Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Antonio Llanos

Antonio Llanos, nacido en 1905 en Santiago de Cali, Colombia, fue un poeta cuya pluma dejó una profunda huella en la literatura colombiana. A lo largo de su vida, marcada por la lucha constante contra la enfermedad y la locura, Llanos demostró una inclinación innata hacia las letras.

Culminó sus estudios en el colegio San Luis Gonzaga y Mayor del Rosario, para luego adentrarse en el mundo del periodismo, donde destacó como director del influyente Diario del Pacífico y cofundador de la emblemática Revista de Occidente junto a otros destacados poetas caleños.

Su legado literario se enriquece con obras como «Temblor bajo los ángeles» (1942), «Casa paterna» (1950), «La voz entre lágrimas» (1950) y «Rosa secreta» (1950). Estas obras no solo reflejan su profunda conexión con el Valle del Cauca, sino también su habilidad para explorar el dolor y la soledad como elementos esenciales del paisaje emocional de la región. A través de su poesía, Llanos teje una visión única que oscila entre la desolación y la belleza, en una sintonía poética comparable a la de Jorge Isaacs.

A pesar de los desafíos que enfrentó en su vida, su legado literario perdura como un testimonio elocuente de su talento y sensibilidad únicos.

TEMBLOR

Manso temblor de arcana lejanía
que intuye la visión de la hermosura.
Firme temblor transido de ternura
por la espada sutil de la alegría.

En el cansado límite del día
Alza el lucero la plegaria pura.
¡Desgarrado temblor de la pavura!
¡Pena mayor la de la pena mía!

Raíz de la candela silenciosa,
Pulso del estrellado firmamento,
Alta razón del pájaro y la rosa.

Agua y sangre vertidas del Costado.
Ya me sostiene sólo el alimento
Del encendido Pan transfigurado.

CASA PATERNA

Tibia casa encalada donde mi padre un día
me habló de las estrellas con acento de música
y se quedó mirando las montañas azules
que sostienen los cielos en sus anchas columnas.

Casa donde escribí las primeras canciones
a la niña visible entre el alba y la bruma.
En tus muros colgaban los pájaros su nido.
De lejos parecías una dorada cúpula.

En los primeros versos que hablaban de las rosas,
del agua y de las nubes mi voz era más pura.
La doncella miraba hacia un jardín remoto
donde las mariposas y los niños se cruzan.

Casa de oro y marfil donde lloró mi madre
repasando su infancia hundida en la dulzura.
En puntillas de noche llegaba hasta mi sueño
y para oír su voz se callaba la lluvia.

Yo cerca de su pecho pregunto por el niño.
¡Su tierno corazón tiene rumor de cuna!
La tarde pasa en ella como un cielo de arroyo
en que los ojos ven las estrellas desnudas…

Hay casas que mantienen la sombra de los árboles
y cuando nace un niño los luceros las buscan.
El vuelo de los años las carga de silencio
y dulcemente el aire aprieta su cintura.

Te construyó mi padre con trabajo amoroso.
Rodembach, el cantor de las casas oscuras,
dijera su elegía a la pobre escalera
por donde dulces míos bajaron por vez última.

Mirándote en el Angelus cubierta de palomas
el alma ingenuamente sale al campo segura,
como un niño que lleva un pájaro en la mano
y llena cuando pasa el aire de hermosura.

Ha calado mis huesos un temprano rocío
y ya mi corazón con el llanto se alumbra.
¡Si en el silencio cabe la miel de esta mirada
recógeme en tus brazos en la tarde profunda!

OH MADRE

Brinda arrullo y regazo como el árbol y el ave
a la desolación de mis días aviesos.
La miel de sus palabras desciende hasta mis huesos;
con el blanco rumor de una lluvia suave.

En su mirar profundo puso dios con la clave
de la vida, honda urna de castos embelesos.
Se hace pura mi carne al calor de sus besos;
su plegaria es la estrella que dirige mi nave.

Me ha dicho alguna vez que fue triste su infancia.
¡Yo nunca le pregunto por las antiguas cosas!,
mas a su voz mi espíritu se llena de fragancia.

Si pienso en su niñez me inunda dulce llanto.
Cuando niña. ¡Quién sabe si al mirar unas rosas
su virginal entraña sintió crecer mi canto!

REVELACIÓN DEL SILENCIO

Abierta la inocente mariposa
al aire nuevo infunde su armonía.
El sol monta de pájaros del día
y sube los caminos de la rosa.

Esplende el universo de cada cosa.
Oye el Ser en la voz su melodía
y rueda por el campo la alegría
de la primer mañana jubilosa.

Está el cielo tan claro y tan medido
que si una leve niña lo quisiera
se quedara en el agua detenido.

¡Oh divino callar que me procuras
la voz sin voz que el ángel entreviera,
Los ojos simples y la manos puras!

ENTREGA DEL AMADO

El seráfico anhelo me encadena
a tu invisible llama de hermosura
y entre la brisa del silencio, pura,
toma sus leves formas la azucena.

Mis plantas dora la celeste arena
y la noche se ciñe a mi cintura.
Ya el lucero en mis manos apresura
El ansia de la nave y de la pena.

A la miel estrellada del rocío
Abre mi corazón su asombro vano
y su misterio de enterrado río.

¡Apresúrate noche enamorada
en que junta mi mano con su mano
me entregue su belleza inmaculada!

CANCIÓN DE OLVIDO

El encendido tiempo vuela
entre la niebla de las cosas
y de la tarde nos consuela
con el ejemplo de las rosas.

Pasa la rosa del momento,
huyen los ríos, pasan las penas
y del aroma de tu aliento
un vago efluvio queda apenas.

Vuelve el trémulo amor florido
Y la herida se cierra en un día
y después del primer olvido
es más honda la poesía.

Jamás pensé encontrar la boca
que me enseñó que no son vanos
los besos y la entrega loca
y el silencio en que arden las manos.

El corazón era una lira
y su rumor era el del mar
Todavía cuando suspira
se oyen las olas evolucionar.

Tu voz de fábula decía
que la belleza nunca es vana
y que si pasa el claro día
queda en la estrella de la mañana.

Dulce es amar cuando se olvida
el otro amor desventurado,
cuando al abrirse nueva herida
hay otra sombra que ha pasado.

Mas hasta el lirio es polvo vano.
Sólo el amor es boca ilesa:
¡si una rosa muere en la mano
hay otra boca que nos besa!