Libro 1: Mither Mages

La puerta oculta

Resumen del libro: "La puerta oculta" de

La Puerta Oculta, la fascinante novela de Orson Scott Card, nos sumerge en el intrigante mundo de los North, una familia peculiar con habilidades mágicas extraordinarias. El protagonista, Danny North, siempre se sintió ajeno a los prodigiosos talentos que florecían entre sus parientes. Mientras los demás aprendían a conjurar hadas, golems, trolls y otras maravillas místicas, Danny se debatía con la inquietud de no poseer ningún don y la incapacidad para proyectar su aura.

La trama se desenvuelve en el antiguo caserón familiar, donde las generaciones de North han mantenido viva la llama de la magia a lo largo de los años. La estructura de la familia, encabezada por el padre de Danny, se rige por estrictas reglas y oculta profundos secretos. La narrativa se teje con la intriga de los poderes inexplorados y las tensiones familiares, creando un entorno en el que la magia se convierte en un elemento fundamental de la cotidianidad.

Card, reconocido por su maestría en la ciencia ficción y la fantasía, despliega su habilidad única para fusionar lo extraordinario con lo humano. La construcción de personajes es excepcional, y Danny se erige como un héroe atípico que desafía las expectativas establecidas por su linaje. La lucha de Danny por descubrir su verdadera identidad y desentrañar los misterios que amenazan a su familia confiere una dimensión emocional que conecta con el lector de manera profunda.

El viejo caserón, con sus rincones oscuros y reglas inflexibles, se convierte en un personaje por derecho propio, desencadenando una serie de eventos que llevan a Danny a explorar los límites de su potencial mágico. La prohibición de realizar magia frente a desconocidos y los secretos celosamente guardados añaden capas de complejidad, generando una tensión constante que impulsa la trama hacia adelante.

En La Puerta Oculta, Orson Scott Card nos brinda una obra que equilibra magistralmente la fantasía con la profundidad psicológica, transportando al lector a un universo lleno de maravillas y desafíos. Con su prosa envolvente y su capacidad para explorar la dualidad entre lo extraordinario y lo cotidiano, Card consolida su lugar como un maestro de la literatura especulativa.

Libro Impreso EPUB

Dedicada a Phillip y Erin Absher
Por todo lo que hemos compartido a lo largo de los años,
Desde California a Kansas,
Desde Provence a la playa de Myrtle,
Y por toda la magia que hallamos en el camino:
Este libro es para vosotros.

1

DREKKA

Danny North se había criado rodeado de hadas, espectros, animales parlantes, piedras vivientes, árboles que caminaban y, también, dioses que invocaban al viento y hacían caer la lluvia, que conseguían crear fuego de la nada y extraían el hierro de las entrañas de la tierra con la misma facilidad con que la gente normal saca agua de un pozo.

La familia North vivía en un resguardado valle del oeste de Virginia; la mayoría de sus miembros jamás iba a la ciudad, porque consideraba una humillación que los dioses se vieran obligados a adquirir provisiones y vender sus cultivos como si fueran gente vulgar.

La Familia había mantenido durante siglos la política de relacionarse únicamente entre ellos y el resultado era que llamabas tíos y tías a todos los adultos, a excepción de tus padres, y que los niños eran todos primos y primas.

Para las docenas de primos North, «ciudad» era un concepto tan abstracto como «océano», «espacio» y «gobierno». Eran asuntos que les importaban muy poco, excepto cuando Tía Tweng o Tía Uck les preguntaban en clase sobre esos temas. ¡Al que se equivocaba, le daban un doloroso capón en la cabeza con un dedal!

Los niños estaban obligados a asistir a la escuela por las mañanas y, a cambio, podían disfrutar de las tardes aprendiendo a crear hadas, espectros, golems, trolls, hombres lobo y otras maravillas que eran parte de los prodigios que conformaban la herencia de la familia North.

Sin embargo, a pesar de ser su herencia, no todos los miembros de la familia nacían con esos dones.

El Tío Abuelo Zog repetía a todas horas que la sangre se había debilitado considerablemente. No cesaba de afirmar que los North habían perdido fuerza desde que el Perverso cerrara las puertas trece siglos y medio atrás.

—¿Qué otro motivo justifica el nacimiento de tantos enclenques que apenas pueden proyectar su aura a una distancia de cien metros? —había comentado Zog en una ocasión—. ¿Por qué, si no, son tan escasos los críos capaces de crear su efigie con algo más sólido que el polen o el polvo? ¿Y cuántos nacen con la capacidad de entrelazar su aura con la de uno de su clan? ¿Qué otro motivo hay para que en cada generación nazcan más drekkas como Danny? Trasladarlos a la Colina Hammernip no nos ha fortalecido. Nada nos fortalece ahora…

Danny había cumplido los once años y le sorprendió oír a Zog pronunciar este discurso; por entonces aún no existía plena certeza de que él fuera un drekka.

Muchos niños no muestran talento alguno hasta la adolescencia. Al menos, eso le decía Mamá para tranquilizarlo; pero las palabras del Tío Abuelo Zog lo hicieron dudar. Si eran «muchos» los que no demostraban poseer talento hasta la pubertad, ¿por qué Danny era el único crío mayor de nueve años que ni siquiera sabía si contaba con aura?

Cuando los demás niños proyectaban sus auras para copiar los deberes escolares de Danny, éste ni siquiera los detectaba y no era, desde luego, capaz de impedírselo por mucho que se lo pidieran.

—¡Ahuyéntalos! —le exigía Tía Lummy—. Eres el único estudiante decente de la escuela, pero todos sacan las mismas notas que tú porque dejas que copien tu trabajo.

—Sé cómo lo hacen —admitió Danny—, pero si no puedo verlos ni sentirlos, tampoco puedo detenerlos.

—Hazte grande —le explicó Tía Lummy—. Aférrate a tu espacio. No permitas que te avasallen.

Sin embargo, por mucho que reflexionó, Danny no fue capaz de encontrar sentido a las palabras de Tía Lummy. Así, los demás niños siguieron copiando hasta que todas las tías que enseñaban en la escuela se vieron obligadas a preparar exámenes diferentes: unos para Danny y otros para el resto de alumnos de su curso. El resultado inmediato de esta decisión fue que Danny pasó a ser el único alumno de su clase, ya que el resto de sus compañeros retrocedió al curso que le correspondía. Danny habría estado estudiando un noveno grado en el mundo exterior, adelantándose dos años a los estudiantes de su edad.

Otra consecuencia de todo el asunto fue que el resto de chicos cogió ojeriza a Danny; tanta, que le dieron de lado tildándolo de drekka.

—No eres uno de los nuestros —le dijeron sin rodeos.

No contaban con él en los recreos, no lo elegían cuando formaban equipos para jugar, y si alguna de las tías repartía galletas o algún otro dulce, a él no le decían nada. Además, tenía que andar con ojo al abrir sus cajones por si le habían metido una araña, una serpiente o una caca de perro.

Danny no tardó en acostumbrarse a la situación y no quiso ir con el cuento a los adultos. ¿Qué conseguiría chivándose? pensó. ¿Qué los demás se vieran obligados a dejarlo jugar? Seguro que no iba a divertirse demasiado, y tampoco serían agradables las represalias que tomarían los otros chicos si los azotaban por mancharle la ropa con caca de perro.

Danny acabó siendo un niño muy solitario, inmerso en un mundo idílico de hadas, espectros, dioses y animales parlantes.

Conocía a todo el mundo y formaba parte de la Familia, pero entre todos habían conseguido que se avergonzara de las cosas que sabía hacer bien y aún más de aquellas que no sabía hacer. Le pareció que hasta los que lo trataban con amabilidad, lo hacían por lástima. ¿A quién podía gustarle un chico que encarnaba la degeneración de la herencia familiar? La sangre de la familia North era cada vez más débil y Danny era el más débil de todos.

La ironía de todo el asunto era que Danny también había recibido una atención diferente en su niñez, pero por razones totalmente distintas a las actuales. Su padre, Alf, un Roca con empatía hacia los metales puros, había hallado el modo de introducirse en el acero de las máquinas y hacer que funcionaran con una fricción casi nula y sin necesidad de lubricantes. Fue un logro de enorme utilidad y sin precedentes, tanto que lo nombraron regente de la Familia otorgándole el nombre de Odín, aunque Danny lo llamaba Baba.

Gerd, la madre de Danny, tenía poco que envidiar de la destreza de Alf; era una maga de luz y contaba con el talento de variar el color de la luz reflejada, de manera que podía conseguir que los objetos fueran invisibles, se sumieran en las sombras o brillaran con la fuerza del sol.

Durante muchos años, el viejo Gyish, el Odín de aquella época, prohibió que Alf y Gerd contrajeran matrimonio; temía que la unión de dos entes tan poderosos engendrara algo terrible como un mago teleportador, cosa que los North tenían prohibido, o un mago mental, ser que todas las Familias habían jurado destruir.

Sin embargo, cuando Gyish perdió la última guerra y abdicó, Alf, el mago tecnológico, fue nombrado Odín en su lugar. Entonces, la Familia aprobó el matrimonio entre Alf y Gerd por unanimidad. Poco después, la llegada de Danny supuso todo un acontecimiento; era el primer miembro de una realeza por la que los North llevaban suspirando muchas generaciones.

Todos los adultos de la Familia siguieron la evolución de Danny durante su infancia. Era la gran esperanza, el chico al que se auguraban grandes logros. Y resultó ser un niño con mucho talento, brillante. Lector precoz, lingüista soberbio que acabaría dominando todas las lenguas de la Familia, hábil en las artes manuales, buen atleta, curioso insaciable y lo bastante ocurrente como para arrancar una carcajada a casi cualquier miembro de la Familia. Pero, con los años, la admiración por esas habilidades dio paso a la decepción cuando Danny evidenció la ausencia de cualquier capacidad mágica propia de la Familia.

Danny lo intentó todo. Practicó la agricultura con los primos que tenían afinidad con las plantas, árboles y hierbas; los mismos que de magos adultos contribuirían a mantener la asombrosa productividad de las granjas de los North. Sin embargo, las semillas que plantó Danny brotaron sin fuerza y nunca llegó a captar el pulso vital de un árbol.

Probó a recorrer los bosques con aquellos que tenían afinidad con los animales, los mismos que podían llegar a entablar un lazo profundo con el lobo, o el oso, o (si las bestias más grandes los eludían) con la ardilla o la serpiente. En este caso, adoptaban la condición de Garra u Ojo y poseían la capacidad de recorrer el mundo en su forma animal. Pero las bestias rehuían a Danny, o le gruñían y amenazaban, y fue incapaz de relacionarse con animal alguno.

También intentó comprender cuál era el sentido de «empatizar» con la piedra, o el agua, o el viento, o la electricidad del rayo. Pero las piedras herían sus dedos y sólo se desplazaban cuando él las arrojaba; el viento, por su parte, se limitaba a enredarle el pelo, y en las tormentas o las excursiones al estanque acababa empapado y tiritando de frío e impotencia. Su capacidad para la magia era escasa. Peor aún, era inexistente.

Y a pesar de ello, a excepción de la soledad, Danny disfrutaba de la vida. Le gustaba vagar por los bosques. Y, ya que no tenía afinidad con los árboles ni con las bestias, se limitaba a correr kilómetro tras kilómetro, cada vez más veloz e incansable. Al principio limitaba sus correrías al territorio de la Familia; sabía que los árboles que vigilaban el perímetro lo detectarían si lo traspasaba, y cuando dieran la alarma, se encontraría en manos de los Guardasemillas, o peor aún, en las de Tío Poot, el único Verde que quedaba en la Familia.

No obstante, durante el último invierno, probablemente debido a que los árboles estaban aletargados y, por ello, menos atentos, Danny halló tres rutas distintas que le permitían burlar a los árboles centinelas y franquear los límites.

Danny era consciente de que al ser un drekka en potencia era probable que lo vigilaran, y como no podía detectar si el aura de algún adulto lo seguía o no, adoptó la costumbre de no tomar nunca el mismo camino hacia las rutas secretas que lo llevaban al exterior. Que él supiera, nadie lo había visto abandonando el territorio North; al menos, nadie lo había acusado de hacerlo.

Una vez en el exterior, se sentía libre para correr con total independencia en cualquier dirección. ¡Y era rápido! Podía recorrer kilómetros y más kilómetros y volver a casa siempre a tiempo para la cena. Sólo se detenía al llegar a una autovía, una valla, una fábrica o una población; en esos casos se ocultaba tras los árboles o la maleza y observaba a los mortales que iban de acá para allá, ocupados en sus asuntos. Danny acabó por pensar que él se parecía mucho a los mortales: no tenía capacidad para empatizar con nada ni con nadie, ni poderes que lo hicieran destacar. Era un mortal más, uno de esos que tenían que conformarse con vivir del fruto de la labor de sus manos o de las palabras que surgían de sus bocas. Aunque había una sutil diferencia entre ellos y Danny: los mortales eran ajenos al hecho de que no formaban parte de la auténtica nobleza que habitaba la Tierra; ellos no sufrían por sus carencias.

La familia North los ignoraba; para sus miembros, los mortales carecían de importancia. Sin embargo, si Danny intentaba abandonar a los suyos para vivir lejos de ellos, en el mundo de los mortales, la Familia consideraría que su existencia secreta peligraba y tomaría medidas. Las historias que se relataban en la oscuridad de la noche, cuentos sobre traidores, sobre las guerras entre las Familias westilianas… Todas tenían el mismo desenlace: se perseguía a cualquiera que abandonara el territorio familiar sin permiso, y se le daba muerte.

«La puerta oculta» de Orson Scott Card

Orson Scott Card. Escritor americano, es conocido por sus novelas de ciencia ficción, con las que ha logrado grandes éxitos como El juego de Ender o La voz de los muertos. Card estudió en la Universidad de Utah y profesa la religión mormona, debido a lo cual vivió dos años en Brasil como parte de su formación. La iglesia fue importante en los inicios literarios de Card ya que fue en la revista mormona Ensign donde publicó sus primeros trabajos en 1977.

El salto a la ciencia ficción llegó con El juego de Ender, que pasó de novela corta a novela en 1977 y con la que consiguió el premio más prestigioso del género, el Hugo, algo que también conseguiría con su continuación, La voz de los muertos.

A partir de ese momento, la prolífica carrera de Card se dispara con varias continuaciones de Ender y la creación de las sagas de Alvin Maker o La saga del retorno. Además, Card se ha dedicado a dar clases de Escritura Creativa, con la intención de aplicar nuevas técnicas de enseñanza.

A lo largo de su carrera, Card, además de varios Premios Hugo, ha sido merecedor de galardones como el Nébula, el John W. Campbell o el Locus.