El tesoro de Sierra Madre

Resumen del libro: "El tesoro de Sierra Madre" de

Nos situamos en el México de 1930, donde aún podemos ver las secuelas de la revolución mexicana. Dos de nuestros protagonistas, Dobbs y Curtin, se encuentran en paro y buscan trabajo en el puerto, mendigando incluso, pero todo sin mucho éxito. Deciden probar suerte en los pozos petrolíferos, pero es un trabajo muy duro y mal pagado. Hasta que conocen a nuestro tercer protagonista, Howard, un hombre mayor que les cuenta historias sobre minas de oro y riquezas. Suena bien, y deciden unirse a él y buscar una mina de oro en Sierra Madre que, según se cuenta, esconde un importante filón de oro; el único problema es que los indios la han maldecido, y cuantos la han explotado han terminado muertos o, por razones diversas, más pobres que antes. Reconocida como una de las mejores historias de aventura de nuestros tiempos, algunos críticos también la consideran un fino estudio psicológico sobre la codicia. Alegato contra la ambición y sus consecuencias, la novela adquiere una enorme tensión dramática. Llevada al cine por John Huston con gran éxito, el lector encontrará hoy en sus páginas la frescura que le hizo ganar miles de lectores en su día.

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I

EL banco en el que Dobbs se hallaba sentado no era muy cómodo. Tenía rota una de las tablitas y la otra inclinada; así, pues, resultaba una especie de castigo sentarse en él. Pero si merecía el castigo o se le infligía injustamente, como la mayoría de ellos, era cosa que le preocupaba muy poco. Tal vez se habría percatado de su incomodidad si alguien se la hubiera hecho notar, pero nadie se ocupaba de ello.

Dobbs tenía la mente embargada por otros pensamientos para poner reparos a su asiento. Buscaba una solución al viejo problema que hace a las gentes olvidarse de todo. Trataba de dar una respuesta a esta pregunta: ¿Cómo podré conseguir dinero inmediatamente?

Cuando se tiene algún dinero es fácil multiplicarlo invirtiéndolo en algún negocio prometedor, pero sin un centavo resulta difícil hacer algo.

Dobbs nada tenía. De hecho poseía menos que nada, pues hasta sus ropas eran malas y estaban incompletas. Las buenas ropas pueden considerarse algunas veces como un modesto fondo de capital para iniciar alguna empresa.

Cualquiera deseoso de trabajar, con un serio propósito de hacerlo, sin duda alguna puede encontrar trabajo. Solo que no hay que solicitarlo de quienes tal cosa aseguran, porque ellos nunca tienen ninguno que ofrecer ni conocen a nadie que sepa de una vacante. Justamente esa es la razón por la cual dan tan generosos y fraternales consejos, con lo que también ponen de manifiesto su desconocimiento del mundo.

Dobbs hubiera acarreado montones de piedras pesadas en una carretilla durante diez horas diarias si alguien le hubiera ofrecido el trabajo, pero, en caso de que la vacante existiera, él habría sido el último elegido, porque se daba preferencia a los nativos sobre los extranjeros.

Echó una mirada al bolero para enterarse de cómo iba su negocio. Aquél poseía una plataforma con un asiento; el sitio parecía cómodo, pero ningún cliente se acercaba. También la competencia era dura en esa industria. Una docena de muchachos, carentes de sitio propio, corrían de un lado a otro de la plaza en busca de clientes. En cuanto encontraban a alguien que no llevaba los zapatos lustrados, lo perseguían con sin igual insistencia hasta que lo obligaban a dejárselos lustrar nuevamente. A menudo eran dos los solicitantes, y cuando conseguían al cliente, se dividían el trabajo y la paga. Esos muchachitos portaban un cajón y un banco pequeñísimo en el que se sentaban a trabajar. Semejante equipo —calculaba Dobbs— debe costar tres pesos; así, pues, comparados con él, aquellos chicos eran capitalistas con cierta cantidad de dinero invertida. Pero al verlos cómo perseguían a los clientes comprendía que la vida no les era muy fácil.

Aun cuando Dobbs hubiera podido adquirir el equipo no le habría sido dado trabajar entre los nativos. Ningún blanco había intentado jamás recorrer las plazas gritando: «¿Una boleada, señor?» Habría preferido morir. Un blanco podía sentarse en el banco de una plaza vistiendo harapos, medio muerto de hambre; podía humillarse ante otro blanco; hasta podía robar y cometer otros crímenes; por ello los otros blancos no le habrían aborrecido y seguirían considerándolo uno de ellos. Pero si hubiera recorrido las calles lustrando zapatos o hubiera mendigado de los nativos algo más que agua, o se hubiera dedicado a vender limonadas tirando de un carrito de mano, se habría hundido más que cualquier nativo y bien hubiera podido morir de hambre, porque después de ello ningún blanco le proporcionaría trabajo y los nativos lo considerarían como el peor de sus competidores; serían capaces de destruir su carro, de derramar sus limonadas y, en el primer caso, como acertara a conseguir algún cliente a quien lustrar los zapatos, habría sido víctima de las peores bromas de palabra y de obra, que harían que el cliente huyera antes de que el trabajo estuviera terminado.

Un hombre vestido de blanco inmaculado se aproximó al puesto del bolero y se sentó en la silla. El limpiabotas empezó su trabajo.

Dobbs se levantó del banco, caminó lentamente hacia donde se hallaba el hombre vestido de blanco y le dijo algunas palabras al oído. Él metió la mano en el bolsillo, sacó un peso y se lo dio.

Dobbs quedó admirado y no daba crédito a sus ojos. Regresó al banco. En realidad nada esperaba; cuando mucho creyó conseguir diez centavos. Acarició el peso dentro de su bolsa. ¿Qué haría con aquel tesoro? ¿Cenaría y comería o cenaría dos veces? Tal vez sería mejor comprar diez cajetillas de cigarros «Artistas» o tomar cinco tazas de café con pan francés.

Después de profundas reflexiones dejó el banco y caminó algunas calles hasta el Hotel Oso Negro.

El tesoro de Sierra Madre – Bruno Traven

Bruno Traven. Fue un escritor misterioso y polémico, cuya verdadera identidad y origen siguen siendo objeto de debate. Algunos lo consideran un anarquista alemán que huyó de su país tras la Primera Guerra Mundial, otros un estadounidense nacido en Chicago de padres escandinavos, y otros un mexicano naturalizado que adoptó el nombre de Traven como homenaje a su tierra adoptiva.

Lo cierto es que B. Traven vivió gran parte de su vida en México, donde ambientó la mayoría de sus novelas, que reflejan su compromiso social y su crítica al imperialismo y al capitalismo. Entre sus obras más conocidas se encuentran El tesoro de la Sierra Madre, El barco de la muerte, La rebelión de los colgados y Puente en la selva.

B. Traven se caracterizó por su rechazo a la fama y a la publicidad, y por su afán de mantener en secreto su biografía. Usó varios seudónimos a lo largo de su carrera, como Ret Marut, Hal Croves o Traven Torsvan, y evitó aparecer en público o conceder entrevistas. Su vida está llena de enigmas y contradicciones, que han alimentado numerosas teorías y especulaciones sobre su verdadero origen y motivaciones.

B. Traven murió en 1969 en la Ciudad de México, dejando tras de sí una obra literaria original y poderosa, que ha sido traducida a varios idiomas y adaptada al cine en varias ocasiones. Su legado sigue vigente y sigue despertando el interés y la admiración de lectores y estudiosos de todo el mundo.

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El tesoro de Sierra Madre

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