Poesía

Breve tratado de la melancolía

AVE DE AGUA SALADA

Yo soy el guardián del hielo.
José Watanabe

¿Has metido las manos en hielo
veinticinco segundos,
veinticinco horas,
veinticinco días?
Veinticinco años con una grieta que crece desde mis garras
hasta el borde de aquello que soy cuando estoy sola.
El cosmos cae como una borrasca de nieve.
Acurruco las patas para cubrir
lo que nace de mí en su cascarón.
Vivo en las plumas húmedas de mi alma,
en el opio azul que se congela,
en el desamor con sus cuchillas.
Está bien, no voy a huir, tengo aletas muy cortas,
me deslizo sobre el agua escarchada,
está bien, abro el pico, sonrío y luego me trago.
Aquí estoy con la membrana enferma,
con mi reino breve en el aire.

NARCOAMORES, A MODO DE CORRIDO

Estamos en el siglo XXI,
tengo 25 años, soy hermosa, ágil,
no profeso religión,
me adhiero a la música en cualquier cantina;
pero mírame, Señor, soy frágil,
y los hombres a mi alrededor me disparan con la boca,
aquí sola en mi silla vacía abro los ojos salvajes,
las puertas, Señor, las puertas de este cuarto,
para tragar mi propio vómito.
Mira, uno de estos hombres viene,
agarra mis manos entre sus guantes,
«Sobrado de perro», dice, y pide una botella,
¿lo escuchas?
Escupe sus amores, escupe dinero,
tres o cuatro kilos de coca embutidos en su recto,
una frontera a kilómetros luz, el carro de la policía,
una cicatriz carcomiendo la puntilla de su alma,
y trece muertos guardados en su cartera.
«Cuando voy a la cárcel, enseguida salgo»,
su garra sube por mi pierna,
«vamos a la finca, hay ron, hay nieve,
hay caballos para que los trences»
y pide otra botella.
Señor, seriamente te pregunto: si me voy con él,
¿dónde botará mi cuerpo al amanecer?
¿cuánto tiempo tardarán en hallarme?
¿me iré volando con el ave oscura del aire?
Condenada a la sed no hay metáfora
que pueda salvarme en este juego de navajas,
solo lenguaje en el que no me reconozco
y estás tú, eternamente tú, completamente tú,
con mi copa entre los dedos.

LA MUJER QUE AMÓ A LOS HOMBRES

Cuántas veces en tu lecho
no te recogiste entre las manos
tendiendo el cuerpo ante un hombre
preciso y solitario
con la boca llena de sal y pantano,
metiendo los dedos en sus cabellos
deslizando las piernas, el vientre, lo que era tuyo,
sus huesos, su vaho tembloroso sobre ti,
sintiendo el sudor del verano, de los truenos.
Un hombre que llegaba a la puerta de tu casa,
siempre uno a la vez a cualquier hora del día,
rodeado por tus brazos.
Qué importa que este hombre tenga tantos cuerpos
y que se llame de mil formas,
siempre será el mismo frente al nacimiento,
con las uñas en tu carne sensual
de serpiente, de gasolina, con olor a leche.
Qué importa que te pida de madrugada
que seas su hogar, que cultiven una huerta,
que tengan hijos hermosos, dicen todos ellos a la vez.
Después de esta ventisca,
¿qué hogar puedo ser para los otros?
¿Qué hogar puedo tener dentro del pecho?
Si son este hombre o ninguno,
no pueden decir que no los amé
como si fueran especies en peligro
o países en la guerra.

SUNDAY EN LA PLAYA MALDITA DE MI CARNE

Estaría bien un poco de arsénico,
es domingo y me siento profética:
una quietud enorme de hondura,
en medio de las costillas y mis pies,
un hueco zigzagueante y oscuro.
Otra vez quedarme frente a los ojos del espejo,
sentir una vergüenza que se escurre, que taja,
me empapo sin un placer lenitivo
más que unas cuantas píldoras
y un sorbo alcanforado para el sueño.
Otra vez sin mí,
comer el pan mojado en el fregadero,
lamer la leche azul mortecina del suelo,
permanecer escondida en la ducha mientras
veo al sifón irse mi cabello.
¿Quieres que me corte las manos
y te las envíe a casa?
He dejado de escribir.

PLEGARIA DESDE UNA FÁBRICA DE PLÁSTICO

En este cráneo comprimido
estoy yo cubierta por una costra de plástico
enloqueciendo. Mira las calles, Madre,
comemos y bebemos de la desesperación,
después dormimos felices sintéticamente.
Cuando despierto miro la montaña
con los dientes quebrados; y estoy aquí, en esta ruina,
viviendo mi edad adolescente
en el naufragio circular de mis razonamientos.
Ven, Madre, en este musgo nocturno
mis ojos se descosen con el vapor de la maquinaria.
Sácame de este monólogo y déjame
ser un elefante en la llanura africana.
Deshójame, pacientemente, con tu ternura.

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https://www.abisiniareview.com/breve-tratado-de-la-melancolia/

Stefhany Rojas Wagner. Poeta, editora y gestora cultural

Co-fundadora y directora de Abisinia Editorial y de la revista argentina Abisinia Review (www.abisiniareview.com). Ganadora de la convocatoria de Pasantías en Bibliotecas Públicas del Programa Nacional de Estímulos, Ministerio de Cultura de Colombia, 2019, con el libro-objeto de entrevistas a mujeres que han sufrido la violencia en el municipio de Guatapé, Mi cuerpo como un río (Medellín, 2019). Breve tratado de la melancolía es su primer libro de poesía, uno de los títulos ganadores del VIII Premio Nacional de Poesía Obra Inédita (2020), publicado en España por Valparaíso Ediciones (Madrid, 2021).