Narrativa

El penoso tormento de los borregos

Foto de Gonzalo Kenny en Unsplash

Este hospital huele a sangre mezclada con alcohol; huele también a rancio y a mierda. El cigarrillo se acaba y quema mis dedos delgados, que se han teñido de un tono amarillento bien cerca de las uñas. Maldigo y lanzo la colilla desde lo alto del balcón del tercer piso. La noche se me hace interminable; por más que lo intento no alcanzo a ver nada con luz en el horizonte, tan sólo en el cielo resplandecen algunas estrellas y la luna en cuarto creciente. 

Supongo que la ciudad está cansada de permanecer a oscuras la mayoría de las noches. Cansada de sentir calor y de que la agobien los mosquitos. Cansada también de escuchar el llanto inquietante de los bebés que no pueden dormir y del lamento de los enfermos en los hospitales. La ciudad debe estar cansada de los apagones, de la crisis mundial y local, de las carencias y del hambre de la gente que la habita. La ciudad debe estar tan cansada como el país, tan cansada como nosotros.

Una fresca y repentina brisa salobre llega del norte, del mar que bordea suavemente la ciudad. No sé por qué la brisa me recuerda el aliento de una dama, de una que respira bien cerca de mi rostro mientras me hace el amor. Cierro los ojos y puedo ver una hermosa mujer cabalgando sobre mí, puedo sentir lo húmedo de su sexo sobre el mío.

Mi madre emite uno de esos gritos medio apagados y tose bien fuerte varias veces. Me acerco con cuidado a su lecho. La pobre luz de una lámpara recargable que ya casi se apaga ilumina el cubículo. Al fin ponen la corriente, justo en el instante que comienza a amanecer. Por las roñosas persianas puede verse una columna de humo que se eleva y se pierde en el cielo desde la chimenea de la morgue. Ahora el hedor es inaguantable. 

Algunos pacientes y sus acompañantes, algunos médicos y enfermeras, comienzan a moverse como insectos por toda la sala, por los pasillos y por los baños hediondos. La gente se asea como puede. Un hombre recorre sin suerte el lugar con un pomo en busca de un poco de agua para beber. Le escucho maldecir a todos los Santos, a Dios, al país y al gobierno.

Mi madre tiene los ojos entreabiertos y parece que duerme. Su cabello gris se pierde en el otrora blanco de la almohada. Yo sé muy bien que está despierta, lo sé porque no ha dejado de quejarse en toda la noche; lo sé porque no ha dejado de gemir y toser como una perra enferma y sola, tirada en un rincón. 

Mi madre se lleva los dedos a sus labios, hace un gesto como si sostuviera un cigarrillo; me mira fijamente y lanza un alarido con la voz medio rasgada, y comienza a llorar. Las lágrimas pronto llenan los cuencos de sus ojos pardos y tristes; las lágrimas cubren sus ojeras inmensas y eternas, como las mías.

La gente sigue en su ir y venir matutino. Yo enciendo a escondidas un cigarrillo y lo pongo en los labios de la vieja. Tan sólo toma una bocanada y tose cada vez con más fuerza, sin cubrirse la boca, y la flema y la sangre caen sobre las sábanas. Le ayudo a sentarse y acaricio de abajo hacia arriba su espalda mientras tose. Por fin se detiene, pero jadea y le cuesta muchísimo respirar. La flema, la sangre y las lágrimas le cubren los ojos, la boca y la barbilla. Un delgado hilo de esa mezcla viscosa y fétida viaja desde su cara hasta su pecho. No digo nada, sólo trato de limpiar un poco su perfecto rostro repleto de arrugas.

Una enfermera se acerca y mientras me observa amenazante, grita que hay gente fumando y aunque no lo parezca estamos en un hospital, que la gente es muy fresca y muy loca, que ahora mismo va a buscar al jefe.

Yo piso la colilla y la empujo con disimulo debajo de la cama donde está la vieja.

Maikel Sofiel Ramírez Cruz. El Tejar, Chaparra, Las Tunas, 1981.

Narrador, promotor cultural y Licenciado en Psicología. Creador de la Colección Literatura Contemporánea en Laia Editora, Argentina. Fue miembro del taller literario El Cucalambé. Ha publicado en las revistas Quehacer y El Caimán Barbudo de Cuba y en otros medios de Chile, Venezuela, Argentina, México y España. Finalista del IX Certamen de Microrrelatos Javier Tomeo (España), del III Concurso de Relatos Letraheridos (España) y del proyecto Voces de Latinoamérica 2023, de Astrolabio Editores (Colombia-México). Incluido en las antologías Segunda Colección de Cuentos (Ophelia Casa Editorial, México, 2023), y Crisol de cuentos y poemas de estos tiempos (Editorial Auriseduca, Perú, 2023), Alas (Venado Azul Ediciones, México, 2023), Cuentos sucios, no tan sucios (Laia Editora, Argentina, 2023) Microcuentos eróticos (Laia Editora, Argentina, 2023) y Antología Aniversario 8 (Editorial Abigarrados (México, 2023). Publicó en 2023 los libros de cuentos El bar de las revelaciones (Editorial Kañy, Argentina) y Mi puta idolatrada (Laia Editora, Argentina).