El golfo de las sirenas

Resumen del libro: "El golfo de las sirenas" de

«El Golfo de las Sirenas», obra maestra del ilustre Pedro Calderón de la Barca, nos sumerge en un fascinante relato que se inicia con el naufragio de Ulises en una isla en apariencia paradisíaca. Sin embargo, tras la fachada de belleza se esconde una trampa, un escenario donde nuestro protagonista se ve sometido a las artimañas de seres fabulosos: Escila, Caribdis y las Sirenas, cada uno representando una amenaza para sus sentidos y su cordura.

Calderón, hábil tejedor de alegorías, utiliza esta trama para ilustrar la lucha constante del hombre contra las engañosas apariencias del mundo. Ulises, enfrentándose a estas criaturas mitológicas, simboliza al ser humano inmerso en un entorno lleno de ilusiones y falsedades, obligado a discernir entre lo real y lo efímero.

La narrativa de Calderón despliega una riqueza estilística que se asemeja a una joya literaria escondida, permitiendo al lector sumergirse en un lenguaje poético y cautivador. Cada palabra, cuidadosamente seleccionada, contribuye a la creación de una atmósfera única que resalta la complejidad de la experiencia de Ulises.

Las criaturas míticas, como Escila, Caribdis y las Sirenas, no solo personifican amenazas físicas, sino que también se erigen como símbolos de las tentaciones y distracciones que acechan al hombre en su travesía por la vida. Calderón, con maestría, nos invita a reflexionar sobre la naturaleza ilusoria de las apariencias y la necesidad de enfrentarlas con sabiduría y discernimiento.

En «El Golfo de las Sirenas», Calderón de la Barca nos brinda una obra atemporal que perdura en su capacidad para resonar con las complejidades de la condición humana. Esta exquisita alegoría, acompañada de su estilo literario único, nos revela una faceta desconocida pero fascinante de uno de los grandes dramaturgos de nuestra historia. En sus manos, la realidad se entrelaza con la fantasía, creando un tapiz narrativo que invita a la reflexión y la admiración.

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Nota del editor

Según la edición de la B.A.E. esta comedia iba precedida y seguida de dos pequeñas obras: una loa, a modo de presentación y una mojiganga como fiesta final. Editamos la comedia, entendiendo que la divulgación entre los lectores de esta exquisita obra de Calderón se vería dañada por unos opúsculos que solo encuentran pleno sentido en la representación dramática. Hemos seguido este mismo criterio para suprimir las tres últimas escenas de la comedia, que servían de mera transición hacia la mojiganga y, que en ningún caso, afectan al desenlace de esta obra.

INTRODUCCIÓN

El 17 de enero de 165 7, en el Real Sitio de la Zarzuela, se escenificó El Golfo de las Sirenas, en presencia de sus Majestades, los cuales no fueron testigos de una representación al uso de tantas comedias de su tiempo sino de todo un espectáculo escenográfico y musical. Pues con ella Calderón de la Barca inauguraba lo que después se ha conocido como «comedia operística» o zarzuela, nombre que la tradición le adjudicó por metonimia del lugar famoso donde se dramatizaron ésta y otras comedias del mismo género.

Raras tramoyas, ruidos sorprendentes y afinados cantos debieron ser parte sustancial de la apreciación que hicieron los primeros espectadores de El Golfo de las Sirenas: reyes, príncipes, validos, damas de honor, alto clero y alta nobleza. Hoy nosotros estamos preparados para disfrutar sólo el texto casi tanto como ellos se divirtieron con aquella irrescatable conjunción de poesía, música y danza.

No es vano el alarde técnico con el que Calderón acabó las estrofas de esta obra. Juegan las palabras entre ellas y con la mente del lector: juegos de sonidos, paradojas, chistes y construcciones que traducen un refinado conceptismo. La riqueza métrica facilita una lectura ágil y musical de los diálogos que quizá alcanzan una cima estética en el ovillejo que da forma a la escena XVIII.

Tampoco es vana para nosotros, habitantes del final del siglo XX, la fábula mítica de El Golfo de las Sirenas. Basándose con libertad en un conocido episodio de la Odisea, Calderón nos presenta a Ulises en el momento en que un naufragio le arroja a una isla donde habitan las diosas crueles Escila y Caribdis. Éstas, escondidas tras unos arbustos, escuchan un parlamento del héroe ante sus criados (así los llama Calderón) en el que se jacta del poco poder que sobre él ejerce la belleza femenina. Las diosas, a las que desagrada en grado sumo la petulancia de aquel humano, deciden matarlo, pero poniendo antes a prueba su fortaleza ante al placer de los sentidos. La bellísima Escila, que representa el sentido de la vista, y el dulce canto de Caribdis, que encarna el del oído, compiten por atraerlo cada una a su lado. Ulises cae en la trampa fácilmente y se debate en una duda continua: ora sigue a Escila, ora a Caribdis. Y en ellas se va despertando sel despecho, los celos, incluso el amor, según se sienten escogidas o rechazadas.

Este debate, que se puede interpretar como una frívola contraposición entre las excelencias de un sentido y otro para divertimento de la corte, tiene algunas claves alegóricas, propias de la ideología barroca, fáciles de suponer en un autor como Calderón que ha pasado a la historia de la literatura como maestro de alegorías: el hombre y su virtud interior frente a las apariencias del mundo, engañosas, corruptoras y mudables.

Cuando Ulises está a punto de ser atrapado por una de las diosas, una pescadora le advierte del peligro que corre y le facilita la huida en barca. Escila y Caribdis se percatan de lo ocurrido, pero Ulises está ya muy dentro del mar. Entonces convocan a las sirenas del golfo para que atraigan de nuevo a Ulises con su mágica belleza y sus mágicos cantos. Prevenidos de la estratagema, sus criados le atan y le vendan los ojos para que permanezcan cerrados a las sirenas y a las apariendas del mundo.

Interprétese de una manera u otra, tiene entre sus manos una joya literaria prácticamente desconocida de uno de nuestros mayores dramaturgos. Nuestra edición no ha seguido los rigores canónicos de la filología. En cambio, ha procurado con esta somera introducción y algunas glosas explicativas hacer esta comedia asequible al aplauso de cualquier espectador.

Ernesto Pérez Zúñiga

«El golfo de las sirenas»: Calderón de la Barca

Pedro Calderón de la Barca. Escritor y dramaturgo español, inició sus estudios en Valladolid, y al destacar en ellos, fue enviado por su padre al Colegio Imperial de los Jesuitas en Madrid, estudiando gramática, latín, griego y teología. Continuó en la Universidad de Alcalá de Henares estudiando lógica y retórica pasando posteriormente a la Universidad de Salamanca donde finalizó el bachillerato en derecho canónico y civil.

A partir de ahí, Calderón de la Barca se enroló en la carrera militar marchando a Flandes e Italia y participando en varias campañas bélicas. Ya por 1625, ingresó como soldado al servicio del Condestable de Castilla, habiendo escrito por entonces su primera comedia conocida. Escribió varias comedias que le granjearon la simpatía de Felipe IV, quien le realizó varios encargos para los teatros de la Corte.

Nuevamente participó en contiendas militares al tiempo que seguía escribiendo, creando obras con las que obtuvo la simpatía del público. Tras ser herido en batalla, le dieron la licencia absoluta en 1642, creando obras cada vez más complejas alcanzando respeto y popularidad en la corte.

Calderón fue secretario del Duque de Alba y posteriormente ingresó en La Orden Tercera de San Francisco, donde se ordenó sacerdote. Continuó escribiendo pero decantándose por los autos sacramentales siendo designado por el rey como su capellán de honor. A la muerte de Felipe IV, Carlos II le nombró capellán mayor.

Calderón, fue un dramaturgo y poeta excepcional, uno de los mejores de todos los tiempos. En el verso, revolucionó la extensión y la métrica en uso, atendiendo más al contenido que a la forma. En teatro cultivó todos los géneros posibles, desde su singular tratamiento de la comedia, al filosófico - teológico de los autos sacramentales, pasando por auténticos espectáculos dramáticos, zarzuelas y tragedias. Escribió más de doscientas obras para gloria de la literatura española.

De entre su obra habría que destacar títulos como El acalde de Zalamea, El gran teatro del mundo, El mágico prodigioso, La vida es sueño, La dama duende o El José de las mujeres, entre otros.