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Poesía de México

Poemas de Enoch Cancino

Enoch Cancino. Nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el 6 de octubre de 1928; muere el 2 de marzo de 2010. Poeta. Ha sido coordinador del área de Humanidades de la UNACH; secretario del Gobierno de Chiapas; diputado federal; presidente municipal de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, desde 1974 y presidente de la Corresponsalía del SCM en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Colaborador de Ámbar, Diario Popular, La Ceiba, Papalote, y Revista del Consejo. Premio Ciudad de México 1956 por Perfiles de barro. Medalla Rosario Castellanos en 2008, otorgada por el Congreso del Estado de Chiapas.

Canto a Chiapas

Chiapas es en el cosmos
lo que una flor al viento.
Es célula infinita
que sufre, llora y canta.
Invisible universo
que vibra, ríe y canta
Chiapas, un día lejano,
y serena y tranquila y transparente,
debió brotar del mar ebrio de espuma
o del cósmico vientre de una aurora.
… Y surgió, inadvertida
como un rezo de lluvia entre las hojas,
tenue como la brisa,
tierna como un suspiro;
pero surgió tan honda,
tan real, tan verdadera y tan eterna
como el dolor, que desde siempre riega
su trágica semilla por el mundo.
Desde entonces, Chiapas es en el cosmos
lo que una flor al viento.
Chiapas nació en mí:
con el beso primario en que mi madre
marcó el punto inicial del sentimiento.
Chiapas creció en mí:
con los primeros cuentos de mi abuelo,
en la voz de mi primer amigo,
y en la leyenda de mi primera novia.
Desde entonces, Chiapas es en mi sangre
Beso, voz y leyenda.
… y fue preciso
que el caudal de los años se rompiera
sobre mi triste vida solitaria,
como la espuma en flor, de roca en roca,
para saber que Chiapas no era sólo río
para saber que Chiapas no era sólo estrella,
brisa, luna, marimba y sortilegio.
Para saber que a veces también era
la indescriptible esencia de una lágrima.,
algo así como un grito que se apaga
y un suspiro de fe que se reprime.
(supe que Chiapas no era sólo el insomnio de la selva
besando la palabra de los vientos
y el río llorando epopeyas
en el torrente de las horas viejas…)
Percibí en ella
una sed insaciable de nuevos horizontes
una ansia inconfesada de compartir su vieja voz de arullo
su triste voz
(triste como la imagen del indio
clavada entre la cruz de sus caminos).
… Mas supe también que Chiapas era
el callejón aquel donde ladraba el tiempo,
aquel olor a lluvia que cantaba
la santidad de nuestras almas niñas
Y, supe además que a ratos era
una fiesta en el barrio,
el aroma infinito de una ofrenda
y una marimba desafiando al aire
profanado de cohetes y campanas
¡Chiapas!
he de volver a ti como un suspiro al viento
como un recuerdo al alma.
He de volver a ti
como el cordero fiel de la leyenda
para ser una nota, que perdida,
vague en la soledad de tus veredas
Para ser “uno más” entre tus redes,
tejidas con el hilo del incienso
y beber el poema de tus noches
en la leyenda azul de tus marimbas.
y cuando viejo, solo y abatido
se aproxime al final de mi existencia,
he de besar tu tierra para siempre.
A esa bendita tierra
que cual ella me hiciera:
con un alma de cruz
y de montaña

Recién nacidos

Es curioso lo que pasa
con los muertos ilustres,
debe pasar un tiempo razonable
para que se olviden las pasiones,
se aletarguen las prisas
y los méritos puedan sacarse a la luz
con serenidad y elegancia.

Es algo como el vino en sus toneles,
el turno en la peluquería.

La tierra debe ser abonada con sus huesos,
su sangre podrida,
hasta aplacar la sangre de sus cabellos.

Sólo entonces alguien decretará
que merece la Rotonda de los hombres ilustres,
que pasó el examen de admisión de la fama
y que lo espera el pedestal o el mármol.
Pero el muerto entretenido con sus gusanos,
con la oscuridad y su ahogo,
debe preocuparse muy poco
de la eternidad que se le destina.

(Eternidad por otra parte
bastante discutible,
porque mil cientos de años
son al final de cuentas
un buche de agua al mar,
un suspiro de amor en la tormenta).

Así que a pensarlo bien
héroes y santos del mañana,
sabios del porvenir,
poetas de infantería del presente.
A pensarlo muy bien,
que vida y muerte ilustres
desembocan en la sección de historia
que un escolar repite
una mañana triste.

Usos

La vida está llena de errores,
escapadas inútiles,
entradas en falso.

Caemos en la trampa
de levantarnos nuevamente,
de persistir en el aprendizaje.

Se gastan las palabras con el uso,
como la piel del traje o los zapatos,
y hay que inventar otras
para decir lo mismo.

Porque el despulimiento de vivir
necesita barnices.

Si tengo que morir…

Si tengo que morir,
que sea por marzo.

De noche, de pronto,
y sin un llanto.

Mientras los astros miran los rebaños
y justifican su quehacer amargo.

Y morir saltando la ventana
en busca de lo fresco y de lo claro,
mientras lo cierto duerme entre las sombras
y aún no se anuncia el resplandor del gallo.