Novelas francesas

Veinte mil leguas de viaje submarino

Julio Verne

Cuando Verne ideó la construcción del Nautilus, escribió a Hetzel, su editor y amigo: «Le aseguro que su arca estará mejor equipada que la de Noé». Verne, que había visitado ya los centros de la Tierra y del aire, quiso bajar a los abismos del mar. Imaginó un personaje épico, el atormentado capitán Nemo, un sabio desengañado de la raza humana, que se mueve por una de esas obsesivas reivindicaciones tan típicas de la novela de aventuras: la justicia implacable, no exenta de venganza, y la humillación del adversario.

El gran Meaulnes

Alain Fournier

Hay algo fascinante y misterioso en este extraño libro, algo que provoca a la vez admiración y asombro: cómo una sencilla ¿sencilla? historia de amor, de frustración y muerte puede encerrar tanta belleza, tanto interés, tanta melancolía. Quizá porque en sus personajes, atrapados entre un amor casi fantástico y una amistad no menos fantasmal, condenados a soportar la carga de 'una amistad más patética que un gran amor', reconocemos la adolescencia perdida, la sorprendente fatalidad de las cosas, el hundimiento de los misterios. Como ha dicho Gabriel García Márquez, este libro poético y cruel es uno de esos libros que no se debe dejar caer en el olvido.

Las amistades peligrosas

Pierre Choderlos de Laclos

Las amistades peligrosas (a veces traducidas con mayor propiedad por Las relaciones peligrosas) es una famosa novela epistolar, escrita por Pierre Choderlos de Laclos, que narra el duelo perverso y libertino de dos miembros de la nobleza francesa a finales del siglo XVIII. Fue publicada por primera vez en 1782. La Marquesa de Merteuil y el Vizconde de Valmont, que en otro tiempo llegaron a ser amantes, se aprovechan del mejor modo que pueden de la sociedad puritana y privilegiada en la que viven. Estos dos personajes depravados no dejan de enviarse cartas a lo largo de toda la historia que se narra en el libro en las que se cuentan sus hazañas, que constituyen la trama de la historia. Sin embargo, a pesar de ser rivales, no están en igualdad. El vizconde de Valmont, por su condición de hombre, puede hacer alarde de su condición de libertino y gozar incluso por ello de una cierta reputación. Las cartas que dirige a la marquesa de Merteuil sólo son el relato…