El polvo y el oro

Resumen del libro: "El polvo y el oro" de

El polvo y el oro, del escritor cubano Julio Travieso Serrano, es una obra ambiciosa y notable dentro de la literatura cubana del siglo XX. A través de las diversas generaciones de una familia en la isla, desde los tiempos de la esclavitud colonial hasta la revolución de 1959, el autor traza la historia de Cuba, presentando al lector un retrato lleno de matices y detalles, sin perder la verosimilitud.

La novela nos sumerge en la vida de la familia Valle, de origen gaditano, que se establece en La Habana para participar en la explotación del azúcar y el comercio de esclavos. A lo largo de seis generaciones, esta familia va ascendiendo en la sociedad criolla, mientras el autor no solo narra los acontecimientos históricos, sino que también profundiza en la idiosincrasia de un pueblo en constante proceso de transculturación y sincretismo.

En la trama, la ambición, la violencia, el sexo, la magia y el dolor se entrelazan de manera magistral, desafiando los límites entre la realidad y la ficción. El lector se ve inmerso en un fresco histórico que revela la transformación de la sociedad cubana a lo largo de los años, al mismo tiempo que reflexiona sobre temas universales como la identidad, la opresión y la lucha por la libertad.

El estilo narrativo de Julio Travieso Serrano es apasionante y riguroso, logrando combinar hábilmente la ficción con los hechos históricos. A través de su prosa cautivadora, el autor nos transporta a diferentes épocas y lugares, permitiéndonos experimentar de cerca los momentos clave en la evolución de Cuba.

El polvo y el oro es una novela que invita a la reflexión y al descubrimiento. A medida que avanzamos en la lectura, nos adentramos en la complejidad de la sociedad cubana, explorando su cultura, religión, política y economía. La obra nos confronta con las luces y sombras de la historia cubana, presentándonos personajes memorables y situaciones impactantes que nos hacen cuestionar nuestra propia percepción del pasado y del presente.

En conclusión, El polvo y el oro es una obra magistral que captura la esencia de la historia de Cuba a través de la apasionante saga de la familia Valle. Julio Travieso Serrano logra transmitir la riqueza y complejidad de la sociedad cubana, combinando de manera experta la realidad y la ficción. Esta novela no solo entretiene, sino que también nos invita a reflexionar sobre los procesos históricos, la identidad y los anhelos humanos en un contexto marcado por la lucha y la transformación.

Libro Impreso EPUB

Esta novela no es sólo obra mía. Es, también, de mis amigos. Sin ellos no se habría publicado en sus dos ediciones, la actual cubana y la mexicana. Me agradaría mencionar sus nombres. Ellos son los cubanos Horacio García Brito y Sigifredo Álvarez Conesa que leyeron y comentaron mis ilegibles manuscritos, Eloísa Le Riverend que también leyó y “computarizó” mis palabras, Armando Ferrer e Isaac Barreal (+), quienes me informaron y guiaron en intrincados senderos, Alejandro Expósito, Zoyla Gómez, Rafael y Gisela Carralero, animosos interlocutores en las frías noches mexicanas, Raúl Muñoz, Pedro Pablo Rodríguez, Emilio Comas y Francisco López Sacha, todos solidarios conmigo.

En México, Carlos Maciel, Patricia Molinar, José Ángel Leyva, Begoña Pulido y Carmen Martínez Diez leyeron el manuscrito, coadyuvaron a su publicación y me brindaron fraternal ayuda.

A los anteriores nombres debo añadir los del español cubano mexicano Federico Álvarez y el chileno Omar Ruz. Quiero hacer patente aquí mi agradecimiento hacia todos ellos.

J. T. S.

Este libro pudo ser escrito en parte gracias a una beca “Razón de ser” de la Fundación Alejo Carpentier.

Mi reconocimiento para la Fundación y su directora Lilia Esteban de Carpentier.

A mi querida madre Violeta que además de darme, como historiadora, el tema de esta novela me alentó en los momentos más difíciles con su palabra y su ejemplo.

Introducción

__Viva Cristo Rey —gritó con voz ronca, nacida más abajo de los pulmones.

—Viva Cristo Rey —repitió mientras se detenía para tomar aire y mirar el camino a recorrer que terminaba, varios metros más allá, frente a un muro gris de piedras calizas sobre el cual una solitaria lagartija le observaba mientras recibía los suaves rayos de un sol invernal.

—Abajo la tiranía, abajo la dictadura —volvió a gritar con más fuerza, poniendo en la voz todo el odio guardado en su interior.

—Traidor, vendepatria —contestó alguien en las inmediaciones, pero él no prestó atención, sintiendo sólo sus propios sentimientos de rabia, odio y temor. Empujado por los escoltas, dando tumbos, fue hasta el muro, donde le colocaron frente a seis soldados, pequeños, oscuros, todos iguales, parecidos a las figuritas de plomo de su niñez. Entonces tuvo miedo de una muerte que en su vida nunca fue algo tan inmediato y que ahora sí se hacía real, verdadera. La presencia de la muerte, fría ráfaga de aire, le hizo temblar. “Padre nuestro que estás en los cielos”, rezó en silencio.

En esos momentos sus familiares dispersos en tres continentes y doce ciudades, efectuaban transacciones bursátiles en Wall Street, se inyectaban cocaína en una sucia habitación del Green Village, descansaban en Miami, almorzaban cabrito al horno en el Colmao de Madrid, escuchaban, en la Sorbona, una conferencia sobre el existencialismo, se acostaban con una prostituta de la zona rosa de Ciudad México, salían, en Moscú, del Ministerio de Relaciones Exteriores de la URSS a la plaza Smolenskaia, que hasta allá llegaron los miembros de una rama familiar, quizá la más inteligente porque supo adaptarse y sobrevivir en el absurdo mundo de los últimos tiempos, en el cual todo se había venido al suelo y ya nada importaba ni se mantenían sus valores seculares, en una locura, se dijo, donde la fregona de ayer era la señora de hoy, el porquerizo devenía dueño de la hacienda, el cochero en jefe de la caballería y el hermano de sangre en verdugo que clamaba por su misma sangre fraterna.

Aquellos familiares quizá guardasen entre sí viejas relaciones o se odiasen o no se conociesen bien, pero eran sus familiares y mañana, pasado mañana, dentro de una semana, un mes, un año, sabrían que él había muerto y probablemente ninguno lo lamentaría, con la excepción del drogadicto que, en esos minutos, luego de haberse pinchado, comenzaba a levitar.

—Viva Cristo —quiso gritar, pero no pudo porque alguien dijo “fuego” y seis fusiles de grueso calibre dispararon balas de plomo y muerte. Una de ellas se incrustó, sin herirle, en el muro, otra le partió el hueso de la rodilla izquierda, dos perforaron el abdomen cerca del hígado, al que no dañaron, la sexta después de entrar por el hombro, atravesó un pulmón, arrastrando consigo esquirlas de hueso, y fue a salir a la altura del omóplato a través de un boquete por donde escapó una sangre muy oscura que salpicó el muro.

En realidad, no sintió dolor por el impacto de aquellas seis balas porque la primera en llegar hasta él le había partido limpiamente el corazón.

I

“Durante mi misión en la América española, pocas ciudades de ella presentaban un aspecto tan asqueroso como La Habana.”

Barón de Humbolt

Abres el álbum de fotografías, el viejo álbum, que, poco a poco, durante años se ha ido llenando de recuerdos, jirones de la vida familiar, desde fin del siglo, cuando Caridad comenzó a colocar esos pedazos de cartulina, ahora descoloridos por el tiempo, en este inmenso álbum que necesita dos hombres para ser levantado pues hasta en eso la familia quiso demostrar grandeza: el ingenio más grande, la casa más fastuosa, los carruajes y autos más lujosos, el álbum fotográfico más voluminoso, lo mejor, lo superior, siempre propiedad de los Valle, “el que más vale no vale tanto como Valle vale”, orgullosa divisa escuchada desde la infancia cuando aún no tenías conciencia de quién eras.

Dejas el álbum y revisas los documentos frente a ti, cartas, memorias, un diario personal, testamentos, actas notariales, papeles, algunos de más de un siglo, silenciosos guardianes de esa historia familiar que tú quieres reconstruir a través del laberinto del tiempo, los vericuetos y mentiras del pasado: los Valle en 1800; Francisco Valle, el fundador; sus hijos Modesto, Clemente, Fernando, María Angélica, Natividad, Bruno, Francisco Joseph, la edad de piedra y látigo, como tú la llamas; en 1830 (Fernando y Caridad); después de 1850 (Dolores Fernanda, Gabriel, Frasco, Piedad Angélica, Florencio, Flor); a principios de la República (Frasco, Felipe, Fabián, Fabiola, Teresa); en la actualidad (tú, Marcelo, Antonio).

¿Qué buscas al armar este rompecabezas? ¿Practicar la investigación aprendida en la universidad de Yale? ¿Presumir de historiador frente a tus amistades, a las cuales les hablas de nuevos descubrimientos y sucesivos hallazgos en el cuadro genealógico, completado cada día con la incorporación de nombres y datos ayer ignorados? ¿Escribir una novela sobre los Valle?, tú, que ocultamente has soñado con ser un gran literato, un novelista, sin comprender que es labor absurda en este país. ¿Entretenerte y matar un tiempo que te sobra?

Quizá haya algo de todas esas motivaciones en tu deseo de revivir, como un gran artista, la epopeya (¿fue una epopeya?) de tu clan. Muchos colaboradores, pagados generosamente, te ayudan en la búsqueda; desconocidos párrocos de ignotas iglesias, historiadores y archiveros de lejanos archivos (Cádiz, Madrid, Nueva Orleáns, Caracas), incansables, laboriosos, rastrean y hurgan en apolillados infolios para que tú, Javier Valle Sánchez Torres, puedas ir tejiendo, amorosamente, la urdimbre y la trama del tejido familiar. Sin embargo, mucho te falta aún por descubrir: ¿quién mató a Clemente Valle?, ¿dónde pereció Francisco Joseph? ¿Murió Francisco Valle de muerte natural? Largos caminos que no has podido explorar.

El polvo y el oro: Julio Travieso Serrano

Julio Travieso Serrano. Fue un escritor cubano que nació en La Habana en 1926 y murió en Madrid en 2010. Se le considera uno de los representantes más destacados de la generación del 50, que renovó la narrativa cubana con obras de corte realista, social y crítico.

Travieso Serrano estudió Derecho y Periodismo en la Universidad de La Habana, y trabajó como abogado, profesor, periodista y diplomático. Fue miembro fundador de la revista Orígenes, junto con José Lezama Lima, Cintio Vitier y Eliseo Diego, entre otros. También colaboró con otras publicaciones literarias como Ciclón, Lunes de Revolución y Casa de las Américas.

Su obra literaria abarca el cuento, la novela, el ensayo y la crítica. Entre sus libros más conocidos se encuentran: Los días de tu vida (1952), El mundo de las sombras (1954), La noche del aguafiestas (1965), El hombre que se parecía a Orestes (1971), La isla en su sitio (1981) y El otro lado del espejo (1991). Su estilo se caracteriza por una prosa cuidada, una estructura compleja, una visión irónica y lúcida de la realidad cubana y una exploración de los conflictos existenciales y morales de sus personajes.

Travieso Serrano recibió varios premios y reconocimientos por su labor literaria, entre ellos el Premio Nacional de Literatura de Cuba en 1999. Su obra ha sido traducida a varios idiomas y ha sido objeto de numerosos estudios críticos. Se le considera un maestro del cuento corto y un novelista original e innovador.