Poesía

Lejos de Dios

EL BARRO SOBRE EL BARRO

Para Leo

El día sin el sonido de un verso. Es tan monótono habitar con animales pacíficos o tal vez pago la deuda de mi padre.
Miro el malecón desde lejos y doblo a la derecha para sembrarme lo que sobra. Solo con mi patria a cuesta y el cielo atravesado en mi pupila.
El día en blanco o en negro, da lo mismo. Puede que el espejo engañe al transeúnte y su bolsillo incierto. Pero mi ritmo es diferente y la patria duele sobre mi espalda.
Miro las señales, manotazos en el rostro que ignoran quién soy. Miro la secuencia y siento la vida arder.
La patria va sobre mí. Pero no sabe que existo.

BAJO ESTE SALMO OSCURO

Bajo este salmo oscuro
vive mi verdad.
Los autos pasan
y el polvo me dice márchate,
deja este sitio de naufragios
que no te pertenece.
Busco la noche,
su aroma,
e insisto en no mirar las grietas.
Oh, Dios,
¿qué debo hacer?
Tanto mutismo asusta.
Tanta verdad sin rostro,
ni huella,
ni celebraciones.
No hay tiempo
y mi sangre fluye
como un disparo,
cansada de besar las cicatrices.
Mi sangre se estremece
y grita al sentir las hojas caer
por siempre en el vacío.
Bajo este salmo oscuro
vive mi verdad: horrorizada.

HABITACIÓN EN PENUMBRAS

Cuando leo a Ángel Escobar miro mis pies de fantasma,
el espacio absurdo de un pueblo que pierde el mar.
Me creen tonto
por no esconder mis árboles sin rumbo.
Pienso en la fragilidad,
en la torpeza de no asir mi nombre al lado refulgente.
Cuando leo a Ángel Escobar soy el ruido,
desnudo golpe de fe
en una puerta apenas perceptible.
Muero y resucito sobre la altura
con la imagen de un país flotante.
Cuando leo a Ángel Escobar lo demás no existe.

FOTOGRAFÍAS, POSTALES Y UN PAÍS

Navegantes de lejanas tierras,
¿quién ha dicho que mi patria es solamente el milagro?
¿Quién asegura el otro sueño,
la razón más pura que me guía?
Las tardes reconfortan
cuando deambulo
y nadie me pregunta por el porvenir.
Ustedes no entienden,
nunca entienden
porque han salido a buscar el aire limpio
de un país minúsculo.
Qué les importa el parque donde no existe Dios,
solo un mendigo debajo del almendro.
Tampoco entienden los poemas
o las imágenes
que sus cámaras desnudan.
Qué pueden saber de este país,
paraíso de una foto vacía y eterna.

PAISAJE HUMANO

El ciego advierte que paso todas las mañanas. Calla su mente y deja el aire lejano, casi eterno. El polvo o las palabras de un animal tatuado también advierte el ritmo: no existe verso o cuchillada para olvidar que este lugar es un monstruo.
Dice mi sombra: no dejes que la libertad te duela. No entregues tu voz o tu cordura. Deja que el piélago sangre como sangra tu destino. Deja a las bestias sobre esta tierra espuria.
Quienes me ven olvidan mi cara. Quienes parten con el resplandor saben que viajo cada día al sitio de los olvidados. Quienes ríen no comprenden la intensidad de las caídas.
Ser el que paga con su piel la lluvia me dio la noche, la secreta música del tiempo.  Me dio el rencor del claustro, la espuma de languidecer sin voz.
Nada es peor que ver la llave y no la puerta, el arma y no el destino, la muerte y no el milagro.
Nada es peor que el eco de un país.

RESIDUOS ÍNTIMOS

El aire sobre mi cabeza,
los versos que perdí,
los tragos en un bar,
la suerte de escribir el fuego,
o atravesar los límites
me dejan solo
entre el absurdo y Dios.

FILOSOFÍA DEL INVISIBLE

Si yo pudiera convencerme
de que al final todo es en vano
no escribiría sobre la conciencia de los poderosos.
Ellos no me conocen,
y si me conocieran
no entenderían mis palabras.
El curso de la historia es inviolable
y el poeta es el ser más invisible.
Si yo pudiera convencerme de la realidad
no me jugara  a diario la vida escribiendo.

VERDADES DE LA VIDA NÁUFRAGA

Cada sueño tiene algo de Fénix.
Abre heridas
o silogismos
o zonas muertas.
Cada verdad tiene su precio,
su viaje sin milagros.
Cada dolor tiene su música.

TARDES PARALELAS

La bala que mató a mi amigo
dejó la tarde huérfana
y un manantial frenético
en cada noche.

El auto que mató a mi perro,
abrió una zanja ante los ojos de mi barrio.
Rompió la inercia,
los pregones
y los gritos de una tarde simple.
Fue un raro espectáculo,
una clara señal de Dios.

LOS AÑOS

El espejo no me reconoce,
busca en mí el relámpago,
no el invierno de un rostro.
Hay una ausencia,
un camino trunco.
¿Quién lo diría?
Salto hacia mí,
pero el espejo enmudece
con lástima.

ESPERANDO A LOS BÁRBAROS

A Luis Yuseff

Viejo Constantino:
todos llevamos el amargo espíritu del náufrago.
Todos conocemos la mentira
porque los muros
son como los bárbaros,
sólo existen detrás de un espejismo.
Ítaca nos sonríe.
Entre la muerte y el horizonte
hay un niño que sueña,
una ola cansada de presagiar
el rumbo hacia lo ignoto.
Viejo Constantino:
antes de ser me gustaría estar en el poema,
o simplemente ser la sombra.
Muéstrame por dónde pasarán los elegidos,
por qué la mancha sigue
con una herida indócil.
Cuéntame qué será del mar
cuando los bárbaros no existan.

INTENSIDAD DEL MIRADOR

El riesgo de existir se ha convertido en la obsesión de quien deambula. Cada ciudad es una meta y cada meta un golpe. La vida y la muerte se confunden. La esperanza tiene los ojos frágiles. Por eso apago mi reloj y mastico lo que sobra.
Voy a entregarle al mar mis tristes huellas. Voy a tatuar mi nombre clandestino. El riesgo de existir no cura, pero estremece esta comedia. Soy la razón, el zumo amargo.
Soy una partícula de infierno.

MI EPITAFIO

Con el cansancio o la estrechez de los vencidos
me acerco a este lugar.
Dejo mis ojos,
la cordura sin importarme nada.
Sólo hay escombros
y el cielo congelado en mi fotografía.
Puedo ser yo el que muere en un parque con la mirada azul,
siempre rodeado de enemigos.

DESAPARECIDO

Mi esperanza era llegar,
Pero mis huesos se incrustaron en la noche,
lejos de la isla,
como una verdad
como un país.

EL YO PROFUNDO

Para  José Luis Serrano

Aunque me borren la palabra y la música,
siempre saldré al encuentro de quien soy.

LEJOS DE DIOS

Ninguna causa salvaguarda un verso.
A nadie un verso la razón despierta.
Tanta grafomanía desconcierta.
Ninguna causa vale tanto esfuerzo.
Ronel González

Por escribir me pierdo de la gloria
porque la gloria no me pertenece.
Sólo concibo el mar que no obedece
y sigue siendo el tiempo y la memoria.
Por añorar la luz, tan ilusoria,
estoy lejos de Dios y el Universo.
Por no vender mi canto soy reverso
de una heredad, de un nombre y un país.
Yo no puedo olvidar la cicatriz.
Ninguna causa salvaguarda un verso.

No quise el horizonte, ni la duda.
Tampoco entristecer mi ignota casa.
Mi madre me enseñó que todo pasa
cuando la suerte se marchó desnuda.
Hoy nadie me bendice, nadie ayuda.
Tal vez la lluvia es una luz incierta
y yo un espantapájaros, la puerta
que lo divide todo sin ser cumbre.
Yo no concibo tanta podredumbre.
A nadie un verso la razón despierta.

Entre premonición y lejanía
asisto a la ebriedad del falso muro,
y me estremezco al ver que hay un conjuro
de frente a mi confusa geografía.
Difícil comprender esta agonía.
No es que el destino sea un alma abierta,
ni una pupila insomne, pero muerta
detrás de los misterios y el milagro.
Ya nada importa, a nada me consagro.
Tanta grafomanía desconcierta.

La calle y su dolor indiferente
me hacen mirar la vida con tristeza.
¿Será que el mundo esconde su belleza
para obligarme a ser intransigente?
No es necesario el odio si hay un puente
encima de la fe y el canto adverso.
Pudiera ser divino o ser perverso.
Pudiera estar conforme con la vida.
Aunque al final yo gane la partida
Ninguna causa vale tanto esfuerzo.

Frank Castell. Las Tunas, 1976. Poeta

Miembro de la UNEAC y la AHS. Tiene publicados los libros El suave ruido de las sombras (Décimas, Editorial Sanlope); Confesiones a la eternidad (Poesía, Editorial Sanlope) y Corazón de barco (Poesía, Editorial Letras Cubanas). Aparece en las antologías La Estrella de Cuba, Cuerpo sobre cuerpo sobre cuerpo, Los parques y La isla en versos, entre otras. Ha obtenido premios y menciones en concursos nacionales e internacionales.