Idéntico al ser humano

Idéntico al ser humano, una novela de Kobo Abe

Resumen del libro: "Idéntico al ser humano" de

Con Idéntico al ser humano, Kobo Abe se distancia del color local que caracteriza la tradición literaria japonesa e incorpora algunos de los grandes temas de la modernidad, como la ficción científica, la seducción por el lenguaje de las matemáticas y los sistemas clasificatorios o la reflexión sobre la convivencia en las ciudades impersonales, vertiginosas e inhumanas de nuestro tiempo.

Libro Impreso

1.

Aquel extraño personaje llegó una tarde soleada de mayo. Parecía un vendedor de máquinas de coser, y arrastraba sus pasos con lentitud. Desgraciadamente en aquel entonces mis condiciones mentales no eran las mejores. Del poniente soplaba un viento de cuatro kilómetros por hora. La corriente de aire que venía del mar despejaba el cielo, algo raro que casi nunca sucedía en esos días, y las ventanas de la vecindad, comúnmente cerradas en esa temporada, eran abiertas con el propósito de limpiarlas del hollín acumulado.

El clima era bueno. Sin embargo, mi habitación lucía en un estado deplorable. Las ventanas y las gruesas cortinas cerradas dejaban todo en penumbras. Apenas brillaba la luz de una lámpara eléctrica. Y yo había fumado tanto, que estaba al borde de un ataque de asma.

¿Qué podía esperar un vendedor como aquél que por casualidad se había encontrado con un cliente tan malhumorado? Pisaría la cola de un tigre dormido y tendría que salir a toda carrera humillado por mis insultos. La única arma pacífica de un vendedor ordinario es la adulación.

Sin embargo, ese hombre no era un vendedor ordinario. Acaso sólo la adulación podría servirle como una estrategia eficaz. En el mundo hay hombres que se ahogan en un vaso de agua. Y yo no estaba en condiciones de portarme como un tigre. Si alguna semejanza tendría con un tigre sería apenas por mi rostro pálido debido a los padecimientos mentales, y por mi pijama a rayas, que no me había quitado desde la mañana. Y no podría molestarme con la pisada, porque yo ni siquiera tenía cola. Al contrario, debo admitir que me sentía desolado, como un gato muerto de hambre. Miedoso, sin saber qué gente vendría, o si sucedería algo malo, atisbaba a mi alrededor con los ojos entrecerrados. En circunstancias tan desfavorables, una mediana adulación hubiera sido suficiente para atraparme. Ese hombre extraño sabía aprovechar muy bien los puntos débiles.

Hubo demasiadas coincidencias. No sé si realmente fueron coincidencias o si se trató de algo premeditado —seguro que todo había sido fríamente calculado y planeado con anticipación—, pero justo cuando la radio acababa de emitir por tercera vez la noticia urgente de aquel famoso cohete que había logrado aterrizar exitosamente en el planeta Marte, sonó el timbre de la puerta carbonizando mi corazón de pájaro, que ya estaba tendido sobre la parrilla, chorreando grasa.

Al permanecer en silencio, escuché cómo se deslizaba la puerta de la sala contigua… Por el pasillo se escuchaban los pasos húmedos de mi esposa que sonaban como si acabara de salir de una nevera… Hubo unos minutos de cuchicheos en el zaguán… A la vuelta mi mujer entró en la habitación sin pedir permiso, y en tono de reproche, me dijo mirándome a los ojos: «Allí está un señor que quiere consultar contigo algo sobre el asunto del marciano…».

Kobo Abe. De nombre Abe Kimifusa, pasó su infancia en Manchuria, y a su regreso a Japón, se licenció en Medicina en la Universidad Imperial de Tokio, pero nunca ejerció la profesión. Comenzó a publicar en 1947 y también trabajó como guionista y ayudante de dirección cinematográfico. Muy interesado en el teatro, fundó un estudio para la formación de actores. Recibió importantes premios, destacando el Akutagawa.

Fue autor de ensayos, poemas, obras de teatro y novelas.