La hija del guardaagujas

Foto de Antoine Beauvillain en Unsplash

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La casita del guardaagujas está junto a la línea férrea, al pie de una montaña tan empinada que sólo algunos árboles especiales pueden escalonar a gatas, aferrándose con sus raíces afiladas, agarrándose a los terrones hasta llegar a la cumbre.

La casita de madera desvencijada a causa del estremecimiento constante y los fragores. La casita pequeña en un terraplén de veinte metros junto a tres líneas.

Allí vive el guardaagujas con su mujer, contemplando pasar los trenes cargados de fantasmas que van de ciudad a ciudad. Cientos de trenes, trenes del norte al sur y trenes del sur al norte. Todos los días, todas las semanas, todo el año. Miles de trenes con millones de fantasmas, haciendo crujir los huesos de la montaña.

La mujer, como buena mujer, le ayuda a enhebrar los trenes por el justo camino.

La responsabilidad de tantas vidas satisfechas les ha puesto un gesto trágico en el rostro. Apenas si pueden sonreír cuando se quedan como suspendidos mirando a su pequeña, una criatura de tres años, graciosa, delicada, con gestos de flor y de paloma.

Pasan los trenes con el fragor de hierros y largos metales arrastrados de toda una ciudad que soltara sus amarras, de tantos fantasmas desencadenados y ebrios de libertad.

La hija del guardaagujas juega entre los trenes de su montaña con una confianza aterradora. Ignora que los niños ricos de la ciudad se entretienen con unos trenes pequeñitos como ratones sobre rieles de lata. Ella posee los trenes más grandes del mundo… y ya empieza a mirarlos con desprecio.

Es un encanto de niñita. Viva, despreocupada, suelta como si no quisiera apegarse a nadie. Se diría que un tren la arrojó allí al pasar como por casualidad.

En cambio sus padres viven pendientes de ella, la contemplan, mientras todavía es tiempo, la miman, la adoran.

Ellos saben que un día la va a matar un tren.

FIN

Vicente Huidobro. Fue un poeta chileno, inventor del movimiento poético denominado Creacionismo, que nació en Santiago el 10 de enero de 1893 y que falleció en Cartagena el 2 de enero de 1948. Nacido en el seno de una familia acomodada e intelectual, pasó su infancia viajando por Europa, tras lo que se educó en Santiago, en un colegio jesuita. Estudió literatura en la Universidad de Chile y en 1911 publicó su primer poemario, Ecos del alma, con fuertes influencias modernistas. A partir de ahí fundó y colaboró en diversas revistas, en las que siguió publicando sus escritos. En 1916 se trasladó a París, donde entró en contacto con los grandes vanguardistas y, tras dedicar un tiempo al surrealismo, decidió romper con éste y con el futurismo, creando su propio movimiento, el Creacionismo, por el que el poeta se equipara con «un pequeño Dios» que compite con la propia Naturaleza al crear obras e imágenes trascendentes. Huidobro y su aventura creacionista, encuentran su punto más alto en Altazor publicado de forma completa en 1931.

Residió en Argentina, Francia y España, apoyando al bando republicano en este último país. Ya de regreso en su país también se implicó activamente en política, favoreciendo al partido comunista chileno.

Ya en Chile, estuvo en conflicto constante con su coetáneo Pablo Neruda, con quien competía de manera continua. Además de la poesía, escribió novelas y guiones cinematográficos, y se mantuvo activo como cronista, conferenciante y poeta hasta su muerte en la tranquila localidad de Cartagena en 1948.