Bajo la verde fronda

Resumen del libro: "Bajo la verde fronda" de

«Bajo la verde fronda» de Thomas Hardy es una novela que se erige como un caleidoscopio de historias entrelazadas en la apacible comunidad de Mellstock. Al igual que los árboles en un bosque, cada personaje posee una voz distintiva y una narrativa única. Hardy, maestro indiscutible de la narración regionalista, nos sumerge en el pintoresco entorno de Wessex, su territorio literario característico. A través de un narrador afable y cercano, la trama nos guía con gracia a través de los ritmos estacionales de la vida en la parroquia, retratando con agudeza las sutilezas, dudas y desafíos del romance.

La trama se centra en la llegada del nuevo párroco, quien desencadena un cambio sísmico al adquirir un órgano para la iglesia, desplazando así a los orgullosos músicos locales. Sin embargo, las motivaciones del párroco van más allá de lo musical, ya que están impregnadas por el deseo de estar cerca de la joven organista, Fancy Day. Este triángulo amoroso, donde también compiten por el afecto de Fancy el hacendado Shiner y el apasionado joven Dick Dewy, hijo del buhonero local, es el motor de una trama que se despliega con una gracia y sutileza notables.

En la prosa de Hardy, cada página respira la atmósfera rural y sus ritmos, envolviendo al lector en una autenticidad que emana de cada descripción detallada. A través de sus personajes, el autor explora temas de amor, ambición y tradición en una comunidad que late al unísono, pero cuyas voces individuales resplandecen con una riqueza y diversidad sorprendentes.

«Bajo la verde fronda» se erige como una joya en el corpus de la obra de Thomas Hardy. Su capacidad para tejer una trama que celebra la singularidad de cada personaje al tiempo que abraza la cohesión de la comunidad es un testimonio de su maestría narrativa. Esta novela nos invita a perdernos en los matices de la vida rural, donde la belleza y la complejidad residen en cada rincón de Mellstock y en el corazón de sus inolvidables habitantes. Una obra que perdura como un tributo a la habilidad única de Hardy para capturar la esencia de la vida cotidiana en el campo inglés.

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PREFACIO

Esta historia del coro de Mellstock y su larga historia de músicos de iglesia, como algunas descripciones de tradiciones similares que aparecen en Dos en una torre y Un batiburrillo de personajes, entre otros de mis escritos, pretende ser una estampa veraz y de primera mano de gentes, usos y costumbres que eran comunes en tales orquestas de pueblo hace cincuenta o sesenta años.

Uno se inclina a lamentar la sustitución de estos conjuntos musicales de iglesia por un único organista (normalmente un organillero) o intérprete de armonio, pues aun siendo indudables los beneficios que, en cuanto a control y ejecución, garantiza la presencia de un solo artista, el cambio ha tendido a echar por tierra los supuestos propósitos del clero y ha tenido como consecuencia directa la merma y la extinción del interés de los feligreses por las actividades eclesiásticas. Bajo el esquema antiguo, entre seis y diez instrumentistas adultos, además de muchos cantantes de distintas edades, se encargaban oficialmente de la rutina dominical y daban lo mejor de sí mismos para ofrecer una actuación artística acorde con los variopintos gustos musicales de la congregación. Con la interpretación musical limitada, como suele ser hoy el caso, a la mujer o la hija del párroco y los colegiales, o a la maestra y los chiquillos, se ha perdido una importante comunidad de intereses.

El entusiasmo de estos instrumentistas olvidados debía de ser muy intenso y persistente, porque se daban la caminata hasta la iglesia, a veces muy alejada de su casa, todos los domingos después de una agotadora semana de trabajo. La recompensa que normalmente recibían por su interpretación era tan pequeña que su esfuerzo en realidad puede considerarse un acto de amor. En la parroquia que tenía yo en mente mientras escribía este relato, la gratificación anual que recibían los músicos por Navidad era más o menos la siguiente: de la casa señorial diez chelines y una cena; del sacerdote diez chelines; de los ganaderos cinco chelines; de cada casa un chelín, lo que ascendía a un total de no más de diez chelines al año por cabeza: lo justo, como me dijo un antiguo ejecutante, para pagar las cuerdas de los violines, las reparaciones, la colofonia y las partituras (que casi siempre hacían ellos mismos). En aquellos tiempos, la música se copiaba a mano en papel pautado por las noches, después de trabajar, y los libros de música eran de encuadernación casera.

Era costumbre incluir unas gigas, reels, danzas marineras y baladas en el mismo libro, empezando por la última página, hasta que lo sagrado y lo profano se encontraba en el centro, a veces con efectos singulares cuando el texto de algunas canciones hacía gala de ese humor tan agudo que encantaba a nuestros abuelos, y posiblemente también a nuestras abuelas, y que hoy se tiene por indecoroso.

Las citadas cuerdas de violín, como la colofonia y el papel pautado, se las suministraba un buhonero que vendía exclusivamente estos artículos de parroquia en parroquia y pasaba por cada pueblo cada seis meses. Circulan historias del disgusto que se llevaron los violinistas de la iglesia en una ocasión, cuando iban a estrenar un nuevo himno por Navidad y el buhonero no llegó a tiempo, por la nevada que había caído en los montes, y del apuro en que se vieron para improvisar las cuerdas con tralla y bramante. El buhonero era generalmente un músico, a veces un modesto compositor, que traía sus propias melodías y animaba a los coros a adoptarlas por un precio módico. Algunas de las composiciones que ahora tengo delante, con sus repeticiones de líneas, medias líneas y medias palabras, sus fugas y sus pasajes instrumentales, siguen siendo buenas canciones, aunque hoy difícilmente se tolerarían en los libros de himnos más populares en las iglesias de la buena sociedad.

Agosto, 1896

Bajo la verde fronda: Thomas Hardy

THOMAS HARDY Poeta y escritor inglés, estudió Arquitectura y trabajó como restaurador y constructor durante varios años. Durante esta época, Hardy comenzó a escribir, pero no publicó su primera novela hasta 1871. En 1874, con su tercera novela, Hardy logró un cierto éxito que le llevó a dedicarse por completo a la literatura.

Hardy se movió en los círculos literarios más importantes de Inglaterra y durante la década de los años 80 del siglo XIX acrecentó su fama, que llegó a su máximo tras la publicación de Tess la de los de Uberville. Tras una serie de malas críticas, Hardy decidió dedicarse por completo a la poesía. También habría que destacar su autobiografía, que fue publicada de manera póstuma.