Como la vida misma
Rosa Montero
Las nueve menos cuarto de la mañana. Semáforo en rojo, un rojo inconfundible. Las nueve menos trece, hoy no llego. ¡Embotellamiento de tráfico! Doscientos mil coches junto al tuyo. Tienes la mandíbula tan tensa que entre los dientes aún está el sabor del café del desayuno...
La noche buena
Tomás Rivera
La noche buena se aproxima y la radio igualmente que la bocina de la camioneta que anunciaba las películas del Teatro Ideal parecían empujarla con canción, negocio y bendición. Faltaban tres días para la noche buena cuando doña María se decidió comprarles algo a sus niños...
… y no se lo tragó la tierra
Tomás Rivera
La primera vez que sintió odio y coraje fue cuando vio llorar a su mamá por su tío y su tía. A los dos les había dado la tuberculosis y a los dos los habían mandado a distintos sanatorios. Luego entre los otros hermanos y hermanas se habían repartido los niños y los habían cuidado a como había dado lugar...
El señor presidente
Miguel Ángel Asturias
Edición conmemorativa de la obra maestra de Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel de Literatura. Escrita entre 1920 y 1933 y publicada en 1946, El señor presidente es uno de los máximos exponentes de la llamada «novela del dictador» en la que se encuadran otras obras fundamentales como Yo el Supremo, de Roa Bastos, Tirano Banderas, de Valle-Inclán, El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez, o más recientemente, La Fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa. En ella, Asturias se inspira en el último gobierno de Manuel Estrada Cabrera, en Guatemala, para explorar los mecanismos que hacen funcionar una dictadura política, así como sus efectos en la sociedad. Narrada desde distintos puntos de vista que van conformando de manera indirecta la figura del Presidente, esta novela es uno de los antecedentes más notables del boom latinoamericano y del realismo mágico, cuyo máximo exponente es García Márquez. Su declarada condena de las injusticias y la tiranía le valió ser censurada y prohibida durante trece años, mientras que, en contraposición, su riqueza…
Dos palabras
Isabel Allende
Tenía el nombre de Belisa Crepusculario, pero no por fe de bautismo o acierto de su madre, sino porque ella misma lo buscó hasta encontrarlo y se vistió con él. Su oficio era vender palabras...
El sur
Jorge Luis Borges
El hombre que desembarcó en Buenos Aires en 1871 se llamaba Johannes Dahlmann y era pastor de la Iglesia evangélica; en 1939, uno de sus nietos, Juan Dahlmann, era secretario de una biblioteca municipal en la calle Córdoba y se sentía hondamente argentino...
Debo olvidar…
Elena Garro
Debo olvidar que encontré estas páginas escondidas entre las tablas sueltas del armario… después de todo la habitación es enorme y en los días que corren es un lujo gozar de espacio. No me molesta la suciedad de los muros, ni las duelas rotas. Tampoco me importan las manchas de humedad que hay en el techo, ni el agua de la lluvia que se cuela a raudales...
Ladrón de sábado
Gabriel García Márquez
Hugo, un ladrón que sólo roba los fines de semana, entra en una casa un sábado por la noche. Ana, la dueña, una treintañera guapa e insomne empedernida, lo descubre in fraganti. Amenazada con la pistola, la mujer le entrega todas las joyas y cosas de valor, y le pide que no se acerque a Pauli, su niña de tres años...
Mi caballo mago
Sabine Ulibarrí
Era blanco. Blanco como el olvido. Era libre. Libre como la alegría. Era la ilusión, la libertad y la emoción. Poblaba y dominaba las serranías y las llanuras de las cercanías. Era un caballo blanco que llenó mi juventud de fantasía y poesía...
Amargura para tres sonámbulos
Gabriel García Márquez
Ahora la teníamos allí, abandonada en un rincón de la casa. Alguien nos dijo, antes de que trajéramos sus cosas —su ropa olorosa a madera reciente, sus zapatos sin peso para el barro— que no podía acostumbrarse a aquella vida lenta, sin sabores dulces, sin otro atractivo que esa dura soledad de cal y canto, siempre apretada a sus espaldas...
Emma Zunz
Jorge Luis Borges
El catorce de enero de 1922, Emma Zunz, al volver de la fábrica de tejidos Tarbuch y Loewenthal, halló en el fondo del zaguán una carta, fechada en el Brasil, por la que supo que su padre había muerto. La engañaron, a primera vista, el sello y el sobre; luego, la inquietó la letra desconocida...
La siesta del martes
Gabriel García Márquez
El tren salió del trepidante corredor de rocas bermejas, penetró en las plantaciones de banano, simétricas e interminables, y el aire se hizo húmedo y no se volvió a sentir la brisa del mar. Una humareda sofocante entró por la ventanilla del vagón.
Andamos huyendo, Lola
Elena Garro
Aube y Karin se sintieron dichosas. Habían abandonado el establo de Connecticut en el que vivieron los dos últimos años y ahora terminaban de instalarse en un estudio de muros blancos y alfombras verdes. Un verde césped que les recordaba el campo en sus mejores días...
La signatura de la esfinge
Rafael Arévalo Martínez
Apenas concluí mis abluciones matinales, escribí a Elena la carta que llevó un propio. Me estremecía de comprensión y de deseo de comunicarme con la extraña y bella mujer, al escribirla. La carta decía:..
Historia de lunas
Alejo Carpentier
A las 12 y 28, puntualmente, el tren de largos vagones amarillos se detenía en la estación del pueblo. Al momento, los dos viejos Ford empezaban a hacer sonar su bocina ásperamente. El ventilador de Café de los Reyes Magos se ponía en marcha. Y los mendigos, los vendedores de frituras o de plegarias invadían el andén…
El costo de la vida
Carlos Fuentes
Salvador Rentería se levantó muy temprano. Cruzó corriendo la azotea. No calentó el boiler. Se quitó los calzoncillos y el chubasco frío le sentó bien. Se fregó con la toalla y regresó al cuarto. Ana le preguntó desde la cama si no iba a desayunar. Salvador dijo que se tomaría un café por ahí...
La santa
Gabriel García Márquez
Veintidós años después volví a ver a Margarito Duarte. Apareció de pronto en una de las callecitas secretas del Trastévere, y me costó trabajo reconocerlo a primera vista por su castellano difícil y su buen talante de romano antiguo...
El verano feliz de la señora Forbes
Gabriel García Márquez
Por la tarde, de regreso a casa, encontramos una enorme serpiente de mar clavada por el cuello en el marco de la puerta, y era negra y fosforescente y parecía un maleficio de gitanos, con los ojos todavía vivos y los dientes de serrucho en las mandíbulas despernancadas...
El hechizado
Rafael Arévalo Martínez
Un día, después de narrar “La Signatura de la Esfinge”, Cendal dijo a Elena, su radiante protagonista: -Ya le referí su propia historia, la de la Dominadora. Yo hoy necesito que también escuche la mía, la del profesor Cendal, el Hechizado. Y la narró así:..
Diecisiete ingleses envenenados
Gabriel García Márquez
Lo primero que notó la señora Prudencia Linero cuando llegó al puerto de Nápoles, fue que tenía el mismo olor del puerto de Riohacha. No se lo contó a nadie, por supuesto, pues nadie lo hubiera entendido en aquel trasatlántico senil atiborrado de italianos de Buenos Aires que volvían a la patria por primera vez después de la guerra, pero de todos modos se sintió menos sola, menos asustada y distante, a los setenta y dos años de su edad y a dieciocho días de mala mar de su gente y de su casa...
La prodigiosa tarde de Baltazar
Gabriel García Márquez
La jaula estaba terminada. Baltazar la colgó en el alero, por la fuerza de la costumbre, y cuando acabó de almorzar ya se decía por todos lados que era la jaula más bella del mundo. Tanta gente vino a verla, que se formó un tumulto frente a la casa, y Baltazar tuvo que descolgarla y cerrar la carpintería...
Los funerales de la Mamá Grande
Gabriel García Márquez
Los funerales de la mamá Grande, el primer libro de cuentos de Gabriel García Márquez, continúa la historia de Macondo iniciada en La Hojarasca y que alcanza su culminación y fin en Cien años de soledad. En estos relatos el paisaje psíquico de Macondo se confunde con el humor d elos habitantes y con la sucesión de malestares, penas y prodigios. Rebeca Buendía, la viuda de José Arcadio, vive en una casa inmensa de dos corredores y nueve alcobas, padeciendo de delirios y visiones; el padre Ángel duerme desde hace años en el confesionario; el dentista tortura a los opositores; el telegrafista transmite poemas de amor a una colega desconocida; Trinidad, un adolescente, colecciona ratones muertos en cajas de zapatos.
Los pasos perdidos
Alejo Carpentier
Considerada por muchos entre las más importantes novelas de Alejo Carpentier, Los pasos perdidos propone una firme apertura de nuevas posibilidades estéticas dentro de la narrativa latinoamericana: cierta visión distinta y reveladora de esta cultura. Nueva versión mítica del regreso a las fuentes originales, la novela traza la aventura de un musicólogo antillano que abandona su cómoda vida newyorkina en busca de un primitivo instrumento musical. Semejante pesquisa –donde remontar el Orinoco es remontar el tiempo– permite desplegar la concepción de lo “real maravilloso” como categoría estética, y también como imagen de la América que aún preserva el sentido de alguna remota “Edad de Oro”.
¿Qué hora es…?
Elena Garro
—¿Qué hora es, señor Brunier? Los ojos castaños de Lucía recobraron en ese instante el asombro perdido de la infancia. El señor Brunier esperaba la pregunta. Miró su reloj pulsera y dijo marcando las sílabas para que Lucía entendiera bien la respuesta:..
La hojarasca
Gabriel García Márquez
En La Hojarasca nació Macondo, ese poblachón cercano a la costa atlántica colombiana que ya se ha convertido en uno de los grandes mitos de la literatura universal. En él transcurre la historia de un entierro imposible. Ha muerto un personaje extraño, un antiguo médico odiado por el pueblo, y un viejo coronel retirado, para cumplir una promesa, se ha empeñado en enterrarle frente a la oposición de todo el poblado y sus autoridades.
Letanía de la orquídea
Carlos Fuentes
—Mira, ve: ya empezó el invierno. De las espaldas del cielo caía sobre Panamá un torrente de filos claros que escurrían, de la tierra herida en las calles adyacentes, a la Vía España. En la frontera de asfalto las aguas turbias se arrinconaban desorientadas, temiendo sin conciencia la succión del drenaje...
El zapaterito de Guanajuato
Elena Garro
Iba yo bajando la avenida, llevaba a Faustino de la mano, mi nietecito no decía nada, aunque yo bien veía que los tres días de girar por la ciudad, sin alimento y sin cobijo, lo habían amedrentado...
Ojos de perro azul
Gabriel García Márquez
"La vi caminar hacia el tocador. La vi aparecer en la luna circular del espejo mirándome ahora al final de una ida y vuelta de luz matemática. La vi seguir mirándome con sus grandes ojos de ceniza encendida: mirándome mientras abría la cajita enchapada de nácar rosado..."
Algo muy grave va a suceder en este pueblo
Gabriel García Márquez
"Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde:"
La culpa es de los Tlaxcaltecas
Elena Garro
"—Lo terrible es, lo descubrí en ese instante, que todo lo increíble es verdadero. Allí venía él, avanzando por la orilla del puente, con la piel ardida por el sol y el peso de la derrota sobre los hombros desnudos. Sus pasos sonaban como hojas secas. Traía los ojos brillantes. Desde lejos me llegaron sus chispas negras y vi ondear sus cabellos negros en medio de la luz blanquísima del encuentro. Antes de que pudiera evitarlo lo tuve frente a mis ojos."