Saga de Ender

El juego de Ender

El juego de Ender, una novela de Orson Scott Card

Resumen del libro: "El juego de Ender" de

La Tierra se ve amenazada por los insectores, una raza extraterrestre completamente ajena a los humanos, a los que pretende destruir. Para vencer a los insectores es necesario un nuevo tipo de genio militar, y por ello se ha permitido el nacimiento de Ender, quien en cierta forma constituye una anomalía viviente: es el tercer hijo de una pareja en un mundo que ha limitado estrictamente a dos el número de descendientes. El niño Ender deberá aprender todo lo relativo a la guerra en los videojuegos y en los peligrosos ensayos de batallas que realiza con sus compañeros. A la habilidad en el tratamiento de las emociones, ya característica de Orson Scott Card, se une en este libro el interés por el empleo de las simulaciones de ordenador y juegos de fantasía en la formación militar, estratégica y psicológica del protagonista.

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1. TERCERO

—He mirado con sus ojos, he escuchado con sus oídos, y le digo que es el indicado: o por lo menos, lo más adecuado que vamos a encontrar.

—Eso es lo que se dijo del hermano.

—El hermano resultó imposible. Por otras razones. Independientemente de su capacidad.

—Lo mismo pasó con la hermana. Y hay dudas sobre él. Es demasiado maleable. Demasiado dispuesto a sumergirse en la voluntad de otro.

—No si el otro es su enemigo.

—¿Qué hacemos entonces? ¿Rodearle continuamente de enemigos?

—Si es preciso, sí.

—Creía que había dicho que le gustaba ese chico.

—Si los insectores le cogen, harán que parezca que soy su tío favorito.

—De acuerdo. Al fin y al cabo, se trata de salvar al mundo. Siga con él.

La señorita monitor sonrió afablemente, le pasó la mano por el cabello y dijo:

—Andrew, supongo que a estas alturas estarás más que harto de llevar ese horrible monitor. Bien, voy a darte una buena noticia. Te lo vamos a quitar hoy. Vamos a extraerlo ahora mismo, y no te dolerá nada.

Ender asintió con la cabeza. Naturalmente, era mentira que no dolería nada. Pero como los adultos siempre decían lo mismo cuando algo iba a doler, podía considerar esa afirmación como una predicción exacta del futuro. Algunas veces las mentiras eran más de fiar que las verdades.

—Ven por aquí, Andrew. Siéntate en la mesa de reconocimiento. El doctor vendrá a verte enseguida.

Sin monitor. Ender trató de imaginarse la ausencia del pequeño dispositivo de su nuca. «Me daré vueltas en la cama y no estará ahí presionando. No le sentiré hormiguear y absorber calor cuando me ducho.

»Y Peter ya no me odiará. Iré a casa y le mostraré que el monitor ya no está, y verá que tampoco yo lo he conseguido. Que ahora soy un chico normal, como él. Después de todo, las cosas no irán tan mal. Me perdonará que haya conservado mi monitor un año más que él el suyo. Seremos…

»No, amigos, probablemente no. No, Peter era demasiado peligroso. Se ponía tan furioso… Hermanos, sí. Ni enemigos, ni amigos, sino hermanos; que puedan vivir en la misma casa. No me odiará, simplemente me dejará en paz. Y cuando quiera jugar a insectores y astronautas, a lo mejor no tengo que jugar, a lo mejor puedo ponerme a leer un libro.»

Pero Ender sabía, incluso mientras pensaba eso, que Peter no le dejaría en paz. Había algo en sus ojos cuando estaba exaltado, y cada vez que Ender veía esa mirada, ese destello, sabía que lo único que Peter no iba a hacer era dejarle en paz. «Estoy haciendo ejercicios de piano, Ender. Ven a pasarme las páginas. ¡Oh!, el chico del monitor está demasiado ocupado para ayudar a su hermano. ¿Es demasiado listo para eso? ¿Tienes que ir a matar unos cuantos insectores, astronauta? No, no, no quiero tu ayuda. Puedo hacerlo yo mismo, pequeño imbécil, pequeño Tercero

—No tardaré mucho, Andrew —dijo el doctor.

Ender asintió con la cabeza.

—Está especialmente diseñado para ser extraído. Sin infecciones, sin secuelas. Pero sentirás una especie de hormigueo, y algunos dicen que tienen la sensación de que les falta algo. Te sentirás buscando algo, algo que echas en falta, pero que no encuentras, y ni siquiera recuerdas lo que era. Por eso te lo digo ahora. Es el monitor lo que estarás buscando, pero ya no estará ahí. Esa sensación pasará al cabo de unos días.

El doctor estaba retorciendo algo en la nuca de Ender. De repente, un dolor le atravesó como una aguja desde el cuello hasta la ingle. Ender sintió un espasmo en la espalda y su cuerpo se arqueó violentamente hacia atrás; su cabeza golpeó contra la cama. Podía sentir sus piernas dando sacudidas, y sus manos estaban agarrotadas una contra otra con tanta fuerza que le dolían.

—¡Dedee! —gritó el doctor—. ¡La necesito! —La enfermera entró corriendo, estupefacta—. Hay que relajar esos músculos. ¡Démelo! ¡A qué espera!

Algo cambió de manos; Ender no podía ver nada. Dio un bandazo hacia un lado y se cayó de la mesa de reconocimiento.

—¡Agárrele! —gritó la enfermera.

—Sujétele bien.

—Sujétele usted, doctor, es demasiado fuerte para mí.

—¡No se lo ponga todo! Hará que se le pare el corazón.

Ender sintió que una aguja le entraba en la espalda, justo por encima del cuello de la camisa. Quemaba, pero dondequiera que el fuego llegaba, los músculos se desagarrotaban lentamente. Ahora podía llorar de miedo y de dolor.

—¿Estás bien, Andrew? —le preguntó la enfermera.

Andrew no conseguía recordar qué tenía que hacer para hablar. Le subieron a la mesa. Le tomaron el pulso e hicieron otras cosas; no entendía nada.

El doctor estaba temblando; su voz vacilaba cuando dijo:

—Dejan estas cosas en los chicos durante tres años. ¿Qué esperan? Podíamos haberle anulado para siempre. ¿Se da cuenta? Podíamos haber desconectado su cerebro para toda la vida.

—¿Cuándo desaparecen los efectos de la droga? —preguntó la enfermera.

—Téngale aquí por lo menos una hora. Vigílele. Si dentro de quince minutos no ha empezado a hablar, llámeme. Podíamos haberle desconectado para siempre. Se creen que tengo el cerebro de un insector.

Volvió a la clase de la señorita Pumphrey sólo quince minutos antes de que sonara el timbre de salida. Todavía titubeaba un poco al andar.

—¿Estás bien, Andrew? —preguntó la señorita Pumphrey.

Ender asintió con la cabeza.

—¿Has estado enfermo?

Ender negó con la cabeza.

—No tienes buen aspecto.

—Estoy bien.

—Es mejor que te sientes, Andrew.

El juego de Ender – Orson Scott Card

Orson Scott Card. Escritor americano, es conocido por sus novelas de ciencia ficción, con las que ha logrado grandes éxitos como El juego de Ender o La voz de los muertos. Card estudió en la Universidad de Utah y profesa la religión mormona, debido a lo cual vivió dos años en Brasil como parte de su formación. La iglesia fue importante en los inicios literarios de Card ya que fue en la revista mormona Ensign donde publicó sus primeros trabajos en 1977.

El salto a la ciencia ficción llegó con El juego de Ender, que pasó de novela corta a novela en 1977 y con la que consiguió el premio más prestigioso del género, el Hugo, algo que también conseguiría con su continuación, La voz de los muertos.

A partir de ese momento, la prolífica carrera de Card se dispara con varias continuaciones de Ender y la creación de las sagas de Alvin Maker o La saga del retorno. Además, Card se ha dedicado a dar clases de Escritura Creativa, con la intención de aplicar nuevas técnicas de enseñanza.

A lo largo de su carrera, Card, además de varios Premios Hugo, ha sido merecedor de galardones como el Nébula, el John W. Campbell o el Locus.

Cine y Literatura
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