)
Manuel Mujica Lainez
"Y las indias… En su estancia de San Bartolomé había una india más delicada, más sutil que las blancas. Millares de vacunos pueblan hoy esa heredad cordobesa de San Bartolomé. ¿Para qué los quiere, si todo se reduce a hacerse aire con el abanico de su mujer y a soñar?"
Cuentos para tahúres
Rodolfo Walsh
"El montoncito de las apuestas fue creciendo: había billetes de todos tamaños y hasta algunas monedas que puso uno de los de afuera. Flores parecía vacilar. Por fin largó los dados. Pereyra no los miraba. Tenía siempre los ojos en las manos de Flores..."
A propósito de un olor
Adolfo Bioy Casares
En la noche del jueves el profesor Roberto Ravenna suspiró varias veces, pero a la una de la madrugada lanzó un quejido. Después de leer el último trabajo había encontrado, en la maraña de su mesa, una pila con otros diez...
El vendedor de estatuas
Silvina Ocampo
Para llegar hasta el comedor, había que atravesar hileras de puertas que daban sobre un corredor estrechísimo y frío, con paredes recubiertas de algunas plantas verdes que encuadraban la puerta del excusado...
Todos los fuegos el fuego
Julio Cortázar
Así será algún día su estatua, piensa irónicamente el procónsul mientras alza el brazo, lo fija en el gesto del saludo, se deja petrificar por la ovación de un público que dos horas de circo y de calor no han fatigado. Es el momento de la sorpresa prometida; el procónsul baja el brazo, mira a su mujer que le devuelve la sonrisa inexpresiva de las fiestas...
Bestiario
Julio Cortázar
Entre la última cucharada de arroz con leche —poca canela, una lástima— y los besos antes de subir a acostarse, llamó la campanilla en la pieza del teléfono e Isabel se quedó remoloneando hasta que Inés vino de atender y dijo algo al oído de su madre...