Diarios de sucesos virreinales

Diarios de sucesos virreinales

Resumen del libro: "Diarios de sucesos virreinales" de

Los diarios de Gregorio Martín de Guijo y Antonio de Robles son una rareza ineludible en la historia de nuestra expresión literaria. Primero porque hay pocos que retratan lo que fue la vida en la capital del virreinato de la Nueva España, y segundo, por las voces ahí reunidas. Son páginas en las que ya asoma el temperamento del tiempo de la Ilustración. Guijo consignó en las páginas de su diario una amplia gama de acontecimientos sucedidos entre 1648 y 1664 con la frialdad que creyó convenir a su mirada de clérigo. Lo mismo se diría de las páginas escritas por Robles, quien vivió casi exclusivamente para su diario de 1665 a 1703. Esta selección los muestra a sus anchas, en el dominio de un recurso expositivo distinto al de la prosa histórica y a la de la prosa narrativa. Guijo y Robles escribieron en un mundo estable, concentrándose en la intimidad diaria de la historia, en la minucia cotidiana de su tiempo presente.

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Año de 1648

Domingo 18 de enero, se publicó la elección de abad de San Pedro, en el Lic. D. Gonzalo Carrillo de la Cerda, abogado de presa del Santo Oficio y capellán del santuario de Nuestra Señora de los Remedios.

Navío de Panamá.—Viernes 20 de febrero, vino nueva de Autlán de que se había visto nao de Filipinas; no fue sino de Panamá, que venía a llevar al virrey conde de Salvatierra al Perú; y por haber dos años que no venía nao de China, el dicho conde despachó ésta de Panamá con socorro a aquellas islas, y por capitán de ella a Juan Romero.

Fuego en Acapulco.—Por este mes de febrero se prendió fuego en la iglesia de San Nicolás del puerto de Acapulco, y de allí, por hacer viento, pasó y prendió en las casas y se quemó la mayor parte, y mucha hacienda; y de treinta y seis cajones grandes que tenía allí D. Sebastián de Corcuera, gobernador que había sido de Manila y al presente estaba allá preso, sólo se pudieron escapar los seis, y los treinta restantes se abrasaron, y perdió en esta quema dicho Corcuera millares de ducados.

Dedicación de la iglesia de la Encarnación.—En 7 de marzo, día sábado, témporas de cuaresma, se dedicó la iglesia de la Encarnación, que fabricó Álvaro de Lorenzana, su patrón, habiéndose puesto la primera piedra en esta segunda edificación a 18 de diciembre de 1639.

Fuego.—Domingo 29 de marzo, en la noche, se prendió fuego en los cajoncillos de las negras, orilla de la acequia real: hubo sospechas de que alguno hizo este daño.

Auto del Santo Oficio.—Lunes 30 de marzo, celebró el Santo Oficio auto de fe particular, en la iglesia de la casa Profesa, de veintiocho personas. A las siete de la mañana se comenzaron a leer las causas, y duraron hasta las seis de la tarde: uno fue Gaspar de los Reyes (a) fray Gaspar de Alfar, que llamaron abad de San Antón, por haber administrado los sacramentos y haber dicho mucha cantidad de misas sin tener órdenes algunos. Otro fue Martín de Villavicencio, a quien unos llamaron Martín Droga, y otros Martin Lutero, que fue el famoso Garatuza, por haber dicho misas y confesado diferentes personas sin estar ordenado; otro por haberse casado siendo religioso profeso y sacerdote; otro por sospechoso en la secta de Mahoma; otro por dos veces casado; una partera y curandera por sospechosa de pacto con el demonio, y los demás por judaizantes.

Martes 31, azotaron por las calles a los penitenciados en el auto del día antecedente. Al abad de San Antón, que fue condenado a galeras perpetuas, le dieron trescientos azotes; a Garatuza doscientos, y condenados en cinco años precisos de galeras.

Despacho a Filipinas.—Domingo de ramos 8 de abril, se hizo a la vela el navío que se despachó a Filipinas, que había venido de Panamá a llevar al conde Salvatierra por virrey. Navarret., fol. 301. Fueron treinta religiosos dominicos.

Incendio.—En 18 de abril a las once de la noche, hubo un incendio en la calle de San Francisco, en las casas que eran de Cuéllar y en otras en que vivía el Dr. de Prado Serna.

Corsario.—A 26 de abril, saliendo del puerto de Campeche una fragata para esta Nueva España, que traía valor de cien mil pesos, la varó en tierra un corsario y robó cuanto en ella iba.

Aviso de esquina.—Mercedes.—A 30 de dicho, vino nueva de que a 25 de él llegó a la Veracruz aviso de España. Vinieron proveídas las cuatro canongías de oposición, y por gobernador de este reino el obispo de Campeche D. Marcos de Torres y Rueda, promoviendo el conde de Salvatierra al Perú. Oidor de Filipinas el Dr. Francisco de Solís, catedrático de prima de cánones, que al presente estaba preso por ser de la parte del Sr. Palafox. Vinieron cédulas de reprensión a dicho Salvatierra y al arzobispo, y multado en mil pesos el asesor del virrey D. Mateos de Cisneros, por los pareceres que dio contra el Sr. Palafox, y otras a los provinciales de Santo Domingo y la Compañía, de severa reprensión, por haber nombrado conservadores en causa remota, y que éstos los absuelva al señor obispo, y que se remitan al consejo todas las bulas que alegan para reconocer si están pasadas por él. La residencia de D. Luis Valdes, gobernador que fue de la Nueva-Vizcaya, viene cometida al oidor D. Andrés Gómez de Mora. Vinieron en este aviso proveídas las cuatro canongías de oposición en los sujetos que adelante se mencionan.

Miércoles 13 de mayo de 1648, entre diez y once del día salió de esta ciudad el Sr. conde de Salvatierra, virrey que fue de ella, y la gobernó desde el 15 de noviembre de 1642 hasta dicho día, que son cinco años y seis meses menos dos días. Fuese a la villa de San Agustín de las Cuevas, de donde salió para el puerto de Acapulco, a 16 de dicho mes, y llevó en su compañía a la señora su mujer para embarcarse para el reino del Perú, donde va por virrey. Hízose a la vela a 6 de junio de dicho año.

Gobierno del Illmo. Sr. Dr. D. Marcos de Torres y Rueda, obispo de Yucatán, provincia de Campeche.—Miércoles 13 de mayo de 1648, después de las cinco horas de la tarde, vino el dicho señor obispo a esta ciudad de México, de la villa de Tacuba, extramuros de esta ciudad, acompañado de todos los señores de la real hacienda, crimen y fiscales, regimiento y nobleza del reino.

Entraron en carrozas, vía recta por la calzada de Chapultepec y calle de San Juan, hasta la esquina del convento de San Francisco, y de allí a palacio. Colgáronse las calles para este efecto, y dadas las oraciones, se encendieron por toda la ciudad luminarias, por mandado de D. Diego Orejón, caballero del orden de Santiago, regidor de esta ciudad y corregidor nombrado de ella por el conde de Salvatierra, e ínterin que S. M. le proveía en propiedad. Respecto de no haber cumplido esta ciudad con el asiento que hizo con S. M. de los millones para los alimentos para la armada real, que gobernó este reino el marqués de Cadereita, armó en el puerto de la Veracruz para guarda de las flotas que de él se despachan. Llegado el señor obispo al real palacio, mostró la real cédula de S. M., y fue recibido por gobernador, y asimismo se abrió un pliego que llegó en el aviso que este mes de mayo surgió en dicho puerto, y en él se halló una real cédula en que S. M. manda al dicho señor obispo no estorbe el viaje al dicho conde, ni le detenga por cualquier causa que se ofrezca; y otra cédula para que no innove en las provisiones de corregidores, alcaldes mayores, justicias y otros oficios que haya dado el dicho conde, salvo si tuvieren causa para removerlos. El dicho señor obispo llegó a este reino de los de Yucatán, en 24 de noviembre de 1647, y estuvo en dicha villa retirado hasta dicho día 13 de mayo, que fueron cinco meses y veinte días, donde le alimentaron los dichos condes, y porque hubo nuevas en este reino de haber llegado un navío del Perú a Acapulco, a los 20 de febrero de dicho año, y pareciéndole al dicho señor obispo haber llegado el caso para tomar el gobierno, entró en esta ciudad a 22 de este mes y se aposentó en unas casas enfrente de San Agustín, y en ellas estuvo un día y una noche. Habiendo hecho sus diligencias, el día siguiente 23 se le notificó una provisión del real acuerdo para que se volviese a la villa hasta que llegue el caso, y así se volvió luego al punto; y llegando a la huerta donde posaba, halló toda la casa descolgada, y la plata y camas y demás adorno que el dicho conde le había puesto, se trajo a México, y fue necesario buscar nuevo aliño, y con él pasó hasta que llegó el aviso y trajo nueva cédula para que el dicho conde entregase luego el gobierno y saliese para el del Perú.

Diarios de sucesos virreinales

Gregorio Martín de Guijo. Fue un clérigo y escritor que vivió en la Ciudad de México durante el siglo XVII. Es conocido por sus diarios, en los que registró los acontecimientos más relevantes de la vida virreinal entre 1648 y 1664. Sus diarios son una fuente valiosa para la historia social y cultural de la Nueva España, así como para el estudio de la literatura colonial.

Nació alrededor de 1606 en una familia de origen español. Estudió en el Colegio de San Ildefonso y se graduó como bachiller en artes y teología. Fue ordenado sacerdote en 1632 y ejerció su ministerio en diversas parroquias de la capital. También fue capellán del santuario de Nuestra Señora de los Remedios y abogado de presa del Santo Oficio.

Su obra más importante es el Diario, que consta de cuatro volúmenes manuscritos que se conservan en la Biblioteca Nacional de México. En ellos, Guijo relata con detalle los sucesos políticos, religiosos, militares, económicos, culturales y cotidianos que ocurrieron en la ciudad y sus alrededores durante dieciséis años. Su estilo es claro y conciso, sin adornos ni comentarios personales. Su mirada es crítica y objetiva, sin ocultar las injusticias, los abusos y las contradicciones de la sociedad colonial.

Entre los hechos que narra Guijo se encuentran la llegada y salida de varios virreyes, el terremoto de 1657, las epidemias de peste y viruela, las inundaciones y sequías, las fiestas y procesiones, los autos de fe y las ejecuciones públicas, los naufragios y piraterías, las rebeliones indígenas y los conflictos con otras potencias europeas. También da cuenta de la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad, sus costumbres, sus diversiones, sus vicios, sus creencias y sus supersticiones.

Guijo murió en 1676, dejando un testimonio único e invaluable de una época crucial en la historia de México. Su obra fue publicada por primera vez en el siglo XIX por el historiador Joaquín García Icazbalceta. Desde entonces, ha sido objeto de numerosos estudios y ediciones críticas. Su Diario es considerado una obra maestra de la literatura colonial y una fuente imprescindible para el conocimiento del pasado mexicano.