El rumor del oleaje

El rumor del oleaje - Yukio Mishima - Novela Romántica

Resumen del libro: "El rumor del oleaje" de

Considerada una de las más bellas historias de amor de la literatura, «El rumor del oleaje» narra el nacimiento y consumación del idilio entre dos adolescentes situados en un mundo arcaico, primitivo y elemental: una minúscula isla japonesa en la que sobrevive una comunidad de pescadores apartada de la civilización y donde se percibe por doquier el olor salobre del mar, la fragancia de las cuerdas de cáñamo, el humo invisible de las hogueras y el rumor de un oleaje azul intenso que todo lo circunda. Guiado por su admiración hacia el modelo humano y la tradición bucólica de la Grecia clásica, que era capaz de establecer una perfecta coincidencia entre la vida humana y la misteriosa belleza de la naturaleza, Yukio Mishima (1925-1970) construye una novela inolvidable acerca de uno de los temas perennes de la literatura.

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Capítulo 1

La isla de Utajima sólo tiene unos mil cuatrocientos habitantes, y el perímetro de su costa no llega a los cinco kilómetros.

En dos lugares de la isla los paisajes son de belleza insuperable. Uno es el santuario de Yashino, que está encarado al noroeste y se alza cerca del punto más elevado de la isla. Desde el santuario se abarca un panorama ininterrumpido de la amplia bahía de Ise, y la isla se encuentra en el estrecho que enlaza la bahía con el océano Pacífico. La península de Chita avanza desde el norte, mientras que la península de Atsumi se extiende al nordeste. Al oeste se atisba la línea costera de Tsu, entre los puertos de Uji-Yamada y Yokkaichi.

Si uno sube los doscientos escalones de piedra que conducen al santuario y mira hacia atrás desde el torii1, con un león guardián de piedra a cada lado, tiene una visión privilegiada de la bahía de Ise y las costas lejanas que la rodean. En el pasado se alzaban ahí dos pinos cuyas ramas habían sido dobladas y entrelazadas hasta darles la forma de un torii, y proporcionaban al paisaje un curioso marco, pero los árboles murieron hace unos años.

En estos momentos el color de las agujas de los pinos circundantes es aún el verde apagado del invierno, pero ya las algas primaverales tiñen de color rojo las aguas cercanas a la orilla del mar. El monzón del noroeste sopla continuamente procedente de Tsu, por lo que todavía hace demasiado frío para disfrutar del panorama.

El santuario de Yashiro está consagrado a Watatsumi-no-Mikoto, el dios del mar. Es ésta una isla de pescadores, y nada más natural que sus habitantes sean fieles devotos de ese dios. Siempre le rezan para que el mar esté sereno, y cuando se salvan de algún peligro en el mar lo primero que hacen una vez en tierra es una ofrenda votiva en el santuario del dios marino.

El santuario posee un tesoro formado por sesenta y seis espejos de bronce. Uno de ellos, del siglo VIII, está decorado con un grabado de granos de uva. Otro es una copia antigua de un espejo chino del período de las Seis Dinastías, de los que no existen más de quince o dieciséis ejemplares en todo Japón; los ciervos y ardillas grabados en el reverso debieron de surgir hace siglos de algún bosque persa, y recorrieron la mitad de la tierra, a través de anchos continentes y mares interminables, hasta que finalmente llegaron aquí, a Utajima, y se quedaron para siempre.

El segundo paisaje más hermoso de la isla es el que se abarca desde el faro, cerca de la cima del monte Higashi, que forma un acantilado en cuya base la corriente del canal de Iroko produce un estrépito incesante. En los días de viento, estos estrechos canales que enlazan la bahía de Ise con el Pacífico están llenos de remolinos. El extremo de la península de Atsumi se proyecta a través del canal, y en su costa rocosa y desolada se alza el pequeño faro, deshabitado, del cabo Irako. Desde el faro de Utajima, en dirección sudeste, se ve el Pacífico, y al nordeste, al otro lado de la bahía de Atsumi y más allá de las cadenas montañosas, a veces se vislumbra el monte Fuji, por ejemplo al amanecer, cuando el viento del oeste sopla con fuerza.

Cuando un vapor procedente de Nagoya o Yokkaichi, o con rumbo a esas poblaciones, navegaba por el canal de Irako, abriéndose paso entre los innumerables pesqueros diseminados a lo largo del canal entre la bahía y el mar abierto, el farero podía leer fácilmente su nombre valiéndose de los prismáticos. El Tokachi-maru2, un carguero de la Línea Mitsui, de mil novecientas toneladas, acababa de entrar en su campo visual. El farero veía dos marineros vestidos con mono de faena gris, que hablaban y pisoteaban la cubierta. Poco después, un carguero inglés, el Talismán, apareció en el canal, rumbo a puerto. El farero veía a los diminutos marineros con claridad, mientras jugaban al tejo en la cubierta.

El farero se sentó ante la mesa en la caseta de vigilancia y, en un libro con una etiqueta en la tapa que decía «Registro de movimientos marítimos», anotó los nombres de los barcos, sus distintivos, los derroteros y la hora. Entonces envió esta información por telégrafo, advirtiendo a los propietarios de la carga en los puertos de destino para que iniciaran sus preparativos.

Al atardecer, el sol se había ocultado tras el monte Higashi y la zona que circundaba el faro estaba sumida en las sombras. Un halcón trazaba círculos en el cielo brillante por encima del mar. Allá en lo alto, el halcón inclinaba un ala y luego la otra, como si las pusiera a prueba, y, en el preciso momento en que parecía a punto de lanzarse hacia abajo, de repente retrocedía en el aire y entonces volvía a ascender con las alas inmóviles.

El sol se había puesto por completo cuando un joven pescador subía apresuradamente por el sendero de montaña que conducía desde la aldea hasta más allá del faro. De una mano le pendía un pescado de gran tamaño.

El rumor del oleaje – Yukio Mishima

YUKIO MISHIMA. De nombre Kimitake Hiraoka, se licenció en Derecho en la Universidad de Tokio, trabajando durante un año como funcionario en el Ministerio de Hacienda, dedicándose a la escritura a continuación. Apadrinado por Kawabata, publicó un relato corto en la revista Ningen, y más tarde ensayos en Kindai Bungaku. Publicó su primera novela en 1948, alcanzando inmediatamente el éxito en Japón, y ya tras su segunda novela, fue traducido en Europa y Estados Unidos, obteniendo gran reconocimiento. Amante del ejército y de las artes marciales, era un experto en Kendo, se alistó en 1967 en las Fuerzas de Autodefensa de Japón, recibiendo formación militar, lo que le permitió fundar más tarde el Tatenokai, un ejército privado al servicio del emperador, formado por jóvenes estudiantes. En la última etapa de su vida, escribió obras de gran extensión y actuó como actor en varias películas. En un intento de golpe de estado muy particular, protagonizado junto a cuatro miembros de Tatenokai, y de evidente fracaso, se suicidó por el procedimiento del seppuku, siendo decapitado por un compañero.

Fue autor de poemas, ensayos, obras de teatro, relatos cortos y novelas.