Fantasmas y samuráis

Resumen del libro: "Fantasmas y samuráis" de

Fantasmas y samuráis es una colección de relatos del escritor japonés Kidō Okamoto, publicada originalmente en 1916. En esta obra, el autor nos presenta una serie de historias ambientadas en el Japón feudal, donde se mezclan elementos de la cultura tradicional, el budismo, el misticismo y el humor. Los protagonistas son samuráis, monjes, fantasmas, demonios y otros seres extraordinarios que viven aventuras, amores, conflictos y tragedias.

La obra de Kidō Okamoto se caracteriza por su estilo sencillo y fluido, que logra captar la esencia de la narrativa oral japonesa. Sus relatos son breves y dinámicos, con un ritmo que mantiene el interés del lector. El autor también muestra un gran conocimiento de la historia y la cultura de su país, que refleja en sus descripciones y en sus personajes. A pesar de estar ambientados en una época lejana, los temas que aborda son universales y atemporales, como el honor, la lealtad, el amor, la muerte y el destino.

Fantasmas y samuráis es una obra que nos permite acercarnos a la literatura japonesa clásica, con sus riquezas y sus matices. Es un libro que nos invita a viajar a un mundo fascinante y misterioso, donde lo real y lo fantástico se entrelazan. Es una lectura recomendable para los amantes de las historias bien contadas, que nos hacen reflexionar sobre la condición humana.

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INTRODUCCIÓN

KIDŌ OKAMOTO. Periodista, dramaturgo, traductor, novelista y cuentista japonés. Su verdadero nombre era Keiji Okamoto. Nació en 1872 en Tokio y falleció en la misma ciudad en 1939. Es uno de los representantes más importantes del movimiento teatral Nuevo Kabuki, muy popular durante la segunda mitad de la Era Meiji (1868-1912). De igual manera, es un pionero tanto de las novelas históricas como de las detectivescas, dos géneros narrativos muy populares dentro de Japón, aun en nuestros días, cuyos autores más representativos actualmente son Yasuhide Saeki (1942), Keigo Higashino (1958), Kaoru Kitamura (1949), Miyuki Miyabe (1960) y Natsuhiko Kyogoku (1963).

En el ámbito de las lenguas europeas se habían compilado dos antologías de su obra narrativa más importante, Los casos del inspector Hanshichi (Hanshichi Torimonochō). Una en inglés y otra en francés: The Curious Casebook of Inspector Hanshichi: Detective Stories of Old Edo (2007) y Fantômes et kimonos: Hanshichi mène l’enquête à Edo (2006). No obstante, en el año 2012, la editorial española Quaterni publicó, Hanshichi. Un detective en el Japón de los samuráis. Esta antología ha permitido a los lectores de lengua castellana disfrutar de la principal obra de Kidō Okamoto.

Los casos del inspector Hanshichi están ambientados en las postrimerías del shogunato Tokugawa y en total, son sesenta y nueve historias. La serie comenzó a publicarse en 1917, en la revista literaria Bungei Kurabu —publicación mensual en la cual se difundió la mayor parte de la colección— y finalizó en 1937, dos años antes de la muerte de Kidō. Si bien son historias que muestran una marcada añoranza por el Japón de los Tokugawa, en particular en la forma en que se hablaba en esa época, en realidad tienen un estilo moderno, con una clara influencia de la literatura occidental; en particular, de sir Arthur Conan Doyle (1859-1930). Esta singular situación se debe al bagaje familiar de Kidō Okamoto, en especial al de su padre.

Kiyoshi Okamoto era el tercer hijo de Yoshitada Takeda, un samurái del han de Nihonmatsu ubicado al noroeste de Japón. Dado que el primogénito iba a heredar el linaje familiar, Kiyoshi no tuvo otra opción que salir de su casa y ser adoptado por los Okamoto, una familia de gokenines: vasallos del shogunato Tokugawa, quienes se ubicaban en la posición más baja dentro del esquema burocrático del régimen. De este modo, se trasladó a Edo, la gran capital; sin embargo, al «reinstaurarse» el sistema imperial en 1868, al igual que otros vasallos, Kiyoshi Okamoto perdió su empleo y sus privilegios. Después de tocar varias puertas, al año siguiente, a los treinta y cinco años, consiguió un empleo como secretario en la legación diplomática de Gran Bretaña, puesto que mantuvo hasta el día de su muerte, acaecida en 1902.

A los tres años de haber encontrado trabajo, el 15 de octubre de 1872, nacería su primogénito Keiji. Kiyoshi trató de inculcarle a su hijo los valores más importantes de los samuráis. En especial, el amor por la literatura japonesa clásica, el teatro kabuki y la poesía china. Al mismo tiempo, buscó que el pequeño tuviera un temprano contacto con el idioma inglés. Aprovechando su puesto en la legación británica, pidió a los estudiantes ingleses que le ayudaran a perfeccionar su nivel de inglés. Ellos fueron quienes presentaron a Keiji los clásicos de la literatura inglesa. También, su tío, Teigo Takeda, quien trabajaba en la misma legación, instruyó al joven Okamoto, inculcándole el amor hacia las obras de William Shakespeare.

De este modo, gracias a este legado familiar, obtuvo el bagaje cultural para desarrollar sus posteriores obras. Sin embargo, su camino como escritor no fue sencillo. En 1884, Keiji entró en la secundaria, pero en esa época para los descendientes de los samuráis no había garantía de un futuro próspero. Eran los inicios de la Regeneración Meiji (llamada también Restauración Meiji). Las viejas estructuras «feudales» habían sido desmanteladas. Por lo tanto, dedicarse a la literatura era un lujo. Entonces, para sobrevivir había que trabajar en el gobierno o dedicarse a los negocios. Keiji no eligió ninguno de estos caminos. Buscó ganarse la vida como dramaturgo, pero desistió de inmediato por la falta de dinero.

Decidió, entonces, buscar trabajo y en 1890, gracias a una amistad de su padre, comenzó a trabajar en el Diario Tokio Nichi Nichi, el actual Diario Mainichi a la edad de diecisiete años. Ayudaba al editor jefe a corregir los textos. Sin embargo, su interés por la literatura no desapareció, así en sus ratos de ocio escribiría tanto guiones, utilizando el seudónimo de Kidō, como también reseñas teatrales. Posteriormente, en 1893, dejó el Diario Tokio Nichi Nichi y comenzó a trabajar en el Diario Chūō. Fue el encargado de la sección de noticias de sociedad hasta que lo abandonó al año siguiente.

A partir de esa fecha, empezó a escribir artículos para distintos periódicos locales. También, se ganaba unas monedas dando clases de japonés a los diplomáticos británicos. Finalmente, en 1896, a la edad de veintitrés años, publicó su ópera prima El Palacio de Shishin (Shishinden), la cual sería estrenada en el teatro Kabukiza de Tokio seis años después. De este modo, Kidō se fue convirtiendo paulatinamente en el principal representante del Nuevo Kabuki. En esta etapa cambió continuamente de trabajo, pasando por varios periódicos. Incluso, fue corresponsal de guerra de la agencia de noticias Tokyō Tūshushin en Manchuria durante la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905) como muchos literatos de su época.

Al comenzar la Era Taishō (1912-1926), dejó el periodismo y se dedicó de lleno a la literatura y al teatro. En 1917, publicó El fantasma de Ofumi (Ofumi no Tamashi), iniciándose así, la serie Los casos del Inspector Hanshichi. Esta obra logró un éxito inmediato convirtiéndolo en uno de los escritores comerciales más importantes, aunque no logró el reconocimiento de la crítica especializada como sucedería con sus contemporáneos Sōseki Natsume (1867-1916) y Ōgai Mori (1862-1922). A pesar de lo anterior, Los casos del Inspector Hanshichi tuvieron una gran influencia sobre las obras de Ranpō Edogawa (1894-1965) y Seishi Yokomizo (1902-1981), dos de las figuras más importantes de la novela detectivesca japonesa. Igualmente, tendría a influencia sobre las posteriores generaciones de escritores de la posguerra y de algunos contemporáneos como los antes mencionados Kitamura, Miyabe y Kyogoku, tres escritores ganadores del Premio Naoki: uno de los galardones más importantes de la literatura comercial contemporánea.

Ahora bien, junto a la novela detectivesca, Okamoto mostró también una fascinación por los espectros. Durante la Era Meiji, el interés por los kaidanes —cuentos de fantasmas— había decrecido. Las nuevas autoridades consideraban que la ciencia era lo más importante y todo lo que no se pudiera explicar por ella, era un tema obsoleto producto del detestable pasado «feudal». Esta situación preocupó sobremanera a Okamoto, pero también a otros como Lafacadio Hearn (1850-1904) y Kunio Yanagida (1875-1962), ya que la gran mayoría de los cuentos habían sido tradiciones orales y podían desaparecer.

Sin embargo, al comenzar la Era Taishō, los estudiosos de la Historia y las Ciencias Sociales, y con mayor fuerza los escritores de literatura, comenzaron a revalorizar el legado del shogunato Tokugawa. Sōseki Natsume y Ōgai Mori comenzaron a desarrollar un movimiento crítico hacia el naturalismo que había «Occidentalizado» Japón. Una generación más joven encabezada por Ryūnosuke Akutagawa (1892-1927) y por Eiji Yoshikawa (1892-1962) también comenzaron a tratar temas relacionados con el shogunato Tokugawa.

Este movimiento revalorizador del pasado japonés permitió, entonces, a Kidō Okamoto adentrarse en los despreciados cuentos de fantasmas. Cabe destacar que su afición por las historias raras había comenzado ya desde su juventud y se había visto reflejada también en algunas de sus obras de kabuki, como es el caso de Los platos de la Mansión Banchō (Banchō-Sarayashiki, 1916). Obra cuyo personaje principal es una sirvienta llamada Okiku, quien después de ser asesinada por su patrón, un samurái, se le aparece como fantasma hasta obligarlo a realizar el seppuku (harakiri como se le dice normalmente en castellano, un concepto vulgar y no preferido por los japoneses).

Asimismo, Kidō Okamoto tradujo varios cuentos de fantasmas o de misterio y los recopiló en dos libros: la Antología de cuentos de fantasmas mundiales (Sekai Kaidan Meisaku-shu, 1929) y la Antología de cuentos misteriosos de China (Shina Kaiki Shōsetu-shu, 1935). En la primera hay obras de autores de talla mundial:

  • La casa embrujada, de Edward Bulwer-Lytton (1859).
  • La reina de espadas, de Aleksandr Pushkin (1834).
  • La cosa maldita, de Ambrose Bierse (1894).
  • La muerte enamorada, de Théophile Gautier (1839).
  • The Signalman, de Charles Dickens (1866).
  • La aparición de la Señora Veal, de Daniel Defoe (1706).
  • La hija de Rappaccini, de Nathaniel Hawthorne (1844).
  • El capitán de la «Estrella Polar», de Arthur Conan Doyle (1883).
  • La casa abandonada, de E. T. A. Hoffman (1817).
  • La fiesta de la Eucaristía, de Anatole France.
  • El fantasma del cochecito tirado por un hombre, de Rudyard Kipling (1888).
  • La litera de arriba, de Marion Crawford (1886).
  • Lázaro, de Fedor Andreev (1906).
  • El fantasma, de Guy de Maupassant.
  • Phantastes (capítulo 13), de George MacDonald (1853).
  • The Transferred Ghost, de Frank Stockton (1884).
  • El farol de Botan, de Qu Yu (desconocido).

Con respecto a sus cuentos de fantasmas, hasta donde se tiene información, no se han traducido todavía a ningún idioma. Los cuentos de Kidō Okamoto difieren claramente de las obras de Lafacadio Hearn y de Kunio Yanagita. Hearn en sus Cuentos de fantasmas (Kwaidan: Stories and Studies of Strange Japan, 1903) emprendió una traducción inglesa de las tradiciones orales, mientras que en Las historias de Tōno (Tōno Monogatari, 1910) Yanagita compiló la historias para darles una explicación etnográfica. En el caso de Okamoto, él prefirió hacer cuentos originales, aunque estaban basados en algunas leyendas chinas y japonesas. Por esta razón, a diferencia de los otros dos escritores, su estilo de escritura es más moderno y dinámico. También, podemos observar una clara influencia de Edgar Allan Poe (1809-1849) y otros autores de Occidente. Hay que recordar que Kidō Okamoto dominaba con una gran perfección el inglés. Además, en las postrimerías de la década de 1910 había visitado Estados Unidos, Inglaterra y Francia en donde probablemente encontró más material para sus obras.

La mayoría fueron publicadas en revistas o en periódicos y posteriormente, Shunyōdō —editorial que había publicado obras de Soseki y de Akutagawa— editó varios de sus cuentos de fantasmas, así como otras novelas cortas detectivescas. En particular destaca la trilogía conformada por los Cuentos de monstruos y fantasmas del Lar de la Rana Azul (Seiadō-Kidan, 1926), la Antología de historias insólitas modernas (Kindai Iyō-hen, 1926) y la Nueva antología de historias extrañas (Iyō-sinhen, 1933). La primera está compuesta de doce cuentos y es sin duda alguna la más famosa. Algunas historias están ambientadas en el periodo Edo (1604-1868) y otras en la Era Meiji. Empero, hay algunas que se remontan más atrás en el tiempo. La segunda tiene catorce historias. Finalmente, la tercera se compone de diecisiete cuentos.

Ahora bien, en los cuentos de Kidō Okamoto no aparecen imágenes sangrientas o grotescas. Tampoco gritos. Hay un silencio marcado. Además, sus personajes se mantienen, por lo general, con una gran objetividad frente a cualquier situación extraña, como si fueran escépticos. Algunas obras están narradas en primera persona lo que permite al lector sentir las experiencias misteriosas de manera más cercana, más íntima, más «real». Asimismo, se ven reflejadas las pasiones humanas, sentimientos más terroríficos que cualquier fantasma. Por otro lado, hay una añoranza por el pasado. Prueba de eso es que hay una explicación extensiva en cada cuento sobre los acontecimientos históricos. Finalmente, sus cuentos permiten conocer también cómo veían los japoneses de la década de 1920 y 1930 su pasado. En particular, los episodios que marcaron a la sociedad de esos años, como la desaparición de las mancebías; la pérdida del estatus social de los samuráis; la Guerra Ruso-Japonesa, entre otras.

En esta ocasión se presenta la traducción de la primera antología de la trilogía: Cuentos del Lar de la Rana Azul (en España con el título Fantasmas y Samuráis).

  1. El espíritu de la rana azul (Seiajin, diciembre de 1924).
  2. El embarcadero del Tone (Tone no Watashi, febrero de 1925).
  3. Las almas de los hermanos (Kyōdai no Tamashi, inédito).
  4. Los ojos del mono (Saru no me, julio de 1925).
  5. El Genio de las Serpientes (Jasei, mayo de 1925).
  6. El pozo del manantial (Shimizu no Ido, julio de 1924).
  7. La cerámica deformada (Yōhen, junio de 1925).
  8. Los cangrejos (Kani, abril de 1925).
  9. La mujer de una pierna (Ippon ashi no onna, marzo de 1925).
  10. El papel amarillo (Kiiroikami, septiembre de 1925).
  11. La tumba de la flauta (Fuezuka, enero de 1925).
  12. El estanque del Ryūme (Ryūme no Ike, agosto de 1925).

Salvo el tercer cuento, el cual es inédito, y el quinto, que se publicó en la revista Shashin Hōchi, los demás fueron publicados al inicio en la revista literaria Kuraku. En esta revista publicaron también Sanjugō Naoki (1891-1934), Ranpō Edogawa, Seishi Yokomizo y Jun’ichirō Tanizaki (1886-1965), entre otros.

Para realizar la labor de traducción, se han tomado las versiones publicadas en la Biblioteca Digital de Internet Azora Bunko, la cual se ha dedicado a la difusión de obras cuyos derechos de autor ya pasaron los límites establecidos por la legislación japonesa: cincuenta años.

Con respecto a las transliteraciones de los nombres de los personajes y de los lugares se usó el sistema Hepburn moderno, utilizando en particular el macrón para las vocales largas. En instituciones de habla hispana, especialmente en el Colegio de México se utiliza el Sistema UNAM-Colmex. Este permite acercar los sonidos más exactos del japonés al castellano, pero es disfuncional cuando se trata de nombres propios o cuando se le quiere cotejar con la transliteración utilizada por los japoneses. Por esta razón, se ha utilizado el Hepburn.

Cabe destacar que en el caso de los nombres propios, se ha decidido invertir el orden japonés y se ha utilizado la forma castellana: aparece primero el nombre y luego el apellido, excepto en la portada. Mientras que en el caso de los lugares japoneses, se mantuvo el sonido japonés, en el caso de los lugares chinos se les escribió no como lo pronuncian los japoneses sino utilizando la forma pinyin.

Otros puntos a resaltar son los siguientes. Para los sistemas de medición de distancia y de peso, no se utilizaron las medidas tradicionales utilizadas en el texto original, sino que se trasformaron al sistema internacional actual. Lo anterior, se hizo para hacer más ágil la lectura. En el caso del sistema monetario se mantuvo el usado en el texto original. Con respecto al sistema de periodización histórica, se respetó el uso del sistema japonés utilizado en el texto, pero en paréntesis están especificados los años, según el calendario gregoriano. También, se ha puesto un mapa de Japón para que el lector tenga una idea más clara de los lugares donde se llevaban a cabo los cuentos. Asimismo, se pueden consultar las palabras que se mantuvieron sin traducirse y en el índice onomástico se encuentra también una breve explicación de los personajes históricos que aparecen en cada uno de los cuentos.

La traducción, así como la redacción, el glosario y el índice onomástico, han sido responsabilidad total del traductor. Se ha tratado de recrear, en la medida de lo posible, una versión castellana de la original japonesa, algunas frases suenan arcaicas en nuestro idioma, en particular el uso del vos reverencial. Asimismo, algunas frases son despectivas y políticamente incorrectas.

Por último, quisiera expresar mi agradecimiento a las siguientes personas: Horacio Cabral, Juan Luis Perelló, Nobuhito Maeda, Manuel Lima-Isomura y Juan Antonio Yáñez Rosado. Sus comentarios a las primeras versiones de las traducciones, así como sus consejos para lograr contextualizar mejor los cuentos fueron esenciales.

ISAMI ROMERO, febrero de 2013

Fantasmas y samuráis: Kidō Okamoto

Kidō Okamoto. Fue un escritor japonés que nació en Tokio el 15 de octubre de 1872 y murió el 1 de marzo de 1939. Su verdadero nombre era Keiji Okamoto. Es conocido por sus obras de teatro kabuki, especialmente Bancho Sarayashiki, una historia de fantasmas basada en una leyenda popular. También escribió novelas y relatos cortos, entre los que destaca Hanshichi torimono-chō, una serie de casos policiales ambientados en el período Edo.

Okamoto provenía de una familia de samuráis que sirvió al shogunato Tokugawa hasta la restauración Meiji. Su padre trabajó como intérprete para la legación británica y fue amigo de varios actores y reformadores del kabuki. Okamoto se interesó por el teatro desde niño y asistió a las representaciones en el Shintomiza Theatre, donde conoció a Ichikawa Danjūrō IX, uno de los más famosos actores de kabuki. Okamoto aprendió inglés y chino con su padre y su tío, y también se familiarizó con la literatura occidental, especialmente Shakespeare.

Okamoto comenzó su carrera como crítico teatral para el periódico Tōkyō Nichi Nichi Shimbun en 1890. En 1908 escribió su primera obra, Ishin Zengo, para el actor Ichikawa Sadanji II y su grupo de kabuki. A partir de entonces se dedicó a escribir dramas históricos (jidaimono), que se caracterizaban por su rigor histórico y su expresión poética. Algunas de sus obras más recordadas son Shuzenji monogatari, Muromachi gosho, Sasaki Takatsuna, Toribeyama shinjū y Banchō Sarayashiki. En sus últimos años también escribió obras con situaciones tomadas de la vida cotidiana (sewamono), como la popular Sōma no Kinsan.

Okamoto fue el primer dramaturgo en ser nombrado miembro de la Academia de Arte en 1937 y desde entonces ha sido considerado el representante más destacado del Nuevo Kabuki (Shin Kabuki). También escribió más de 100 relatos cortos y varias novelas, la más popular siendo Hanshichi torimono-chō, una narración de los casos resueltos por el detective Hanshichi, del shogunato Tokugawa.