Libro 3 - Trilogía de Sabato

Abaddón el exterminador

Resumen del libro: "Abaddón el exterminador" de

Abaddón el exterminador es la última novela de la trilogía iniciada por Ernesto Sábato con El túnel y continuada con Sobre héroes y tumbas. En esta obra, el autor argentino nos ofrece una reflexión sobre el destino de la humanidad, el papel del arte y la literatura, y la crisis de los valores en el siglo XX.

La novela se estructura en tres partes: la primera, titulada «El dragón y la princesa», narra el viaje de Sábato a Europa en 1969, donde se reencuentra con antiguos amigos y conoce a personajes como Jorge Luis Borges, Pablo Picasso y Albert Camus. La segunda parte, «Los rostros del mal», se centra en el regreso de Sábato a Buenos Aires, donde se enfrenta a la violencia política y social que azota al país. La tercera parte, «Abaddón el exterminador», es una especie de apocalipsis personal y colectivo, donde Sábato se sumerge en un mundo de fantasía y pesadilla, poblado por seres monstruosos y simbólicos.

La novela es una obra compleja y desafiante, que mezcla realidad y ficción, autobiografía y metaficción, ensayo y poesía. Sábato utiliza diversos recursos narrativos, como el diálogo, el monólogo interior, la carta, el informe, el collage y el fragmento. El resultado es una obra polifónica y heterogénea, que cuestiona los límites entre el autor, el narrador y los personajes.

Abaddón el exterminador es una novela que nos interpela como lectores y como seres humanos. Nos invita a reflexionar sobre nuestra propia existencia, sobre el sentido de la historia, sobre la responsabilidad ética y estética del escritor. Es una novela que nos deslumbra con su belleza y nos conmueve con su profundidad. Es una novela que nos revela a un Sábato genial y lúcido, capaz de crear una obra maestra de la literatura universal.

Libro Impreso EPUB

Y tenían por rey al Ángel del Abismo, cuyo nombre en hebreo es Abaddón, que significa El Exterminador.

APOCALIPSIS SEGÚN EL APÓSTOL SAN JUAN

Es posible que mañana muera, y en la tierra no quedará nadie que me baya comprendido por completo. Unos me considerarán peor y otros mejor de lo que soy. Algunos dirán que era una buena persona; otros, que era un canalla. Pero las dos opiniones serán igualmente equivocadas.

Mijail Iurevitch Lérmontov, UN HÉROE DE NUESTRO TIEMPO

ALGUNOS ACONTECIMIENTOS PRODUCIDOS EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES EN LOS COMIENZOS DEL AÑO 1973

EN LA TARDE DEL 5 DE ENERO,

de pie en el umbral del café de Guido y Junín, Bruno vio venir a Sabato, y cuando ya se disponía a hablarle sintió que un hecho inexplicable se produciría: a pesar de mantener la mirada en su dirección, Sabato siguió de largo, como si no lo hubiese visto. Era la primera vez que ocurría algo así y, considerando el tipo de relación que los unía, debía excluir la idea de un acto deliberado, consecuencia de algún grave malentendido.

Lo siguió con ojos atentos y vio cómo cruzaba la peligrosa esquina sin cuidarse para nada de los automóviles, sin esas miradas a los costados y esas vacilaciones que caracterizan a una persona despierta y conciente de los peligros.

La timidez de Bruno era tan acentuada que en rarísimas ocasiones se atrevía a telefonear. Pero, después de un largo tiempo sin encontrarlo en La Biela ni en el Roussillon, y cuando supo por los mozos que en todo ese período no había reaparecido, se decidió a llamar a su casa. «No se siente bien», le respondieron con vaguedad. «No, no saldría por un tiempo.» Bruno sabía que, en ocasiones durante meses, caía en lo que él llamaba «un pozo», pero nunca como hasta ese momento sintió que la expresión encerraba una temible verdad. Empezó a recordar algunos relatos que le había hecho sobre maleficios, sobre un tal Schneider, sobre desdoblamientos. Un gran desasosiego comenzó a apoderarse de su espíritu, como si en medio de un territorio desconocido cayera la noche y fuese necesario orientarse con la ayuda de pequeñas luces en lejanas chozas de gentes ignoradas, y por el resplandor de un incendio en remotos e inaccesibles lugares.

EN LA MADRUGADA DE ESA MISMA NOCHE

se producían, entre los innumerables hechos que suceden en una gigantesca ciudad, tres dignos de ser señalados, porque guardaban entre sí el vínculo que tienen siempre los personajes de un mismo drama, aunque a veces se desconozcan entre sí, y aunque uno de ellos sea un simple borracho.

En el viejo Bar Chichín, de la calle Almirante Brown esquina Pinzón, su actual dueño, don Jesús Mourente, mientras se disponía a cerrar el negocio, le dijo al único parroquiano que quedaba en el mostrador:

—Dale, Loco, que hay que cerrar.

Natalicio Barragán apuró su copita de caña quemada y salió tambaleante. Ya en la calle, repitió el cotidiano milagro de atravesar con distraída placidez la avenida recorrida a esa hora de la noche por autos y colectivos enloquecidos. Y luego, como si caminara sobre la insegura cubierta de un barco en mar gruesa, bajó hacia la Dársena Sur por la calle Brandsen.

Al llegar a Pedro de Mendoza, las aguas del Riachuelo, en los lugares en que reflejaba la luz de los barcos, le parecieron teñidas de sangre. Algo le impulsó a levantar los ojos, hasta que vio por encima de los mástiles un monstruo rojizo que abarcaba el cielo hasta la desembocadura del Riachuelo, donde perdía su enorme cola escamada.

Se apoyó en la pared de zinc, cerró los párpados y descansó, agitado. Después de unos momentos de turbia reflexión, en que sus ideas trataban de abrirse paso en un cerebro lleno de desperdicios y yuyos, volvió a abrirlos. Y de nuevo, ahora más nítidamente, vio el dragón cubriendo el firmamento de la madrugada como una furiosa serpiente que llameaba en un abismo de tinta china.

Quedó aterrado.

Alguien, felizmente, se acercaba. Un marinero.

—Mire —le comentó con voz trémula.

—Qué —preguntó el hombre con esa bonhomía que la gente de buen corazón emplea con los borrachos.

—Allá.

El hombre dirigió la mirada en la dirección que le indicaba.

—Qué —repitió, observando con atención.

—Eso!

Después de escrutar un buen rato aquella región del cielo, el marinero se alejó, sonriendo con simpatía. El Loco lo siguió con sus ojos, luego volvió a apoyarse contra la pared de zinc, cerró sus párpados y meditó con temblorosa concentración.

Cuando volvió a mirar, su terror se hizo más intenso: el monstruo ahora echaba fuego por las fauces de sus siete cabezas. Entonces cayó desmayado. Al despertar, tirado en la vereda, era de día. Los primeros obreros se dirigían a sus trabajos.

Abaddón el exterminador: Ernesto Sabato

Ernesto Sabato. (1911 - 2011) Fue un ensayista, novelista, físico y pintor argentino. Su obra narrativa consiste en tres novelas: El túnel, Sobre héroes y tumbas (consideradas unas de las mejores novelas argentinas del siglo XX) y Abaddón el exterminador. También se destacó como ensayista, autor de libros como Uno y el Universo, Hombres y engranajes, El escritor y sus fantasmas o Apologías y rechazos, en los que reflexiona sobre la condición humana, la vocación de la escritura o los problemas culturales del siglo XX. Fue el segundo argentino galardonado con el Premio Miguel de Cervantes (1984), luego de Jorge Luis Borges (1979).