Sóngoro cosongo

Resumen del libro: "Sóngoro cosongo" de

La pluma maestra de Nicolás Guillén (1902-1989), emblema de la poesía negrista y adorado poeta hispanoamericano, brilla en su obra magistral «Songoro Cosongo». Esta colección, publicada en 1931, nos conduce a un caleidoscopio de emociones y ritmos a través de versos meticulosamente elaborados.

El libro no solo se limita a «Songoro Cosongo», sino que se enriquece con la inclusión de «Motivos de son», una serie de poemas entrelazados con el candente baile cubano, y «West Indies Ltd.», una exploración con profundidad social. La guinda del pastel literario la coloca «España, poema en cuatro angustias y una esperanza», concebido durante la Guerra Civil Española, que revela la versatilidad de Guillén y su compromiso con las voces de la historia.

La trascendencia de «Motivos de son» y «Sóngoro cosongo» no se limita a sus páginas. El impacto de estos poemas trasciende fronteras y tiempo. Han sido traducidos en múltiples ocasiones, musicalizados por compositores de diferentes orígenes y reverenciados por una variedad de intérpretes y declamadores. Además, la inclusión de «Songoro Cosongo» entre los cien mejores libros de la literatura universal, seleccionados por eminentes expertos culturales, subraya su poder y relevancia.

La esencia de «Songoro Cosongo» radica en su arraigada conexión con el pueblo cubano. La poesía de Guillén se convierte en una lente que captura la esencia misma de la cultura afrocubana y sus raíces, al mismo tiempo que ofrece una ventana al compromiso social y político del autor.

En resumen, «Songoro Cosongo» no es simplemente un compendio de poesía, sino un viaje evocador a través de la identidad, el ritmo y la historia. La prosa rítmica y evocadora de Guillén se convierte en un puente que conecta generaciones, culturas y experiencias, haciendo de este libro una pieza inestimable en el mosaico literario de la humanidad.

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Sóngoro cosongo:
confirmación y preludio

Aunque Motivos de son, que Nicolás Guillén publicara el 20 de abril de 1930 en Diario de la Marina, constituyó una verdadera explosión —a favor y en contra—en el ambiente intelectual cubano, la salida al año siguiente de Sóngoro cosongo confirmó varias de las expectativas que despertaron aquellos ocho pequeños poemas; entre ellas que no fueron el resultado de un encuentro fortuito de su autor con un tema singular y una estructura novedosa que no tendrían continuidad ni evolución, sino el anuncio de una poesía mayor en un futuro próximo.

No hay más que revisar, como ejemplo, las opiniones de Ramón Vasconcelos, para constatar cómo, hasta para intelectuales reconocidos, los sones de Motivos… participaban de un improductivo afán de popularidad y no señalaban un camino para la alta poesía:

Guillén, poeta de numen bien enfrenado […] no debe darle el brazo a la musa callejera, fácil, vulgar y descoyuntada […] Hay motivos para son, pero no hay motivo para tanto, ni para tan poco […] Él puede y debe ponerse en la avanzada […]; debe universalizar su verso y su idea, en vez de meterlos en el solar para que brinquen al son del bongó. Lo peor para el que empieza es enamorarse de la popularidad. El piropo pierde. No le preste atención Guillén y trabaje en firme y en serio.

Alguien puede pensar que las opiniones de Vasconcelos sobre la «improductividad» de Motivos de son están en la base de los cambios que se expresan en Sóngoro cosongo, sobre todo, pero no solo, en relación con el léxico, tanto en cuanto a lo semántico como a lo morfológico, y en la evolución del son cubano como estructura poética; pero, como se aprecia en «Sones y soneros» —réplica al artículo del afamado periodista y político—, en el momento en que aparece la crítica ya el poeta estaba preparando ese nuevo libro donde, sin despreciar el valor del anterior, e incluyéndolo, afina lo logrado y aun lo conceptualiza. Así, entre otras cosas, dice:

[N]o creo necesario aclararle que los «poemas de son» constituirán una parte tan solo de mi obra. Una parte muy exigua. Doce poemas en un volumen que tendrá más de cincuenta. Pero yo quiero que figuren allí, porque sin ser el «son» igual al «blue» ni existir semejanza entre Cuba y el sur de los Estados Unidos, es a mi juicio una forma adecuada para lograr poemas vernáculos, acaso porque esa es también actualmente nuestra música más representativa.

No obstante, esa parte «muy exigua» del libro en preparación —y de toda la poesía guilleneana— fue el germen de la revolución poética que engendraba Guillén, uno de cuyos elementos más trascendentes fue, precisamente, la selección del son como estructura poemática, lo que atañe no solo al campo de la poesía, sino que, simbólicamente, significó un factor básico para la interpretación de la identidad transculturada de Cuba. El son, como ha dicho Fernando Ortiz, es un «engendro mestizo, es decir, música mulata». Su apropiación por Guillén es, por tanto, como acertadamente ha señalado Nancy Morejón, no solo una «conquista formal», sino, en tanto símbolo, una conquista socio-étnica que representaba, en lo musical, esa identidad, al tener en su génesis tanto de Europa como de África, y que Guillén lleva, con el mismo carácter, a la poesía escrita.

Ese son poético o, como se decía en la época, ese poema-son, tendrá, en efecto, continuidad en Sóngoro cosongo, pero ya con importantes variaciones: mayor estilización de sus temas, utilización de estructuras del romance español y, sobre todo, total renuncia a las distorsiones morfológicas que caracterizan a los sones de Motivos… con lo que reafirma la guillenización de la parte letrística de los sones musicales.

Por otra parte, como he dicho en otras oportunidades, en su primer poemario se puede deducir la intención autoral de denuncia social —en especial de la situación económica y cultural del negro— y de reivindicación de un sector popular tradicionalmente marginado, pero para ello se precisa de una determinada actitud receptiva, ya que ese propósito no es explícito; funciona más bien como subtexto de la presentación de escenas cotidianas, coloristas, simpáticas, satíricas, cuyo espacio es el solar habanero y cuyos personajes se ubican en los márgenes del canon conductual hegemónico. Al contrario, en Sóngoro cosongo, la intencionalidad del autor está clara. Se trata, en este caso, del inicio de su proyecto poético por la identidad étnica y cultural cubanas con énfasis en su carácter mestizo, propósito en que, visto en retrospectiva, Motivos de son sería un primer momento —necesario— a partir del tratamiento de una de sus partes constitutivas, justo la más negada tradicionalmente. La idea del mestizaje, que en Motivos de son se adivina por la forma composicional elegida, se hace entonces verdadero centro ideoestético, explícito desde el sub-título (Poemas mulatos) y desde el prólogo que escribiera el propio Guillén, quien explicaba: «Diré, finalmente, que estos son unos versos mulatos. Participan acaso de los mismos elementos que entran en la composición étnica de Cuba, donde todos somos un poco nísperos».

Ese propósito explícito no niega lo propuesto en Motivos…, puesto que se proyecta, como él, desde la perspectiva negra, base y origen de su cruzada, iniciada aun antes de ese poemario, por el reconocimiento del papel del sector negro en la identidad y la cultura nacionales y la definición de su aporte a ellas. En el citado «Prólogo» esto se expresa claramente:

Una poesía criolla entre nosotros no lo será de un modo cabal con olvido del negro. El negro —a mi juicio— aporta esencias muy firmes a nuestro coctel. Y las dos razas que en la isla salen a flor de agua, distantes en lo que se ve, se tienden un garfio submarino como esos puentes hondos que unen en secreto dos continentes.

Pero también está clara su intención de llevar a la conciencia de los cubanos —blancos, negros o mulatos— una realidad palpable, pero no siempre reconocida: el mestizaje étnico y cultural de nuestro país; porque no se trata, y así lo reconoció el poeta, solo de la mezcla genética, sino de una verdadera transculturación, según el concepto orticiano, para lo que ofrece un término que resume, más allá del color de la piel al que aparentemente se refiere, la esencia mestiza de la Isla, al tiempo que expresa su confianza en que alguna vez será considerada por todos: «Por lo pronto, el espíritu de Cuba es mestizo. Y del espíritu hacia la piel nos vendrá el color definitivo. Algún día se dirá: color cubano».

Esa evidencia de lo etnosocial en el nuevo poemario también tuvo sus detractores. En este caso, el ejemplo, aunque no el más radical, puede estar en lo dicho por Jorge Mañach acerca del poemario, en su indudablemente elogioso artículo «Sóngoro cosongo». Terciando en la eterna polémica sobre la «pureza» poética, dice:

La poesía es una forma de contemplación, y debe, por tanto, empezar y terminar en sí misma […] Por eso, toda la poesía de propaganda que Rusia ha puesto más o menos en boga, solo logra ser buena como poesía cuando resulta mala como propaganda […] Es difícil distinguir conceptualmente; pero la sensibilidad distingue enseguida cuándo la poesía se convierte en alegato, cuándo la emoción de lo propio, de lo secretamente real, de la fraternidad frustrada, se eriza de intenciones satíricas que bajan lo lírico a lo prosaico // Guillén no puede todavía evitar esa preocupación, sencillamente porque Cuba no ha logrado aún trascenderla. En un gesto de afirmación de los valores espirituales y sensuales del negro, Guillén llama «mulatos» a sus poemas, y les da, sin quererlo, una cierta misión de política social.

La vida demostró que Guillén sí quería darle esa «cierta misión» social a Sóngoro cosongo, esta vez mediante el tratamiento de lo nacional a través de tres vías que conforman una unidad: la valoración de la presencia y el aporte negro a la idiosincrasia cubana, la crítica al racismo —tanto blanco como negro— y la enunciación poética del carácter transculturado de nuestra identidad.

Si lo dicho hasta ahora sobre la continuidad evolucionada de Sóngoro cosongo en relación con Motivos de son es cierto, ¿por qué, se puede preguntar alguien, ese primer poema —«Llegada»— cuya estructura no es sonera, sino de silva en verso libre; de tono conversacional con gran carga tropológica; cuyo tono no tiene la ligereza de los anteriores, sino que es más cercano a la expresión whitmaniana, y aun a la martiana de Versos libres; que no utiliza fórmulas léxicas que semejen lenguas africanas; que renuncia a lo vernáculo, a lo escénico, a lo humorístico, y que además no parece responder a la clasificación de «Poemas mulatos» del subtítulo del libro?

Las respuestas pueden ser múltiples; pero una de ellas es, sin dudas, el interés del poeta de adecuar la forma poemática al tema y al espíritu de cada texto, capacidad que demostró a lo largo de toda su obra. «Llegada», pórtico del libro y, a mi modo de ver, vocero del propósito guilleneano en Sóngoro cosongo, precisa de esa estructura versal y estrófica y no de la musicalidad rítmica de los poemas-sones y mucho menos de su contexto vernáculo. Es un asunto trascendente —la simbólica «llegada» del aporte africano a nuestro perfil nacional— que exige una determinada expresión, la que, además de sus valores literarios e ideológicos intrínsecos, señala el punto de mira desde donde reflexionará el poeta para su «cruzada». O sea, lo hará, en ese poemario —como en el resto de su obra—, desde el negro.

Ese poema es, por tanto, una especie de preámbulo situacional para entrar en el objetivo máximo del libro: la cuestión del mestizaje. Es una presentación de la raza negra, afirmativa, enérgica y consciente de su valía y su visibilidad, en la que el sujeto lírico es plural.

Songoro Cosongo: Nicolás Guillén

Nicolás Guillén. La rica y vibrante poesía de Nicolás Guillén, un titán literario nacido en Camagüey en 1902, sigue resonando como un poderoso eco de la cultura afrocubana. Como máximo exponente de la poesía negra centroamericana, Guillén es aclamado como poeta nacional de Cuba, una voz que eleva y celebra la rica herencia afrodescendiente.

Iniciando su trayectoria con un año de estudios de derecho en La Habana, Guillén pronto se adentró en el mundo literario y periodístico. Su labor como tipógrafo y periodista en "El Camagüeyano" lo conectó con su pasión por las palabras. El año 1925 marcó su llegada a la capital, donde su influencia se entrelazó con la vida cultural y política en un contexto de protesta. No exento de desafíos, experimentó arrestos y exilios en su lucha por la justicia y la igualdad.

En 1937, un paso significativo se tradujo en su ingreso al Partido Comunista de Cuba, bajo la influencia de su amigo y poeta R. Martínez Villena. Su participación en el Congreso por la Defensa de la Cultura en España lo conectó con luminarias como P. Neruda, R. Alberti, F. García Lorca y O. Paz, catapultando su obra hacia un público europeo.

De vuelta en su tierra natal, Guillén guió las páginas de "Mediodía" y nutrió los movimientos vanguardistas a través de "Gaceta del Caribe" y "Revista Avance". Períodos de exilio lo llevaron a recorrer Sudamérica, mientras su influencia ganaba terreno. En 1956, el Premio Lenin de la Unión Soviética reconoció su contribución literaria excepcional.

El triunfo de la Revolución Cubana en 1959 abrió las puertas para su regreso a la isla, donde asumió roles destacados, incluida la presidencia de la Unión de Escritores. Además de su maestría en la poesía, Guillén también dejó huella en el ámbito diplomático.

Nicolás Guillén, un faro literario y cultural, fusionó su amor por las letras con su fervor por la justicia y la equidad. Su legado es un recordatorio eterno de la capacidad de las palabras para transformar la sociedad y honrar las raíces culturales.