Los perros duros no bailan

Resumen del libro: "Los perros duros no bailan" de

«Los perros duros no bailan» de Arturo Pérez-Reverte es una novela negra que sumerge a los lectores en un mundo canino lleno de intrigas y misterios. El autor, conocido por su habilidad para mezclar aventuras y suspense, presenta una trama que gira en torno al protagonista, un perro mestizo llamado Negro, cuya vida se ve envuelta en un enigma tras la desaparición de sus amigos Teo y Boris el Guapo.

La narrativa comienza con una introducción cautivadora sobre la identidad del perro protagonista, que se presenta como un luchador retirado con cicatrices en el hocico y en la memoria. Pérez-Reverte utiliza un tono directo y desenfadado para relatar la historia de Negro, destacando su experiencia y supervivencia en situaciones difíciles. Este enfoque instintivo del personaje principal añade una capa de complejidad al relato, mostrando un mundo donde las reglas son la lealtad, la inteligencia y el compañerismo, despojado de las convenciones sociales y la corrección política.

La trama se desarrolla en el Abrevadero de Margot, un lugar emblemático donde los perros del barrio se reúnen. La desaparición de Teo y Boris el Guapo desencadena una serie de eventos que llevan al Negro a emprender un peligroso viaje al pasado en busca de respuestas. A medida que avanza la historia, el lector se sumerge en un relato sobrecogedor que combina elementos de humor, ternura y suspense, característicos del estilo literario de Pérez-Reverte.

En esta obra, el autor demuestra su maestría al explorar el mundo canino desde una perspectiva única, alejada de los convencionalismos humanos. La novela destaca por su capacidad para transmitir emociones a través de personajes animales, creando un universo en el que la clemencia para los inocentes y la justicia para los culpables son los pilares fundamentales. «Los perros duros no bailan» es, en definitiva, una novela negra sorprendente que captura la atención del lector de principio a fin, ofreciendo una experiencia literaria única en la exploración de la lealtad y la supervivencia en el mundo perruno.

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1. El Abrevadero de Margot

Mi amo creía que peleaba por él, pero se equivocaba. Siempre peleé por mí. Debido a mi raza y a mi carácter, soy un luchador nato: en aquel tiempo pesaba cincuenta kilos, medía setenta y cuatro centímetros de las patas a la cruz y poseía una boca con fuertes colmillos en la que habría cabido la cabeza de un niño. Nací mestizo, cruce de mastín español y fila brasileño. Cuando cachorro tuve uno de esos nombres tiernos y ridículos que se les ponen a los perrillos recién nacidos, pero desde aquello pasó demasiado tiempo. Lo he olvidado. Hace mucho que todos me llaman Negro.

Agilulfo —un podenco flaco, filósofo y culto que sabe de estas cosas— asegura que nací para el combate; que soy un guerrero antiguo con una estirpe gladiadora tan vieja como la historia de los humanos. Por lo visto, mis antepasados destriparon osos y lobos en las montañas, leones en el Coliseo, acompañaron a las legiones romanas y despedazaron bárbaros en las selvas de Germania y el limes del Danubio, cazaron indios en el Caribe y esclavos negros fugitivos en las selvas amazónicas. Todo un currículum, dice Agilulfo. Quizá por eso, añade, los perros de mi casta, ya desde cachorros, tenemos ojos de viejo, alma llena de costurones y mirada resignada, hecha de siglos de sangre y fatalidad. El hombre nos hizo asesinos, o casi. Y lo sabemos.

—Salud, Negro.

—Salud, colega.

—¿Un sorbito de anisado?

—Nunca digo que no a eso.

—Pues tú mismo.

Fue Agilulfo quien primero me habló de la desaparición de Teo y Boris el Guapo. Yo había ido esa noche, como de costumbre, al Abrevadero de Margot, junto a la destilería de anís que vierte su desagüe en el río, y estaba allí dándole lengüetazos al canalillo, pensando en mis cosas. Sin demasiado éxito.

En los últimos tiempos, pensar me supone mucho esfuerzo. Mi cabeza ya no es lo que era. Las ideas y los recuerdos van y vienen, y las cicatrices viejas que tengo en el hocico, las patas y el lomo parecen volverse frescas. Envejezco, supongo. En nosotros los perros ocurre rápido.

—¿Qué piensas, Negro?

—No sabría decirte.

Agilulfo me observaba atento, cada vez más preocupado. En ocasiones —y esto pasa con frecuencia— me quedo en blanco, o absorto con algo fijo y clavado en la cabeza, y el cuerpo me hormiguea con un temblor extraño. Eso ya no es la edad, sino la memoria. No en vano durante dos años me estuve ganando la vida en lo que llaman peleas de perros, ya saben: un círculo —el Desolladero, en jerga perruna—, un montón de humanos sudorosos y vociferantes apostando dinero, y dos púgiles de ojos enloquecidos enfrentándose a dentelladas. A vida o muerte. Y tales cosas no ocurren y se olvidan sin más.

—A ratos pareces ido, Negro. Como si no estuvieras aquí.

—A lo mejor es que no estoy.

«Los perros duros no bailan»: Una novela de Arturo Pérez-Reverte

Arturo Pérez-Reverte. (Cartagena, 25 de noviembre de 1951). Escritor y licenciado en Periodismo, cursó también tres años de Ciencias Políticas. Actualmente se dedica en exclusiva a la literatura con especial atención a la novela histórica. Miembro de la Real Academia Española desde 2003, reportero de prensa, radio y televisión durante 21 años (1973-1994), cubriendo conflictos internacionales. Trabajó durante doce años en el diario Pueblo como reportero y nueve en Televisión Española cubriendo los servicios informativos relacionados con conflictos armados.

Entre los conflictos más destacados que ha cubierto el escritor se encuentran la guerra de Chipre, fases de la guerra del Líbano, la guerra de Eritrea, la guerra del Sahara, las Malvinas, El Salvador, Nicaragua, Chad, Libia, Sudán, Mozambique, Angola, el Golfo Pérsico, Croacia y Bosnia. La guerra que más le marcó fue la Guerra de Eritrea de 1977, la cual cita en algunos de sus artículos y en su novela Territorio Comanche, en la que estuvo desaparecido durante varios meses y a la que consiguió sobrevivir.

Escribe desde 1991 en una página de opinión de XL Semanal, un suplemento del grupo Vocento. Dicha sección es una de las más leídas de la prensa española y supera los 4.500.000 lectores. La primera novela que publicó fue El húsar (1986), seguida de El maestro de esgrima (1988), La tabla de Flandes (1900), El Club Dumas (1993), La sombra del águila (1993), Territorio Comanche (1994), Un asunto de honor (1995), Obra Breve (1995), La piel del tambor (1995), Patente de corso (1998), La carta esférica (2000), Con ánimo de ofender (2001), La Reina del Sur (2002), Cabo Trafalgar (2004), No me cogeréis vivo (2005), Un día de cólera (2007), Ojos azules (2009), Cuando éramos honrados mercenarios (2009), El Asedio (2010). El tango de la Guardia Vieja (2012), El francotirador paciente (2013), Perros e hijos de perra (2014) y La guerra civil contada a los jóvenes (2015). Obras internacionales galardonadas y traducidas en más de 40 idiomas.

También es autor de una de las series de mayor éxito de las últimas décadas en el mercado español: Las aventuras del capitán Alatriste (1996). Alatriste encarna a un capitán español de los tercios de Flandes y la novela está minuciosamente situada geográfica e históricamente.

Miembro de la Real Academia Española desde el 12 de junio de 2003, día en que leyó un discurso titulado El habla de un bravo del siglo XVII. Arturo Pérez-Reverte también fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad Politécnica de Cartagena, el primero otorgado por la Universidad, el 18 de febrero de 2004.

A lo largo de su carrera ha recibido numerosos premios y galardones, de entre los que habría que destacar algunos tan importantes como el Goya, el Grand Prix de Literatura Policiaca de Francia, el Ondas, la Orden Nacional del Mérito, el Jean Monnet o el Palle Rosenkranz, por mencionar solo algunos.