Secuestrado

Secuestrado, una novela de Robert Louis Stevenson

Resumen del libro: "Secuestrado" de

David Balfour, un muchacho atrevido y orgulloso como el Jim de «La isla del Tesoro», se ve envuelto en una doble serie de aventuras: las producidas por su propia situación personal —un huérfano a quien le han usurpado la herencia— y las derivadas de su encuentro con Alan Breck, que lo sumergen en el transfondo sociopolítico de las secuelas de la guerra civil inglesa del siglo XVIII, mientras se inicia en su nueva condición de adulto. Al interés del relato hay que sumar la belleza de la prosa limpia y musical de Stevenson, de quien dijo Chesterton: «Fue un hombre universal, y dijo cosas sensatas no solo sobre todos los asuntos, sino, dentro de lo lógicamente posible, en todos los sentidos».

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I. Emprendo mi viaje a la casa de Shaws

Comenzaré la historia de mis aventuras por cierta mañana, temprano, de primeros de junio del año de gracia de 1751, en que eché por última vez la llave a la puerta de la casa de mis padres. El sol empezaba a brillar sobre las cimas de los montes cuando bajaba yo por el camino, y al llegar a la casa rectoral, los mirlos silbaban ya en las lilas del jardín, y la niebla que rondaba el valle al amanecer comenzaba a levantarse y se desvanecía.

El señor Campbell, el pastor de Essendean, estaba esperándome a la puerta del jardín. ¡Qué bueno es! Me preguntó si había desayunado, y cuando le dije que no me faltaba nada, apretó mi mano entre las suyas y me dio el brazo bondadosamente.

—Bien, Davie, muchacho —dijo—. Te acompañaré hasta el vado para ponerte en camino.

Y echamos a andar en silencio.

—¿Te apena abandonar Essendean? —me preguntó al cabo de un rato.

Os diré, señor —repuse—; si supiese adónde voy, o lo que va a ser de mí, os contestaría francamente. Es cierto que Essendean es un buen lugar, y en él he sido muy feliz; pero también es cierto que nunca he estado en otra parte. Muertos mi padre y mi madre, no estaré más cerca de ellos en Essendean que en el reino de Hungría, y, a decir verdad, si yo supiese que donde voy tenía posibilidades de superarme, iría de muy buen grado.

—¿Sí? —dijo el señor Campbell—. Muy bien, Davie. Ahora me corresponde a mí decirte tu suerte, o por lo menos lo que puedo decirte de ella. Cuando tu madre se fue de este mundo, y tu padre (hombre digno y cristiano) comenzó a contraer la enfermedad que le llevó a su fin, me encargó de cierta carta que, según me dijo, era tu herencia, y añadió: «En cuanto yo muera y hayan sido arreglados la casa y los efectos personales (todo lo cual se ha hecho ya, Davie), entregad esta carta a mi hijo en mano, y mandadle a la casa de Shaws, que no queda lejos de Cramond. De allí vine yo, y es muy lógico que allí vuelva mi chico. Es un muchacho sensato —añadió tu padre— y sagaz, y no dudo que sabrá apañárselas y que será querido dondequiera que vaya».

—¡La casa de Shaws! —exclamé—. ¿Qué tenía que ver mi pobre padre con la casa de Shaws?

—No lo sé —respondió el señor Campbell—. ¿Quién puede decirlo con seguridad? Pero el nombre de esa familia es el mismo que tú llevas, Davie, muchacho… Balfour de Shaws: una antigua, honrada y respetable casa, aunque venida a menos en estos últimos tiempos. Tu padre, por lo demás, era un hombre de saber, como correspondía a su posición. Nadie dirigía la escuela mejor que él; no tenía los modales ni la manera de hablar de un dómine cualquiera, por eso yo, como muy bien recordarás, me complacía en traerlo a la rectoría para que se reuniese con la gente distinguida, pues su compañía agradaba a todos los miembros de mi casa, a los Campbell de Kilrennet, a los Campbell de Dunswire, a los Campbell de Minch y a otros muchos, todos caballeros muy conocidos. En fin, para que estés al corriente de todo lo concerniente a este asunto, aquí tienes la carta testamentaria, escrita de puño y letra de tu padre, nuestro difunto hermano.

Y me dio la carta, cuyo sobre decía: «Para entregar en mano a Ebenezer Balfour, señor de Shaws, en la casa de Shaws, por mi hijo, David Balfour».

El corazón me latía con violencia ante el gran horizonte que ahora se abría de improviso ante un muchacho de dieciséis años, hijo de un pobre maestro de escuela del bosque de Ettrick.

—Señor Campbell —dije balbuceando—, ¿iríais vos si estuvieseis en mi lugar?

—Sin duda alguna —respondió el pastor—, claro que iría, y sin dilación. Un muchacho tan robusto como tú puede llegar a Cramond, que está cerca de Edimburgo, en dos días de camino, y en el peor de los casos, suponiendo que tus ilustres parientes (pues no puedo menos de imaginar que llevan algo de tu sangre) te pusieran de patitas en la calle, no tienes más que volver a andar otros dos días de camino y llamar a la puerta de la rectoría. Pero yo confío en que serás bien recibido, como preveía tu pobre padre, y además, si algo sé, es que con el tiempo llegarás a ser un gran hombre. Y ahora, Davie, muchachito —concluyó—, mi conciencia me obliga a aprovechar esta separación para ponerte en guardia contra los peligros del mundo.

En este punto buscó un asiento cómodo, eligió una gran piedra lisa, al pie de un abedul del borde del camino, se sentó con la cara muy seria, y como el sol brillaba entre dos crestas de los montes, y nos daba en la cabeza, se puso el pañuelo sobre su sombrero de tres picos para protegerse. Luego, con el dedo índice levantado, empezó por prevenirme contra un considerable número de herejías, por las cuales yo no sentía la más mínima tentación, y me pidió con insistencia que fuera constante en mis oraciones y en la lectura de la Biblia. A continuación me hizo una descripción de la gran casa adonde estaba destinado, y me explicó cómo debía comportarme con sus moradores.

Secuestrado – Robert Louis Stevenson

Robert Louis Stevenson.Conocido como uno de los más destacados novelistas británicos del siglo XIX, nació el 13 de noviembre de 1850 en Edimburgo, Escocia, y falleció el 3 de diciembre de 1894 en Samoa. Este prolífico autor, cuya influencia en la literatura perdura hasta el día de hoy, dejó una marca indeleble en el mundo literario con su versatilidad y su pasión por la narración.

Stevenson es ampliamente reconocido por su contribución a géneros literarios diversos, desde novelas de aventuras e históricas hasta cuentos y poesía. Su obra más icónica, "La isla del tesoro", es un ejemplo magistral de narrativa de aventuras que ha cautivado a lectores de todas las edades a lo largo de generaciones. Además, su novela de horror psicológico, "El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde", explora temas profundos sobre la dualidad de la naturaleza humana y ha dejado una huella duradera en la literatura de terror.

Stevenson también demostró un interés apasionado por los viajes, lo que se refleja en sus crónicas de viaje y sus aventuras personales por el Pacífico Sur. Estas experiencias se tradujeron en obras como "Cuentos de los Mares del Sur", que ofrecen una visión fascinante de las culturas y paisajes de las islas del Pacífico.

Además de su destreza como novelista, Stevenson era un ensayista perspicaz, y su obra ensayística abordó temas diversos, desde la moralidad hasta la política. Su compromiso con cuestiones sociales y su valiente defensa del Padre Damián, un misionero católico en Hawai, en su carta abierta, demuestran su disposición a utilizar su voz para abordar temas importantes de su tiempo.

A lo largo de su vida, Stevenson luchó contra problemas de salud, incluida la tuberculosis, pero su determinación por vivir y crear fue insuperable. Su capacidad para combinar aventura, misterio y profundidad emocional en sus escritos le ha ganado un lugar perdurable en la literatura universal. La figura de Stevenson sigue siendo un faro de inspiración para escritores y amantes de la literatura en todo el mundo, y su legado literario perdura como un tesoro invaluable en la historia de la literatura británica.