Cuentos de Reinaldo Arenas

Adiós a mamá

Reinaldo Arenas

«Aventurero de muchas agallas, barroco fabulador al que ni los suplicios ideológicos ni la ciudadela del capitalismo pudieron domesticar», así describe Mario Vargas Llosa a Reinaldo Arenas en las páginas que anteceden a Adiós a mamá. Se reúnen en este volumen una serie de cuentos póstumos, publicados tras la clamorosa acogida que el público dispenso a Antes que anochezca, la alucinante autobiografía de su autor. Cuentos en los que lo mágico se aúna con lo real, escritos entre el mundo aniquilado por el comunismo y el desangelado mundo que Reinaldo Arenas encontró al otro lado del mar de los Sargazos.
Torre. Foto por Joel Filipe en Unsplash

La torre de cristal

Reinaldo Arenas

"La integridad moral de Berta, la intransigencia ante la mediocridad de Nicolás, la aguda inteligencia de Delfín, el espíritu solitario de Daniel y la callada y dulce sabiduría de Olga no solamente le reclamaban una atención que él no tenía tiempo para brindarles, sino que además, así lo sentía Alfredo, le reprochaban el estar siempre reunido con aquellas gentes."
Reunión en Cuba, por Jules Pascin

El traidor

Reinaldo Arenas

"¿Qué sabe usted de él? Qué sabe nadie... Ahora que Fidel Castro se cayó, lo tumbaron o se cansó, todo el mundo habla, todo el mundo puede hablar. El sistema ha cambiado otra vez. Ah, ahora todo el mundo es héroe. Ahora todo el mundo resulta que estaba en contra..."
Orange flowers, Photo by Henry Be on Unsplash

Bestial entre las flores

Reinaldo Arenas

"Cuando llegó Bestial, la casa se encogió de pronto como un perro cuando le van a dar un estacazo. Mi abuela, que se encontraba desyerbando los clavelones, lanzó un escupitajo amarillo y entró en la sala. Y mi madre salió rumbo al pozo a sacar agua..."

El hijo y la madre

Reinaldo Arenas

"El hijo y la madre estaban de frente. Sentados en dos sillones idénticos, junto a la ventana de cristales y persianas por donde se veían las hojas del almendro en la que los pájaros no cesaban de zambullirse. El sol brillaba sobre la madre y el hijo en forma de cenefa amarillenta."

A la sombra de la mata de almendras

Reinaldo Arenas

«Hay que tumbarla», dice una. Y yo salgo a la calle. Las otras dos ríen a carcajadas, sueltan un bufido de alivio y aplauden. «Hay tumbarla », repiten, girando alrededor de la primera. Por último salen del comedor y se dirigen al patio. Pero yo estoy ya en la calle. Hace fresco...

Con los ojos cerrados

Reinaldo Arenas

"A eso de las seis de la mañana empieza mamá a pelearme para que me levante y ya a las siete estoy sentado en la cama y estrujándome los ojos. Entonces todo lo tengo que hacer corriendo: ponerme la ropa corriendo, llegar corriendo hasta la escuela y entrar corriendo en la fila pues ya han tocado el timbre y la maestra está parada en la puerta."