El Padrino

El Padrino, una novela de Mario Puzo

Resumen del libro: "El Padrino" de

Vito Corleone es el Don más respetado de Nueva York, ciudad a la que llegó como emigrante desde su Sicilia natal a los doce años. Don Corleone es implacable con sus rivales, pero es también un hombre inteligente, astuto y fiel a los principios del honor y la amistad. La vida y negocios de Don Corleone, así como los de su hijo y heredero, conforman el eje de esta obra maestra. La publicación de El Padrino en 1969 supuso una convulsión en el mundo literario, pues por primera vez la Mafia aparecía novelada desde su interior. Presentada como una compleja contrasociedad con una cultura, unas interrelaciones y unas jerarquías comúnmente aceptadas. Posteriormente, el propio Puzo escribiría los guiones de la famosa trilogía de películas de Francis Ford Coppola.

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1

Amerigo Bonasera estaba sentado en la Sala 3 de lo Criminal de la Corte de Nueva York. Esperaba justicia. Quería que los hombres que tan cruelmente habían herido a su hija, y que, además, habían tratado de deshonrarla, pagaran sus culpas.

El juez, un hombre de formidable aspecto físico, se recogió las mangas de la toga, como si se dispusiera a castigar físicamente a los dos jóvenes que permanecían de pie delante del tribunal. Su expresión era fría y majestuosa. Sin embargo, Amerigo Bonasera tenía la sensación de que en todo aquello había algo de falso, aunque no podía precisar el qué.

—Actuaron ustedes como unos completos degenerados —dijo el juez, severamente.

Eso, eso, pensó Amerigo Bonasera. Animales. Animales. Los dos jóvenes, con el cabello bien cortado y peinado, y el rostro claro y limpio, eran la viva imagen de la contrición. Al oír las palabras del juez, bajaron humildemente la cabeza.

—Actuaron ustedes como bestias salvajes —prosiguió el juez—; y menos mal que no agredieron sexualmente a aquella pobre chica, pues ello les hubiera costado una pena de veinte años.

El representante de la justicia hizo una pausa. Sus ojos, enmarcados por unas cejas sumamente pobladas, miraron disimuladamente al pálido Amerigo Bonasera, para luego detenerse en un montón de documentos relacionados con el caso que tenía delante. Frunció el ceño, como si lo que iba a decir a continuación estuviera en desacuerdo con su punto de vista.

—Pero teniendo en cuenta su edad, su limpio historial, la buena reputación de sus familias… y porque la ley, en su majestad, no busca venganzas de tipo alguno, les condeno a tres años de prisión. La sentencia queda en suspenso.

Gracias a que llevaba cuarenta años en contacto más o menos directo con el dolor, pues era propietario de una funeraria, el rostro de Amerigo Bonasera no dejó traslucir en absoluto la decepción y el inmenso odio que le embargaban. Su joven y bella hija estaba todavía en el hospital, reponiéndose de su mandíbula rota ¿y aquellos dos bestias iban a quedar en libertad? ¡Todo había sido una farsa! Miró a los felices padres, que en ese momento rodeaban a sus queridos hijos, y pensó que eran plenamente dichosos; no cabía la menor duda, sus sonrisas así lo indicaban.

Por la garganta de Bonasera subió una hiel negra y amarga, que le llegó a los labios a través de los dientes fuertemente apretados. Se limpió la boca con el blanco pañuelo que llevaba en el bolsillo. En aquel preciso instante los dos jóvenes pasaron junto a él, sonrientes y confiados, sin dignarse a dirigirle una mirada. Bonasera no dijo nada; se limitó a apretar el pañuelo contra sus labios.

Los padres de los bestias iban detrás. Tanto ellos como ellas tenían más o menos su edad; pero vestían de forma más americana. Le miraron a hurtadillas. La vergüenza se reflejaba en sus caras, aunque en sus ojos brillaba una luz triunfante. Entonces Bonasera perdió el control.

—¡Os prometo que lloraréis como yo he llorado! —gritó amargamente—. ¡Os haré llorar como vuestros hijos me hacen llorar a mí! —había llevado el pañuelo hasta sus ojos.

Los abogados defensores, con la mano en el brazo de sus defendidos, indicaron a éstos que siguieran pasillo adelante, pues los dos jóvenes habían retrocedido unos pasos, como si quisieran proteger a sus padres, aunque ya un gigantesco alguacil corría para cerrar el paso a Bonasera. Pese a todo, no era necesario.

Mario Puzo. Fue un escritor y guionista estadounidense de origen italiano, famoso por sus novelas sobre la mafia y sus adaptaciones al cine. Nació en Manhattan, en el barrio de Hell's Kitchen, el 15 de octubre de 1920, hijo de inmigrantes pobres que habían llegado a Estados Unidos desde Nápoles. Desde joven mostró interés por la literatura y se graduó en el City College de Nueva York. Durante la Segunda Guerra Mundial sirvió en el Ejército del Aire y luego estudió en la Universidad de Columbia. En 1946 se casó con Erika Lina Broske, con quien tuvo cinco hijos.

Su primera novela fue La arena sucia (1955), una historia sobre la vida de los soldados estadounidenses en Alemania tras la guerra. Le siguieron otras obras como El afortunado Pilgrim (1964), una saga familiar inspirada en sus propios antepasados, y Seis tumbas en Munich (1967), un thriller de espionaje. Sin embargo, su gran éxito llegó con El padrino (1969), una novela sobre la familia Corleone, una poderosa organización criminal de Nueva York. El libro se convirtió en un fenómeno editorial y fue llevado al cine por Francis Ford Coppola, con Puzo como coguionista. La película ganó tres premios Óscar, incluyendo el de mejor guion adaptado para Puzo. El autor repitió el galardón con la segunda parte de la saga, El padrino II (1974), considerada una de las mejores secuelas de la historia del cine.

Puzo continuó escribiendo novelas sobre el mundo del crimen organizado, como Los tontos mueren (1978), El siciliano (1984), La cuarta K (1991), El último Don (1996) y Omertà (1999). También escribió los guiones originales de las películas Superman (1978) y Superman II (1980), así como el de Terremoto (1974). Su última novela, Los Borgia (2001), fue publicada póstumamente y completada por su compañera Carol Gino, quien lo cuidó durante su enfermedad terminal. Puzo murió el 2 de julio de 1999 en su casa de Long Island, a causa de un infarto. Está enterrado en el cementerio de Babilonia del Norte.

Mario Puzo es considerado uno de los maestros del género negro y uno de los autores más influyentes del siglo XX. Su obra ha sido traducida a más de veinte idiomas y ha vendido más de cien millones de ejemplares en todo el mundo. Su legado literario y cinematográfico sigue vigente y admirado por generaciones de lectores y espectadores.

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