Narrativa

Balance Disorder

Balance Disorder
Balance Disorder

―Tú sabes que parecemos dos peripatéticos, ¿no?

―¿No te gusta pasear por El Vedado?, ¿conmigo?

―¿Pero haciendo filosofía? 

―La que filosofa eres tú, yo solo quiero tener otra oportunidad, demostrarte que te amo y mucho, a pesar de mi modo torcido y raro.

―Y yo lo que más quiero en la vida es que eso que estás diciendo sea verdad.

―Es verdad.

―Que te lo creas, quiero decir, que lo interiorices y reflexiones acerca de ello.

―Yo no tengo nada que reflexionar, si yo no te quisiera hace rato te hubiera mandado pa´la pinga.

―Te recuerdo que para allí me mandaste antes de mi viaje a Camagüey.

―Es que no puedo con tus celos.

―A ver, yo no voy a preguntarte ahora si estás o no con esa niña, pero ¿vas a decirme en mi cara que esos celos son solo paranoia?

―Tú no acabas de saber cuál es tu lugar. No entiendes que esa niña es solo una réplica agraciada de mi mujer, si hasta le molestan las mismas cosas, por ejemplo, si las toco por aquí las dos me empujan, es enloquecido, no solo tienen el mismo nombre, son bitongas las dos, y las dos tienen el mismo mal carácter. Tú eres otra cosa…

―La cosa que se deja tocar por aquí y por aquí y por aquí, y por ti y por quien tú quieras que me toque.

―Vamos, que tú también tocas, que te vi muy entusiasta…

―No desvíes la conversación, ¿qué vas a hacer para recobrar mi amor?

―¿Porque ya dejaste de quererme?

―Tengo que parafrasear la primera línea —insuperable, por cierto— de uno de los relatos de Raquel: La única forma de romper mi vínculo contigo es que uno de los dos se muera.

―Mira que eres…

―Como digas la palabra “trágica” te quedas aquí mismo.

―Pero ¿no lo eres ni un poquito?

―Tú eres más trágico que yo. Necesitas de esta montaña rusa para llenar tu nihilismo. Eres un sicópata social, la gente te ve con esa sonrisa y abres la boca y hablas de esto y lo otro y la verdad es que hay que admirarte, y no solo dicen erudito, dicen simpático, humilde, amigo de tus amigos…

―Tú me querías por humilde, ¿ahora dices que es una máscara?

El poeta es un fingidor, querido Pessoa, usted lo sabe, y cuando creo haber separado todas tus máscaras y estar mirándote a los ojos resulta que es otra máscara.

―Me estás encojonando, ¿qué máscara ni qué pinga?

―Soy yo, Sergio María, conmigo nunca has tenido que fingir, eso es lo que te hace amarme, que yo puedo amar todas tus máscaras, y que entiendo la necesidad de cada una de ellas, pero odio tu falta de conciencia, que no seas capaz de compensar mi peso y te quedes regodeándote en mi amor como si no fueras poeta, como si alguien más hubiera escrito todos esos versos acerca de la salvación, ¿quién escribe tus poemas?

―Mira que eres simpática, me encanta que seas tan loca, que mires las cosas del modo en que las miras, que hasta en medio de una conversación que quieres que sea seria sacas una de esas bromas tuyas.

―Ah, Sergio, coño, yo te amo, basta.

―Eso mismo digo yo, basta, recógeme, no hagas esto más largo, llevamos horas bajo el sol dándole vuelta a lo mismo, y tú no acabas de entender que te amo de verdad, que te quiero en mi vida, y mucho.

―Pero aquí entra el “cómo”, Sergio María, ¿cómo me quieres en tu vida?, ¿de qué trágica manera?

―No tiene que ser trágica. Tú me amas incondicionalmente, ¿no?, pues…

―… yo hago lo que quiero y tú me sigues amando.

―No era eso lo que iba a decir.

―¿Seguro?

―Bueno, sí, pero iba a ser un chiste.

―Pues chiste es, ¿cuál es la verdad?, ¿cómo es la cosa?

―Dame un tiempo, tú sabes que estoy jodido, que tengo cien cosas encima, que todo el mundo hala para su lado y yo ya estoy cansado de tanto inventar por aquí y mentir por allá. Déjame conquistarte.

―Ok, me parece muy bien, conquístame.

―Pero estoy viejo para eso, jabaíta, si tú sabes que te amo: 

Yo te amo, muchacha

en cada piel que toco y no es la tuya

y en cada acto doméstico que comparto

con esa otra muchacha que llamo mi mujer.

―No jodas, Sergio. Después viene el cansancio, la desidia, vuelvo a esperar cosas de ti que no te nacen, y me enquisto de nuevo, y me desangro, y me marchito y me caigo a pedazos. Basta ya, déjalo aquí.

―Tú no me quieres ni pinga.

―Yo sí te quiero, imbécil, pero es hora de que me dé un poco de amor a mí misma.

―Pero ahora me dejas y ¿qué vas a hacer?, ¿a quién te vas a encontrar que llene mi espacio? Lo que sea que te encuentres puede que te ame mejor, pero no va a amarte más.

―¿De veras, Sergio María?, ¿ese es tu intento de manipulación?

―Es una verdad, yo no manipulo a nadie, y mira, lo que pasa aquí es que tú me amas en mandarín antiguo y yo te amo en francés contemporáneo, eso no tiene modo de ser comprendido.

―Claro, y en tu caso, traductor y sabio, desde tu francés contemporáneo puedes leer, y a gusto, incluso hasta como un gesto chic, lo que yo te ofrezco en mi mandarín antiguo, y yo no he evolucionado lo suficiente como para poder leerte, incluso como un gesto de vanguardia, en tu francés de ahora, ¿no?

―¡Qué simpática eres, pinga!

―No estoy jugando, yo no tendré el brillo de la descomunal de tu mujer, ni la piel impoluta y el pelo hermoso del amor de tu vida, pero tengo un C.I., alto. Y te conozco mejor que tú mismo, y que tu madre.

―Mi madre que decía que tú eras jinetera.

―Tú madre está muerta conmigo también, pero de tal palo…, no pueden prescindir de mi amor, pero no sueltan el resto de las prendas.

―Quiéreme, jabaíta, si el amor de mi vida eres tú, y hasta el amor en mi vida, como tú dices, que es distinto y hasta mejor.

―Mejor para ti, que tienes todo mi amor, y hasta el que debería darme a mí misma. ―Ya veremos, mira, esa cafetería se llama El arca de Noé, ¿crees que ya tengan una pareja de nuestra especie? 

―Lo malo es que con mi esterilidad no nos vamos a poder reproducir.

―Pero animamos la travesía, ¿tú sabes la cantidad de zoofilia que puedes hacer con el resto de los bichos?

―Tú no tienes remedio.

―¿Tomamos un café?

―Yo quiero un dulce, el más caro, aunque no me guste.

―¿Aunque tenga canela?

―Dale, Aristóteles, deja de hacerte el que sabe que detesto la canela.

―Espera, espera, que también sé que le echas un poquito al agua de bañarte de vez en cuando, como si te hiciera falta para tenerme loco por ti.

―Tu nombre con el de todas tus mujeres, una cuchilla de afeitar, el jugo de una naranja agria, aceite, vinagre y pólvora es lo que voy a poner en un pomo con tapa y lo voy a enterrar al lado de la línea del tren.

―Pero jabaíta, me asustas.

―Ah, y luego voy a encender un fósforo.

―Dios mío, dale, entra.

―Estoy hecha pedazos, Sergio, respeta eso.

―Y yo soy un escritor contemporáneo, mi amor, comprenez-tu mon français?, puedo armarte de los fragmentos, y sería mi mejor obra, ¿tú no querías ser un personaje?

―Aquello lo dije al fragor del sexo, anormal.

―Ah, ¿te acuerdas que lo dijiste?

―Sí, y también he dicho mil veces que deberías amarme a mí por encima de todo lo que existe en la vida, ¿a eso le has hecho tanto caso?

―¿Ves?, ya estás hablando en mandarín, pero sí, a eso le he hecho mucho caso, todo lo que existe en la vida ahí está, y tú eres lo más grande. Acábalo de entender, dale, entra.

―Ya no quiero saber cuál de tus pieles es la de verdad, Sergio, a fin de cuentas habrá que hacerle caso a Ricardo Reis con aquello de Y cuando quise quitarme la máscara ya estaba pegada a la cara, pero quédate en la que te sientas más a gusto.

―Eso es difícil, mi amor, ya, deja la filosofía, mira qué lindo está el lugar, no comas más pinga, yo te amo, y lo bueno del resto de las pieles es que hacen este amor más genuino. ¿Entramos o qué? 

La novela completa Balance Disorder está disponible en:

Balance Disorder – Yudarkis Veloz

Para leer una entrevista a la autora de Balance disorder:

Balance Disorder, una novela donde el vértigo provoca al abismo

Yudarkis Veloz Sarduy. Camagüey, 1982. Editora y narradora.

Algunos de sus cuentos se han publicado en revistas y antologías. Su primera novela, El constante aleteo, consta de dos ediciones. En el año 2018, su proyecto de libro "Glándulas de Skene", del cual nace Balance Disorder (su más reciente novela publicada), fue galardonado con la Primera Mención en el Premio Internacional Eduardo Kovalivker. Actualmente trabaja en Choza techada, una especie de saga familiar inspirada en historias de mujeres. De su autoría cuentan también algunos textos infantiles, como Belén y Pepa, pronto a salir por la editorial Ácana.